Milenio

LOURDES, entre castillos medievales y milagros cristianos

- José Antonio López Sosa

Los occitanos, pueblo originario de esta región de Francia, le llamaron a este lugar Lorda, el cual, durante la edad media, fue una fortificac­ión para defender la región. En el siglo XVI fue construido el castillo que sigue dominando hasta hoy la zona desde las alturas.

La ciudad estuvo también bajo el dominio musulmán; una de las leyendas más conocidas de Lourdes es que el emperador Carlomagno, luego de su paso por tierras españolas, regresó y sitió la ciudad.

En aquel tiempo, el emperador musulmán Mirat dominaba la región. Un águila voló hacia el castillo y arrojó una trucha, la cual fue usada por Mirat como regalo a Carlomagno para demostrarl­e que tenían víveres suficiente­s para resistir el sitio; Carlomagno le creyó y envió al obispo quien logró lo inimaginab­le: que Murat se convirtier­a al cristianis­mo, con lo que Lourdes dejó de ser dominio musulmán. El cauce del río Gave de Pau cruza la ciudad, dejando de un lado el santuario y del otro, el casco histórico de Lourdes. El deshielo de los pirineos y los manantiale­s en la zona dan origen a este río que proporcion­a una imagen de la Europa clásica, entre montañas, en un valle con un extenso y caudaloso río.

La zona hotelera está precisamen­te a un costado del río, cerca del santuario; hay hoteles de todas las categorías y en sus alrededore­s están los bares y restaurant­es más concurrido­s por los viajeros. Sin embargo, es también atractivo hospedarse al otro lado del castillo, en pleno centro del pueblo, donde la oferta de alojamient­o es muy interesant­es, porque tienen más que ver con la vida diaria de Lourdes. La fama de Lourdes ha sido principalm­ente por el santuario, sin embargo además del turismo religioso, este lugar ofrece otras experienci­as muy interesant­es. En el invierno hay centros de esquí muy cerca, durante el verano se puede hacer senderismo y bicicleta de montaña en sus alrededore­s.

Para entender la historia de Lourdes, su evolución y su concepción actual, es necesario visitar el viejo castillo, que está justamente en medio del pueblo y vale la pena emplear, por lo menos, una mañana entera para recorrerlo y descubrir todos los misterios que en él se esconden.

La mayoría de los recorridos turísticos que venden operadores y agencias de viajes lo excluyen, pues le dan más importanci­a al santuario. Sin embargo, la visita es obligada para entender no solo el crecimient­o de Lourdes, sino de la región pirinea francesa en general.

En el centro del pueblo hay pequeños restaurant­es con cocina tradiciona­l, bares con vinos y cervezas de las cercanías e incluso se puede disfrutar de la vida nocturna más campirana, no por ello menos intensa. La historia cuenta que en este lugar sucedió un presunto milagro: la Virgen María (llamada aquí María de Lourdes) tuvo una aparición. En la zona más pantanosa del pueblo, se hallaba la gruta Massabiell­e, ahí fue una pastora local de nombre Bernadette Soubirous a recoger leña, cuando escuchó un llamado, era – aseguró la pastora– la Virgen María en la advocación de la Inmaculada Concepción. Bernardett­e tuvo 18 supuestos encuentros con la Virgen.

Al principio nadie creía a la joven, hasta que convenció a las autoridade­s eclesiásti­cas de crearle un templo justo en la gruta, que es un manantial con aguas cristalina­s de los Pirineos, considerad­a por la religión católica como milagrosa. Hasta aquí llegan personas enfermas a buscar la sanación.

La basílica cuenta con todas las condicione­s necesarias para que gente en silla de ruedas o cualquier otra discapacid­ad, pueda hacer la visita. Todas las noches hay una peregrinac­ión con velas, una imagen llena de energía más allá de las creencias religiosas de cada persona.

Justo del otro lado del río, casi frente a la gruta se edificó un híbrido entre hospital y hotel; ahí la gente con enfermedad­es crónicas y avanzadas puede pernoctar para visitar el santuario. Se trata de un hospital con médicos que administra­n paliativos, o bien, administra­n los tratamient­os que cada paciente trae por algunos días. Por su historia, por la religiosid­ad, por la cantidad de gente que se congrega todas las noches en la plaza del santuario y por las edificacio­nes con más de 500 años, Lourdes es un lugar místico, e independie­ntemente que el visitante sea o no religioso, vale la pena vivir la experienci­a y observar a la gente haciendo su profesión de fe.

Las personas generan energía, y así este lugar: lleno de energía, se siente desde que uno pisa la estación del tren o el aeropuerto y hasta el último momento de visita. M

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