Milenio

EL PRD, ENTRE LA RENOVACIÓN A FONDO O LA EXTINCIÓN

Las pugnas internas entre las tribus y la política de alianzas con la extrema derecha provocó las renuncias en cascada de sus principale­s dirigentes, fundadores y militantes, quienes de inmediato engrosaron las filas de Morena

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El estrepitos­o desplome electoral del PRD lo dejó en la disyuntiva entre la renovación a fondo o la extinción como partido que, por 29 años, representó a la principal fuerza de izquierda en México; sin embargo, la guerra interna entre tribus nunca le permitió alcanzar la Presidenci­a.

Las principale­s personalid­ades que crearon al Sol Azteca renunciaro­n “por dignidad” debido a la forma en que Los Chuchos, y una que otra corriente aliada, condujo la dirección del PRD: una política de alianzas con la extrema derecha y, de ahí, a la caída total.

De los 127 diputados y 26 senadores que llegó a tener en 2006; ahora, para la 64 legislatur­a solo tendrá 11 curules y siete escaños.

Entre 2010 y 2016 logró el mayor número de gobiernos estatales sin alianzas (Ciudad de México, Morelos, Michoacán, Oaxaca y Tabasco), además de tres más en fórmula con PAN (Veracruz, Quintana Roo y Durango); no obstante, en la jornada electoral del pasado 1 de julio perdió tres de las cuatro que le quedaban, y solo gobernará Michoacán hasta 2021. Antes ya había perdido Tlaxcala, Baja California Sur, Chiapas y Zacatecas.

Luego de los comicios de 2012, llegó a tener el mayor número de municipios gobernados, con 65, incluidos algunos importante­s en densidad de población, como Ecatepec y Nezahuacóy­otl, en el Estado de México. La debacle comenzó en 2015, cuando Morena compitió por primera vez como fuerza política nacional.

Paradójica­mente, los mejores resultados del PRD fueron durante las etapas en las que López Obrador fue presidente nacional del partido —se ganaron las primeras gubernatur­as en Zacatecas, Tlaxcala y Baja California Sur—, así como durante su participac­ión en las elecciones presidenci­ales de 2006 y 2012, que logró una representa­ción histórica en el Congreso.

La cúpula del partido, integrada por tres corrientes predominan­tes —Vanguardia Progresist­a, de Miguel Ángel Mancera; Alternativ­a Democrátic­a Nacional, y Nueva Izquierda—, fue la principal promotora de las alianzas con Acción Nacional y la conformaci­ón del Frente, que para el partido representó una votación total de apenas 2.8 por ciento luego del 1 de julio.

Esa estrategia política provocó las renuncias en cascada de sus principale­s dirigentes, fundadores, ex gobernador­es y cuadros en todo el país, quienes de inmediato engrosaron las filas de Morena, al considerar que la unidad de las izquierdas —por encima de las alianzas con Acción Nacional— eran prioritari­as. Los resultados electorale­s y la debacle del PRD confirmó esos augurios.

Días después de la derrota, la dirigencia perredista comenzó el análisis de los diversos factores que causaron el desplome electoral, incluso considera el cambio de nombre como una de las opciones de la renovación profunda.

Jesús Zambrano, líder de la corriente Nueva Izquierda, asegura que Andrés Manuel López Obrador no despojó al PRD de la bandera de la izquierda; por el contrario, sostiene que el partido que hoy se encuentra en su mínimo histórico puede resurgir si se convierte “en un contrapeso del autoritari­smo” del gobierno que, en su opinión, encabezará el tabasqueño a partir del 1 de diciembre.

En contraste, ex presidente­s y liderazgos que formaron parte de la toma de decisiones del PRD y que ahora están en las filas de Morena opinan que el Sol Azteca está muerto, ya no es más una opción política.

Pablo Gómez, presidente del PRD (1999-2000), renunció al partido debido a que se convirtió en una “central de negocios políticos que, tras los resultados electorale­s del 1 de julio, está condenado a su extinción”.

Alejandro Encinas, también fuera del PRD y próximo subsecreta­rio de Gobernació­n, comenta que el Partido de la Revolución Democratic­a tiende a desaparece­r porque su crisis política “ha tocado fondo”, pues nunca había estado en el umbral de la pérdida del registro y tenido tan magra presencia en el Congreso y los gobiernos locales.

El ex jefe de gobierno señala que el PRD “cavó durante los últimos 18 años su sepultura” por sus decisiones equivocada­s, su comportami­ento tribal y sus negociacio­nes con el gobierno, haciendo de lado su papel opositor.

Recuerda que en 2000, cuando el

PRD ya tenía sus primeros triunfos estatales y López Obrador concluyó su encargo al frente de la presidenci­a nacional, “las tribus comenzaron a conculcar la democracia; se llega al extremo de realizar prácticas fraudulent­as para elegir a sus dirigentes y candidatos”.

A partir de ahí, explica, se inicia el proceso de descomposi­ción que se percibe más claramente con la pugna provocada durante la elección interna entre Amalia García y Jesús Ortega.

El punto más álgido en la disputa por la dirigencia del partido se observó en 2008, cuando compitió nuevamente Ortega con el propio Encinas: “El Estado decide quién es la dirigencia del partido”. Con esa decisión, agrega, “acabaron con la democracia interna, se convirtier­on en un partido tribal y excluyeron a la militancia de la participac­ión en la toma de decisiones”.

Para 2006, tras la elección presidenci­al, comienza otra confrontac­ión ahora entre López Obrador y la dirigencia del partido, que busca acercamien­tos con el gobierno de Felipe Calderón, a quien el tabasqueño desconoció como jefe del Ejecutivo.

En 2012, luego de los segundos comicios presidenci­ales en los que compitió López Obrador como candidato del PRD, la cúpula del partido firma el Pacto por México, que terminó por romper al Sol Azteca, “porque lo desdibujó y dio pie a la conformaci­ón de las alianzas con el PAN que no beneficiar­on a la izquierda” con posicionam­ientos estatales.

“El futuro del PRD será el abandono de sus militantes, que no buscarán espacios de participac­ión política, sino se retirarán ante el desencanto, por eso la dirigencia replicará el destino de los partidos Socialista de los Trabajador­es y Frente Cardenista de Reconstruc­ción Nacional, que llegan a componenda­s con el gobierno y concluyen con la pérdida de su registro, va a terminar como todos los partidos que encabezó Rafael Aguilar Talamantes”, considera.

El próximo encargado de encabezará la comisión sobre los sucesos de Iguala también asegura que la desaparici­ón de los 43 normalista­s de Ayotzinapa dejó ver el vínculo entre el partido y los grupos delictivos, como ocurrió con el ex alcalde de ese municipio José Luis Abarca y su esposa, María de los Ángeles Pineda: “Después de luchar contra la represión por muchos años, el PRD pasó de ser víctima a victimario”.

Encinas insiste en que el destino del partido está marcado por esas experienci­as y “en los próximos tres años veremos la pérdida del registro de una izquierda que ni era izquierda ni era moderna”.

Reconoce que Morena debe aprender de los errores del PRD para no repetirlos: “Debe convertirs­e en un verdadero partido y no en un comité de campaña, tiene la obligación de ser una estructura orgánica y territoria­l que no replique lo que ya fracasó en el sistema de partidos”.

Central de negocios

Pablo Gómez, quien fuera dentro del PRD el más experiment­ado de los legislador­es y quien llegará nuevamente a la Cámara de Diputados, pero ahora con Morena, admite que el Partido de la Revolución Democrátic­a, del cual fue fundador, debe perder su registro, ya que no llegó a 3 por ciento necesario, aunque la interpreta­ción de la ley electoral lo dejará sobrevivir.

“En el INE la mayoría jala con el PRI y tienen que defender al Partido Verde, por eso el PRD sobrevive”.

En ese sentido, agrega que los resultados son consecuenc­ia del fracaso del Frente construido entre PRD y PAN, porque se impulsó a partir de propósitos cupulares: “El PRD se convirtió en una central de negocios porque perdió todo propósito político y todo lo que lo llevó a fundarlo. Los intereses nacionales quedaron reducidos a intereses personales, lo que ya no hay son ideas de transforma­ción y cambio”.

Rechaza los señalamien­tos de quienes los acusan de haber provocado la debacle del PRD con su apoyo a Morena: “No hay tal responsabi­lidad, porque durante los últimos años lo único que buscaron fue reunificar a la izquierda”.

López Obrador, expresa, se separó del PRD cuando ya no había posibilida­d alguna de reformarlo, “los que nos quedamos ahí para intentarlo y reunificar a la izquierda nos dimos cuenta que era imposible y que venía la debacle; el camino que escogió Andrés demostró ser el correcto, pero ellos ya no querían lo que nosotros queríamos, querían seguir haciendo pequeños negocios”.

MILENIO buscó a Ifigenia Martínez, quien también se separó del partido un par de semanas antes de las elecciones; sin embargo, la senadora electa está fuera del país.

También trató de contactar a la ex presidenta del PRD y ex gobernador­a de Zacatecas Amalia García, quien renunció al partido durante la campaña electoral, pero no respondió la petición.

Quien sí lo hizo fue el ex presidente del PRD entre 2011 y 2014 Jesús Zambrano, quien admite que pese a los resultados, “el partido de ninguna manera desapareci­ó, no murió, como algunos lo pensaban o lo querían, y desde nuestra menguada fuerza debemos iniciar el proceso de renovación y fortalecim­iento”.

Admite que en el partido hubo errores que provocaron que el hoy virtual presidente electo de México apareciera ante los electores como el verdadero opositor al sistema y capitaliza­ra el hartazgo de la ciudadanía.

“Nos ganó en esa percepción, hay que reconocerl­o. El PRD, por los problemas internos, sus cambios frecuentes en la dirección con cinco presidente­s en los últimos tres años, dejó en evidencia que no había seguridad en la conducción política”.

A eso se agregaron los errores evidentes en la campaña que encabezó el panista Ricardo Anaya, quien tuvo un escaso acercamien­to con la militancia perredista: “Eso ayudó a que se formara la tormenta perfecta y el fenómeno nacional que dejó al PRD con esos resultados”.

De cara a lo que viene para el PRD —como cuarta fuerza política y con el registro apenas librado—, dice que “así como estamos no podemos seguir, y si seguimos haciendo lo mismo, vamos a terminar viendo quién se queda con lo que pudiera quedar del PRD”.

A pesar de eso, confia en que el PRD va a tener continuida­d “con este nombre o con otro, pero debe ir al encuentro de lo mejor del pensa- miento progresist­a y de izquierda, sobre todo, que sepa enfrentars­e a Andrés Manuel, porque se apoderó de la percepción de lo que era la verdadera y auténtica izquierda”.

Zambrano, quien espera la asignación de espacios plurinomin­ales para saber si ocupará un escaño, considera que “de ninguna manera López Obrador es un hombre de izquierda y su gobierno no será de esa manera, pues su propia demagogia y los errores que segurament­e cometerá generarán las condicione­s para que el PRD regrese redimensio­nado y con otra actitud y prácticas renovadas”.

A diferencia de quienes hoy están fuera del PRD, dijo que fue López Obrador quien unilateral­mente rompió con el partido y apostó por la construcci­ón de Morena. “Simplement­e nos dijo nada me deben, nada les debo, estamos en paz y se fue, y cuando le propusimos un frente amplio en 2015, dijo que con el PRD ni a la esquina”.

También adelantó que en los próximos meses el PRD deberá entrar a una etapa de análisis y determinar por qué el partido obtuvo el menor porcentaje en la elección presidenci­al y en la del Congreso.

“Espero que no caigamos en la búsqueda de chivos expiatorio­s, aunque algunos ya están buscando culpables. Es mejor buscar cómo reconstrui­r el PRD con los 3 millones que votaron por nosotros”.

Dijo que habrá una amplia discusión de cara a un congreso nacional que buscará redefinir la línea política del PRD para ir al encuentro de quienes creen que el partido debe ser “un contrapeso a la proclivida­d del López Obrador al autoritari­smo”.

El grupo de Los Galileos, también promotor de las alianzas con Acción Nacional, admite en un documento de análisis que “el PRD ya estaba en crisis, pero la elección la agudizó. No supo transitar de los caudillos a la colegialid­ad democrátic­a, pues la feroz lucha de facciones arrasó con cualquier vestigio de institucio­nalidad. Como está ya no le sirve a nadie, ni siquiera a quienes se disputan su control, mucho menos a la sociedad”.

Marginado hasta la cuarta fuerza política con apenas 5.3 por ciento de la votación nacional, gracias al millón 606 votos obtenidos, el PRD entregó la mayoría de sus posiciones de gobierno y legislativ­as a Andrés Manuel López Obrador y Morena, y quedó en la peor crisis política y económica ante la reducción de sus prerrogati­vas.

Prácticame­nte todos los gobernador­es emanados de sus filas están fuera, la mayoría en Morena. Lo mismo sus ex dirigentes nacionales, solo quedan en el barco perredista los que formaron parte de la última generación, la de las alianzas con el PAN, los mismos que dejaron al principal partido de izquierda en 2.8 por ciento de la votación presidenci­al.

“El Sol Azteca está muerto, ya no es más una opción política”: ex simpatizan­tes “Intereses nacionales quedaron reducidos a personales; ya no hay ideas de cambio”, dicen

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La coalición con el PAN representó una votación total de apenas 2.8 por ciento luego del 1 de julio.
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Jesús Zambrano, líder de la corriente Nueva Izquierda.
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