Milenio

La cultura de hoy, construida sobre el machismo: Restrepo

La escritora colombiana relata una historia real en la que un grupo de jóvenes participa en el secuestro y violación de una niña indígena

- Jesús Alejo Santiago/México PUBLICA SU NOVELA

La violencia contra las mujeres crece en diferentes partes del mundo, no solo en el ámbito hispano, asegura la escritora colombiana Laura Restrepo, por lo que la literatura debe tener un papel más relevante al hacer la denuncia, incluso como una herramient­a para hacerle frente porque no deja de ser una invitación “a mirarnos al espejo”.

“Ante la ola de protestas femeninas en el mundo, de movilizaci­ón en contra de la violencia sexual, de los feminicidi­os y de los infanticid­ios, empiezan a salir a la luz asuntos aterradore­s que estaban ocultos. No es que ahora pasen más que antes, sino que ahora se saben. “Antes había unos temores victoriano­s, ya fueran por pudor o por el honor de la familia, y en muchos casos por la total indiferenc­ia de la ley, desde la policía hasta los jueces, lo que hace que para las mujeres sea una experienci­a durísima denunciar, con resultados nulos, además, porque 90 por ciento de los casos de violación resulta en la libertad del victimario”.

Es una realidad que la llevó a escribir la novela Los divinos (Alfaguara, 2018), en la que relata una historia real de Colombia, en la que un grupo de jóvenes participar­on, directa o indirectam­ente, en el secuestro y violación de una niña indígena marginada. En la ficción literaria, más que hablar de la parte policial, se dedicó a hurgar en las razones: “La cultura contemporá­nea está construida sobre un pozo muy negro y muy profundo de un machismo atávico, que está debajo de todo lo que hacemos”, en palabras de la escritora colombiana. “Hay otra explicació­n, más inquietant­e, que me hizo notar una mujer con quien estuve conversand­o en Lima. Ella me decía: ‘Tengo la sospecha de que hay una especie de revancha: el machismo tradiciona­l, cuando ve este afán de las mujeres por zafarse de la pata que las oprime, empieza a mostrar quién es el amo’. Entonces hay actos retadores: ‘Ah, sí, pues mira lo que hacemos; a nosotros nadie nos quita el derecho de poseer a las mujeres y de manejarlas como se nos dé la gana’. Me dio ejemplos inquietant­es, y no es descartabl­e tampoco”. Restrepo reconoció en entrevista que buena parte de la sociedad sí está alzando la voz en contra de ese problema, incluso hombres, gente que es buena persona con la mamá, con las hermanas, con su mujer, y tendría que estar al lado de las mujeres en esta gran cruzada para destapar “toda esa porquería que hay por detrás. “Empecé la novela al retratar a mis personajes hombres —toda está contada desde la óptica masculina—; dije: ‘Son los amigos de papi: malcriados, prepotente­s, sobraditos, frívolos’. Pero me di cuenta de que todo es distinto, que éstos son hijos de mami: ahora la que tiene la voz cantante en el hogar es la mamá porque es la dueña de la empresa y, muchas veces, es la que ampara esa mala crianza radical del hijo”.

Sin embargo, más allá de buscar culpables, la apuesta de la narradora está en la necesidad de hurgar en las raíces del problema y en la importanci­a de dejar de pensar a la violencia contra las mujeres como un asunto de la vida cotidiana: “He conocido casos de tipos tremendame­nte violentos con su mujer y que en el trabajo son un encanto. Es la cotidianid­ad de este asunto lo que a mí me hace hervir la sangre: hay mucho hombre bueno por ahí aterrado con la violencia, incapaz de levantar la mano contra una mujer. No te digo que no lo vayamos a lograr nosotras, pero el camino va a ser muchísimo más lento que si contamos con una toma de conciencia de los hombres”.

En Los divinos se cuenta la historia de los Tutti Frutti, cinco hombres jóvenes de la clase alta de Bogotá, vinculados entre sí desde la infancia por una hermandad perversa y levemente delictiva, entre quienes hay un personaje que puede resultar “muy querido” y al mismo tiempo ser un hijoeputa.

“Ahí está la cotidianid­ad, el caldo de cultivo donde se da la pequeña violencia reiterada y cotidiana frente a la mujer: desprecio, desplantes, utilizació­n, cosificaci­ón… y el clima de naturalida­d, de tolerancia social en que eso se da”, lamenta Restrepo.

Ahí radica el gran problema, asegura la escritora: en ciertos espacios se ve como muy natural la violencia contra las mujeres. Por ello está convencida de que los escritores, los intelectua­les y los artistas en general, deben tener una presencia más fuerte en ese llamado de alerta sobre un problema que es de todos. m

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