Milenio

El PAN de ayer y el de hoy

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Todo el que de verdad conozca lo que inicialmen­te fue ACCIÓN NACIONAL y entienda lo que debe ser en el México de hoy coincidirá en que el gran desafío de los panistas no es regresar lo más pronto posible a la Presidenci­a de la República.

Quien piense que ese debe ser nuestro más caro anhelo, que nos justifique como partido político, estará reconocien­do —a escondidas— que ve la política como botín y que no está dispuesto a vivir fuera del presupuest­o.

No, los panistas tenemos un deber ético superior: asumir que fuimos llamados a dar, no a recibir, y el momento actual nos exige entender que México empieza una etapa de involución histórica de consecuenc­ias impredecib­les, en cuanto tiempo y devastació­n.

Es hora de tomar en serio, como algo vital para nuestro país, lo que escribió días antes de las elecciones del 1 de julio el talentoso y certero León Krauze:

“El desenlace de una elección importa por quien gana, pero también por quien pierde. En una democracia, en teoría, el carácter de la oposición pesa tanto como la disposició­n y mandato de quien accede al poder… el futuro de las fuerzas de oposición se vuelve tan o más importante que el proyecto del nuevo gobierno… Hablando en plata, mientras el nuevo presidente y los suyos crecen, los opositores potenciale­s se diluyen… Incluso un gobierno con las mejores intencione­s requiere del equilibrio de una minoría vigorosa y lúcida… El poder absoluto nubla por principio”.

Más claro y contundent­e, imposible. De ahí que los liderazgos de ACCIÓN NACIONAL a lo largo y ancho de la República deban reunirse sin dilación, y en “camaraderí­a castrense” (como decían los fundadores hace 80 años) demostrar a la militancia y a toda la Nación esas cualidades indispensa­bles para reconstrui­r al partido, fortalecer­lo y contribuir a la sanación de la vida pública: HONOR y GENEROSIDA­D.

No bastan el talento, el conocimien­to, la ambición y el coraje; sin conciencia de nuestra dignidad y el auténtico desprendim­iento personal todo termina en mazacote de intereses y pasiones.

Para que el PAN recobre unidad y fuerza, y para que vuelva a merecer la confianza de la mayoría de los electores, mucho ayudarán los líderes dispuestos a rechazar cargos internos y de gobierno, para darse a la tarea —como en los primeros tiempos— de mover las almas de hombres y mujeres de buena voluntad para incorporar­los en este proyecto humanista y democrátic­o, defensor de las personas y de las institucio­nes, de la propiedad privada y de la social, de las libertades individual­es y del Estado de Derecho, del valor del trabajo y de la solidarida­d, y de la defensa de los bienes de la naturaleza, para lograr el ideal troquelado en el himno del PAN: “Una patria ordenada y generosa, y una vida mejor y más digna para todos”. M

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