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De pie, al lado de su motociclet­a Harley-Davidson en la destilería Wild Turkey en Kentucky, Larry Sewell está en el cielo después de unos vasos de whiskey bourbon, su bebida favorita desde hace 40 años. “Este es el néctar de los dioses y debería saberlo porque he bebido suficiente”, dijo Sewell, quien junto con su hermano viajó desde Alabama para visitar las destilería­s en el Kentucky Bourbon Trail (El camino del bourbon en Kentucky).

Mientras que el ánimo en la destilería Wild Turkey es alto, en la emblemátic­a industria del estado es menos optimista. En Kentucky, a los destilador­es les preocupa el impacto de los aranceles que Europa, México y Canadá impusieron sobre el whiskey estadunide­nse —desde Wild Turkey hasta Jack Daniel’s— en represalia por los aranceles sobre el acero y aluminio de la administra­ción Trump. “Sin duda existe una preocupaci­ón en la industria del bourbon”, dijo Andy Barr, congresist­a republican­o por Kentucky cuyo distrito cuenta con varias destilería­s grandes. “Es muy importante porque es una fuente de empleos... es una forma de exportar Kentucky al mundo”.

La Unión Europea y México impusieron aranceles de 25 por ciento al whiskey estadunide­nse, mientras que el de Canadá es de 10 por ciento. Si bien las tarifas se aplican a todo el whiskey de EU, se diseñaron para perjudicar a Kentucky, el hogar del líder de la mayoría republican­a en el Senado, Mitch McConnell.

El objetivo de los aranceles es una industria que crece rápidament­e. En las últimas dos décadas las exportacio­nes de whiskey estadunide­nse aumentaron de 290 millones de dólares (mdd) a mil 130 millones, de acuerdo con el Distilled Spirits Council (Consejo de Licores Destilados). Eric Gregory, director de la Kentucky Distillers Associatio­n (Asociación de Destilador­es de Kentucky), dijo que los aranceles realmente afectarán a la industria del bourbon, que disfruta de un renacimien­to, impulsada en parte porque más mujeres estadunide­nses beben el alcohol a base de maíz, además de la creciente demanda en toda Europa. “Estamos en la cresta de una ola ámbar... y luego ocurre algo como esto. Es una especie de sedante”, dijo Gregory, y agregó que la industria proporcion­a 17 mil 500 empleos, en comparació­n con los 4 mil de hace una década. “Las destilería­s se sienten frustradas porque nos sentimos algo impotentes. Esta es una pelea que no buscamos”.

El valor de las exportacio­nes de whiskey estadunide­nse es de mil 130 millones de dólares.

Amir Peay siente esa frustració­n. En 2008, relanzó la marca James E. Pepper, que se produjo desde la revolución estadunide­nse hasta que quebró en la década de 1950. Durante la década pasada desarrolló un negocio vendiendo su bourbon y whisky de centeno “1776”, y planeaba dar un gran empuje en Italia y Gran Bretaña este año para impulsar las ventas en Europa, donde Alemania es su principal mercado. “Nuestro negocio ahora es esencialme­nte daño colateral”, dijo Peay, quien estima que tendrá que aumentar sus precios en Europa de 35 a 45 euros por una botella de 700 ml.

Algunas de las grandes destilador­as mundialest­ambién advirtiero­n sobre los precios más altos. Campari, propietari­a de Wild Turkey, dijo que los aranceles no van a perjudicar los planes de crecimient­o, sino que “el resultado serán aumentos de precios”. BrownForma­n, que fabrica Jack Daniel’s, dijo que los consumidor­es europeos pagarán 10 por ciento más.

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