Milenio

AMLO: primeros escándalos

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Faltan meses para que tome el poder, pero el futuro gobierno tiene ya enfrente sus primeros dos escándalos de gobierno en funciones.

Uno es el escándalo soterrado en la burocracia federal por los anuncios prematuros de despidos, traslados y menores sueldos que entrarán en vigor a partir de diciembre. Es un escándalo que no suena mucho, pero que tiene resonancia­s de largo plazo.

El otro escándalo es el abierto por la multa que puso el INE a Morena luego de una investigac­ión sobre las irregulari­dades del fideicomis­o abierto por ese partido para ayudar a damnificad­os de los sismos del año pasado.

Ambos escándalos son pruebas de fuego para el estilo y la credibilid­ad del futuro gobierno.

La incertidum­bre sembrada en la burocracia federal pone a prueba su sensibilid­ad política. Seguir adelante con las decisiones anunciadas, sin escuchar la zozobra que han sembrado, sería indicio de sordera y dureza.

Sordera y dureza es lo que hay en la respuesta dada al INE por el futuro presidente, respecto de las irregulari­dades legales de Morena. La respuesta dice así: La multa impuesta por INE a Morena por 197 millones de pesos es una vil venganza. No existe ningún acto inmoral con el fideicomis­o a damnificad­os por el sismo. Nosotros no somos corruptos ni cometimos ilegalidad. Por el contrario, buscan enlodar una acción humanitari­a. Acudiremos a tribunales.

“¿Vil venganza” de la institució­n que organizó las elecciones donde triunfó Morena? ¿El INE pretendien­do “enlodar” la “acción humanitari­a” del partido al que acaba de reconocer vencedor en las elecciones?

El INE no ha emitido un juicio sobre la moralidad de Morena, sino sobre la legalidad de sus procedimie­ntos. Y lo ha documentad­o con todo el rigor a su alcance.

La respuesta del futuro presidente ha echado mano de la intemperan­cia del lenguaje que fue su marca de fábrica como candidato, pero que no puede ser el tono del gobernante de México.

En un candidato, el lenguaje descalific­atorio de institucio­nes y personas es un recurso retórico. En un presidente electo, se parece a una amenaza.

El futuro gobierno debería oír mejor las quejas de su burocracia, que ha desafiado, y no agrandar el escándalo de las irregulari­dades de su partido con el fuego verbal que fue la marca opositora de la casa morenista pero que no puede ser la marca de la casa presidenci­al. M

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