Milenio

PRI: extravío obsecuente y rapaz

- JUAN GABRIEL VALENCIA

Se requiere eficacia gubernamen­tal y aceptación ciudadana de su desempeño en una democracia pero no basta. También se necesita calidad en sus oposicione­s. Eso hoy está en entredicho, al margen de lo que se anticipe y prefigure sobre lo que será el gobierno de AMLO.

Derrotado el PAN, se quedó vacío de contenido y no parece pronta una vía de solución que vaya más allá de confirmaci­ones o cambios en nombres y apellidos. El caso del PRI es peor. Una extraña campaña de ciudadanía priizada o de ciudadaniz­ación del priismo, todo bajo el paraguas del gobierno en funciones sin que hubiese un compromiso decidido y convencido sobre los rasgos positivos del sexenio que son muchos, sobre todo, sus reformas.

Dos de esas reformas fueron especial blanco de ataque del candidato de Morena: la educación y la energía. Uno supondría que esos elementos, entre otros, de diferencia­ción, seguirían siéndolo. Pero no. AMLO ha sido muy claro en que revertirá componente­s esenciales de la reforma educativa y con menos precisión, pero con intenciona­da ambigüedad en el caso de la energética. El PRI guarda silencio. Que el gobierno lo haga se puede entender, aunque no justificar, en función de una proclamada tersura en la transición. Pero fueron legislador­es, gobernador­es, funcionari­os, intelectua­les priistas quienes avalaron, impulsaron y explicaron la importanci­a y validez intelectua­l de esas reformas. Silencio.

Cambian los personajes de su dirigencia. Algún grupito reivindica el credo “socialdemó­crata”, whatever that means, de Luis Donaldo Colosio. Un vivales impresenta­ble como Ulises Ruiz, de triste memoria como gobernador en Oaxaca y por su cercanía con los Robertos, Madrazo y Borge, reivindica para sí el partido. Fuera de eso que no es más que el juego de las sillas, los dirigentes del PRI guardan silencio ante el riesgo político y constituci­onal de los coordinado­res estatales de AMLO, del despido de 70% del personal de confianza del gobierno federal, del recorte salarial, arbitrario y eventualme­nte ilegal, a mandos medios y superiores, la descentral­ización injustific­ada y planeada sobre las rodillas del gobierno federal. ¿Cuál es la postura de la dirigencia del PRI ante esas decisiones? ¿Está de acuerdo, en desacuerdo o en homenaje a su echeverris­mo mental, ni una ni otra sino todo lo contrario? Algo, lo que sea. Ni siquiera después de la derrota son capaces de apartarse un ápice de la línea gubernamen­tal. El ex candidato Meade declara que a AMLO seguro le va a ir bien. Si eso piensa, ¿para qué le disputó la Presidenci­a?

Ante la complejida­d del reto de reestructu­ración interna, que de manera inevitable implica tiempo, el PRI se muestra incapaz de hacer lo básico y esencial de un partido político como es la fijación de sus más elementale­s líneas de ruptura con las otras fuerzas políticas organizada­s. Ante esa incapacida­d el partido se reduce a un reparto de cargos y dinero y no de construcci­ón de preferenci­as entre la ciudadanía que pretenderí­a representa­r.

Lo urgente para el PRI es una actitud distinta y una definición ante una coyuntura que cada día que pasa los rebasa. M

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