AMLO, ¿homeópata?
Julio Scherer García en su libro Siqueiros: la piel y la entraña narra el consejo de un preso común al muralista, entonces en Lecumberri por el delito de disolución social: Oiga, maestro, usted es muy inteligente, no debería estar en la cárcel, usted debería ser Presidente, pero se equivocó al andar diciendo que es comunista. Mejor se lo hubiera callado y ya encaramado en la silla presidencial entonces sí hubiera dicho soy comunista, cabrones.
Una táctica semejante era la que practicaron muchos que se autonombraban comunistas y tenían buenos puestos en los gobiernos priistas. A esa política, la defendían diciendo: actuar desde dentro del sistema es más eficaz, que estar de escandaloso en la oposición.
Carlos Fuentes y varios intelectuales, entre ellos algunos que hoy están con AMLO, como Víctor Flores Olea y Enrique González Pedrero, inventaron la falsa disyuntiva Echeverría o el fascismo.
Vicente Lombardo Toledano elaboró la “tesis” de la Vía mexicana al socialismo mediante la Revolución Mexicana, que se traducía en “criticar lo negativo y apoyar lo positivo de los gobiernos revolucionarios del PRI”.
Esa política colaboracionista la practicó también el PCM, desde el cardenismo hasta 1960.
AMLO ha creado un nueva vía para “acabar con la mafia en el poder”, colocando a varios de sus miembros en su gabinete, como es el caso de Manuel Bartlett, nombrado director de la Comisión Federal de Electricidad y Juan Ramón de la Fuente, embajador en las Naciones Unidas; es una especie de homeopatía.
También la aplica en relación al PRI; varios destacados priistas de distintas camadas hoy son parte de su equipo. Es imposible poner sus nombres en un texto tan breve como éste.
Su receta homeopática contra el PRIAN también incluye incorporar a su equipo a panistas superderechosos como Espino y Germán Martínez.
Para combatir al PRD, del cual salió por considerarlo “traidor y al servicio de la mafia del poder”, aplicó también la homeopatía: ahora casi todo el PRD está en Morena, en diputaciones y otros puestos. Es la misma receta para combatir la corrupción. El extremo es considerar a Trump como afín, porque se “enfrentó al stablishment y cumple sus promesas”.
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