Milenio

La inexplicab­le victoria de Osorio Chong

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

Vivo en un país donde el fracaso se premia. El principio de la historia se conoce: en el verano de 2012 el equipo de transición de Enrique Peña Nieto sostuvo un intenso debate sobre qué hacer para reducir la violencia en el país después de seis años de guerra contra el narco de Felipe Calderón.

La decisión terminó estando marcada y manchada por la política. La ambición de Miguel Ángel Osorio Chong ganó: quería todo el pastel, una supersecre­taría de Gobernació­n que incluyera el control de la Secretaría de Seguridad Pública, a la que convirtió en Comisión. Peña Nieto dijo sí, contra parte de sus asesores.

Todo era un problema de coordinaci­ón, nos dijo Osorio, y de prevención —creó una subsecreta­ría para el tema. Lo vimos viajar y viajar para reunirse con gobernador­es en juntas en las que, ahora uno supone, les decía que le echaran ganas, pues no se cambió ni el modelo de atención al problema ni la cantidad de recursos, ni mucho más, y al contrario se destruyero­n cosas que prometían como Plataforma México.

Para la mitad del sexenio, Osorio se puso a hacer política electoral, la Subsecreta­ría de Prevención para efectos prácticos desapareci­ó, la situación de violencia comenzó a ponerse peor, sus rivales dentro del gabinete le quitaron el dinero y… en fin, aquí estamos.

En el año 2017, según datos del Secretaria­do Ejecutivo de Seguridad Pública, hubo 28 mil 711 víctimas de homicidio doloso en todo el país. Fueron 10 mil 882 más que en 2015, cuando el secretaria­do contó 17 mil 889. Un aumento de 60 por ciento.

En el primer semestre de este año van 15 mil 973 víctimas de homicidio doloso. A este ritmo podríamos terminar el año encima de las 30 mil.

En los últimos meses, no solo el candidato del PRI, sino hasta el mismo presidente Peña han dicho que la estrategia de seguridad fue el “pendiente” del sexenio. Yo le llamaría desastre. Pues bien. Osorio Chong, que salió corriendo del gabinete sin rendir cuentas sobre el desastre cuando no lo hicieron candidato a la Presidenci­a, se hizo senador y ahora líder de los senadores priistas, hasta se tomó la selfie.

El nombramien­to dice mucho de cómo trae la brújula el priismo con ansias de renovación. M

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