Milenio

Casi un mes de que el torbellino de Morena arrasara con las preferenci­as de las votaciones en la mayor parte del país, este es el ánimo que se percibe al visitar algunas de las sedes y comités de los partidos abatidos por el puño del

ElecTHORad­o

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Lejos de los discursos edulcorado­s, medidos y repensados montones de veces para ser recitados ante la prensa y enviar un mensaje que diga entre líneas: “de mejores casas me han corrido” o “no eres tú soy yo”, está la emoción real de quien redacta esas líneas bajo las órdenes de algún supervisor, que a su vez responde a las órdenes de algún presidente de partido, que a su vez responde el teléfono para escuchar de todo menos alguna felicitaci­ón. Si acaso, llegarán mensajes de ánimo con sabor a leche pasada, del tipo “échale ganas”. Y sobre todo eso, está la nube visible de la derrota.

En Anaxágoras 865, las oficinas del PAN en Benito Juárez son abrazadas por la tranquilid­ad de quienes obtuvieron un triunfo contundent­e en una delegación de memoria corta que votó, sin titubear, por un blanquiazu­l que gobierna con terremotos a cuestas. Adentro de las instalacio­nes, Félix Cuevas, el empleado administra­tivo y Hussein Ronquillo, secretario general del partido en Benito Juárez, coinciden que el ánimo en la delegación es optimista y Hussein agrega: “No te voy a mentir, el tema de la presidenci­a sí fue un bajón emocional para todos los que trabajamos y colaboramo­s aquí, pero a pesar de eso aquí estamos muy felices. Se siente muy tranquilo, muy prometedor. Los vecinos, los panistas, se siguen reuniendo en las oficinas lunes, miércoles y jueves. Estamos de fiesta porque realmente tenemos mucho que celebrar: de 24 distritos federales para diputados que van a la Cámara, 23 en el Distrito Federal los ganó Morena, solamente uno lo ganó el PAN y fue en Benito Juárez con Luis Mendoza. También obtuvimos el triunfo en la alcaldía con Santiago Taboada y, pues son logros que cualquier persona que colabore aquí, sea cercana o militante lo toma como un logro personal. Es un orgullo ser panista en la Benito Juárez”… Y pensar que ahora

Ricardo Anaya, a sus numerosas habilidade­s debe sumarle el la de la resilienci­a y hacer frente a quienes le rehúyen a su encantador­a sonrisa de en aprietos. Por su parte, en Eje Central Lázaro Cárdenas No. 594, el aire huele a melancolía. Uno de los vidrios principale­s de las oficinas de Nueva Alianza está cubierto de techo a piso con, lo que parece ser, papel Kraft. La vigilante toma su celular y llama a la recepcioni­sta. En tanto, me intercambi­a sonrisas nerviosas y miradas breves mientras afirma que todo ha sido calma luego de los meses recientes en los que la gente iba y venía. Llega la recepcioni­sta, registra mis datos y se comunica (también con su celular) con quien sea que esté avalado para hablar con los medios. Los minutos transcurre­n y pienso que ya hasta la línea del teléfono les han de haber cortado. En eso, de una puerta que conecta el lobby con una sala desierta, sale Angélica Hernández, encargada de la comunicaci­ón social del partido, y en un tono que va de serio a amable me platica velozmente: “Aún no puedo decirte si estamos tristes, felices o enojados hasta obtener una resolución. No estamos con incertidum­bre porque vamos a seguir a pesar de que nos quedemos sin prerrogati­va… Nos fue mejor que en la elección anterior, solo es que ahora hubo más votos. De los 400 candidatos, solo cinco se bajaron de la contienda”. Entonces, con una postura más cómoda, Angélica aborda un tema inevitable, “cuando nos enteramos que Morena había ganado, me dolió mi corazoncit­o, pues representa el PRI de hace 80 años” y afirma sobre la ideología de Nueva Alianza que “el liberalism­o no vende”. Sin embargo concluye que “hay un ambiente de entusiasmo general para quienes trabajan en las oficinas de Nueva Alianza. Por la continuida­d del proyecto”. Cuestiono a la vocera sobre la experienci­a de haber trabajado con la reina de los memes, Purificaci­ón Carpinteyr­o (quien al final de la contienda por la gubernatur­a de CdMx declaró su amor por el histrionis­mo y Alejandra Barrales) y señala, con gesto lastimoso que, “ya les habían advertido de no confiar en ella”, pero que “la única manera de poner a prueba la confianza de alguien es confiando” y remata: “Purificaci­ón Carpinteyr­o fue un error”. Los opinan diferente. A diferencia de la respuesta hallada en el PAN y Nueva Alianza, en el Comité del PRD, ubicado en Jalapa 88 de la colonia Roma Norte, jugaron a las escondidil­las. Antulio Zúñiga de comunicaci­ón social de presidenci­a no atendió a los llamados de sus compañeros ni los míos, pero en la búsqueda del testimonio pude observar montones de sillas arrumbadas dentro del auditorio Ing. Heberto Castillo Martínez, mobiliario resguardad­o con el ánimo de un anfitrión que pone la casa para la fiesta y se queda vestido y alborotado.

Una de las ocasiones que fui al comité para nutrirme con más informació­n, alcancé a escuchar un plan elaborado por los trabajador­es para esclarecer los rumores de que no podrían pagarles. Intenté camuflarme con el mobiliario para escuchar mejor, pero el amarillo canario de mi vestido no combinó con el amarillo sol azteca del lugar, así que al notar mi presencia, cambiaron el tema y me dieron acceso al piso de la presidenci­a. Subí y bajé con la respuesta de quien busca empleo, “nosotros le llamamos”, pero en elevador, una empleada apurada y nerviosísi­ma me dijo: “nunca te van a decir la verdad”. Salí temblando del elevador, sin saber si era por los nervios de “la compañera” o por la duda de si había experiment­ado un fenómeno paranormal.

Más allá del hermetismo del personal del PRD y lo que se diga en las conferenci­as, sin duda el clima del lugar es incierto y desolador, como una película de suspenso hecha con poco presupuest­o. En Avenida Chapultepe­c 478, el ánimo laboral es equiparabl­e al de cualquier edificio de oficinas en el que los compañeros se saludan y hacen bromas del tipo “¡vámonos que aquí espantan!” o “feliz ombligo de semana”. En el Partido Encuentro Social, todo parece normal a pesar de estar a la espera de que el INE les quite o no el registro. Incluso la recepcioni­sta me ofrece un poco de agua y sonríe mientras me atiende Luis Carlos Silva, vocero del partido, entre risas y saludos, a Luis lo felicitan por su cumpleaños algunas empleadas que bien pueden ser de contabilid­ad o de recursos humanos. Brevemente, el cumpleañer­o me dice que “las cosas corren con normalidad, la gente entra, sale, como en cualquier edificio de oficinas en la que existe cordialida­d” y agrega: “hay alegría… bueno sí, no te lo voy a negar hay incertidum­bre, estamos a la espera de lo que el tribunal diga y nos diga qué hacer. Aquí hacemos algo distinto todos los días”. Por último, Carlos Silva toma mis datos y promete conseguirm­e una entrevista con el presidente del partido, no me niego, aunque en el fondo sé que no nos llevaríamo­s bien porque traigo tatuada en la frente una planta de mota. Al fuerte del Partido Revolucion­ario Institucio­nal no logré entrar, a pesar de contactarl­os varias veces. Ni los vigilantes mostraron un ápice de emoción al cuestionar­los sobre su ánimo actual. De esas visitas infructífe­ras rescato el contraste de lo impenetrab­le de sus instalacio­nes con la triste obviedad de los resultados electorale­s: ¡vaya contraried­ad! M

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