El PAN de ayer y el de hoy
Todo el que de verdad conozca lo que inicialmente fue ACCIÓN NACIONAL y entienda lo que debe ser en el México de hoy coincidirá en que el gran desafío de los panistas no es regresar lo más pronto posible a la Presidencia de la República.
Quien piense que ese debe ser nuestro más caro anhelo, que nos justifique como partido político, estará reconociendo —a escondidas— que ve la política como botín y que no está dispuesto a vivir fuera del presupuesto.
No, los panistas tenemos un deber ético superior: asumir que fuimos llamados a dar, no a recibir, y el momento actual nos exige entender que México empieza una etapa de involución histórica de consecuencias impredecibles, en cuanto tiempo y devastación.
Es hora de tomar en serio, como algo vital para nuestro país, lo que escribió días antes de las elecciones del 1 de julio el talentoso y certero León Krauze:
“El desenlace de una elección importa por quien gana, pero también por quien pierde. En una democracia, en teoría, el carácter de la oposición pesa tanto como la disposición y mandato de quien accede al poder… el futuro de las fuerzas de oposición se vuelve tan o más importante que el proyecto del nuevo gobierno… Hablando en plata, mientras el nuevo presidente y los suyos crecen, los opositores potenciales se diluyen… Incluso un gobierno con las mejores intenciones requiere del equilibrio de una minoría vigorosa y lúcida… El poder absoluto nubla por principio”.
Más claro y contundente, imposible. De ahí que los liderazgos de ACCIÓN NACIONAL a lo largo y ancho de la República deban reunirse sin dilación, y en “camaradería castrense” (como decían los fundadores hace 80 años) demostrar a la militancia y a toda la Nación esas cualidades indispensables para reconstruir al partido, fortalecerlo y contribuir a la sanación de la vida pública: HONOR y GENEROSIDAD.
No bastan el talento, el conocimiento, la ambición y el coraje; sin conciencia de nuestra dignidad y el auténtico desprendimiento personal todo termina en mazacote de intereses y pasiones.
Para que el PAN recobre unidad y fuerza, y para que vuelva a merecer la confianza de la mayoría de los electores, mucho ayudarán los líderes dispuestos a rechazar cargos internos y de gobierno, para darse a la tarea —como en los primeros tiempos— de mover las almas de hombres y mujeres de buena voluntad para incorporarlos en este proyecto humanista y democrático, defensor de las personas y de las instituciones, de la propiedad privada y de la social, de las libertades individuales y del Estado de Derecho, del valor del trabajo y de la solidaridad, y de la defensa de los bienes de la naturaleza, para lograr el ideal troquelado en el himno del PAN: “Una patria ordenada y generosa, y una vida mejor y más digna para todos”. M