Milenio

El campeón avanzó

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El estadunide­nse Sam Querrey, campeón defensor del Abierto de Los Cabos, tuvo un debut placentero en esta edición, después de vencer por 6-2 y 6-3 al mexicano Lucas Gómez, en apenas 49 minutos de acción para abrir la segunda jornada del torneo.

El norteameri­cano, 28 del ranking, hizo valer su condición de favorito para superar al local, 693 de la ATP, quien tuvo el apoyo del público e incluso se animó en la recta final del partido a lanzar algunos golpes de buen nivel.

El monarca de la edición anterior sirvió bien, golpeó fuerte con su derecha y fue agresivo para intentar resolver el encuentro lo más rápido posible. De inmediato se colocó 3-0, después de romper el servicio de su rival en el segundo game, para prácticame­nte sentenciar el set.

“Me siento bien, jugué en un buen nivel y es positivo llevarme el primer partido, espero jugar mejor durante el torneo”, analizó el triunfador.

Con una buena derecha, el también campeón en Acapulco en 2017 se puso 4-1, pero a partir de ahí Lucas se estabilizó, intentó puntos más largos y comenzó a servir mejor, a pesar de la distancia en el marcador.

“Ahora puedo cenar a buena hora, el clima está bien, así que no me importa el horario, el calor parece descender a esta hora”, señaló el visitante.

El zurdo tricolor parpadeó con su saque al final del primer capítulo y lo entregó, dejando una pelota en la red para el 6-2 en 23 minutos.

El segundo episodio pareció presagiar lo peor para Lucas. Sam ganó el primer juego en cero, con la receta que lo llevó a tener las dos coronas en México el año anterior: saque y derecha, pero Gómez respondió de la misma forma e igualó la pizarra también sin ceder algún punto.

Pero el impulso duró poco, aunque el norteameri­cano estuvo en riesgo 30-30 en el tercer game, solventó la situación y después le rompió con un drive desde el fondo, para poner el 3-1, que también encaminó la segunda manga y el resto del encuentro.

Querrey incluso estuvo sólido con su segundo saque, cercano a los 180 kilómetros por hora, aunque no estuvo exento de algunas dobles faltas.

“Jugué bien en Queen’s, en Wimbledon, he practicado bien, espero defender mi título aquí y estar a este nivel al final de la temporada”, analizó el norteameri­cano.

Gómez recuperó la confianza tras el break y mantuvo su saque en los dos siguientes juegos, pero Sam no se puso nervioso para cerrar el duelo con su servicio.

Juan Pablo Sánchez/Enviado, Los Cabos

Conocí a Eduardo Galeano en el año capicúa 1991. Eduardo tenía un sentido del humor admirable. Dijo, por ejemplo, “el peluquero me humilla cobrándome la mitad”. Dijo, por ejemplo, “mirá, Gilberto, van al baño con caras de penitentes y salen con caras de celebrante­s”. Narró, por ejemplo, la bella anécdota de Borges que, cuando se disponía a cruzar la calle pidió auxilio a un mozalbete quien, a mitad de cruce de calle, le dijo: “Maestro Borges, le tengo que contar algo. Y el ciego clarividen­te de Buenos Aires, circunspec­to y rápido respondió: contadme lo que querás. A lo que el joven respondió es que sé que usted odia a Perón, pero yo soy peronista. Y el autor de El Aleph, no sin retranca maliciosa, respondió: ¡Ah, vos también sos ciego”.

Todo esto conversamo­s mi adorada Leticia y yo con Eduardo Galeano en la cantina “Noche Buena” del Centro Histórico. No importa. Todo en la vida es así. Además, como dije en Vagamundo: “No se viene al mundo para ganarle a nadie; se viene al mundo para darse, para entregarse a los demás”. Eduardo Galeano, una de las mentes mejor amuebladas de América Latina poseía la virtud impar del desprendim­iento: no se adhería a las cosas nunca. Y escribió uno de los libros cardinales sobre futbol: El futbol a sol y sombra: una reflexión inteligent­e, sensible, entrañable. Evocación de Eduardo Galeano.

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