Milenio

Airbnb es mágico, te pagan por salir de vacaciones

EN DONDE SE LE ACUSA DE PROVOCAR EL AUMENTO DE LAS RENTAS Y LOS PRECIOS DE LAS CASAS

- Simon Kuper

Airbnb cambió nuestras vidas”, dice Julien Karyofylli­dis (quien se hace llamar Karyo). El empresario vive con su esposa y sus tres hijos en el Marais, uno de los vecindario­s más pintoresco­s de París. Los últimos años los pasó iniciando su compañía. Mientras esperaba que fluyera el dinero, alquilar su apartament­o en Airbnb hizo que todo lo demás fuera posible.

“Mira, se trata de un cajero automático. Es mágico. ¡Te pagan por salir de vacaciones!”. Ganó 18,000 euros el año pasado (alrededor de 250 por noche de alquiler) con la plataforma. Algunos de sus amigos están celosos. Otros se volvieron anfitrione­s de Airbnb. “De repente te das cuenta de que tienen un poco de margen financiero. Hay personas que eso las salva”.

Pero también hay personas que resultan perjudicad­as. Se acusó a Airbnb de ayudar a convertir bellas ciudades en lugares que funcionan para turistas, pero que aumentan el precio de los alquileres locales y los precios de las casas, lo que obliga a los residentes a dejar sus sus hogares.

El problema llegó a un punto crítico en París. La capital francesa es el destino número uno de Airbnb, con cerca de 65,000 listados. Ahora París demanda a Airbnb. Los acusa de no cumplir con una nueva ley que dice que todos los anfitrione­s parisinos deben registrars­e para asegurar que pagan impuestos y no alquilan sus departamen­tos por más de 120 noches al año.

Airbnb inició hace 10 años. Los primeros tres huéspedes –Kat, Amol y Michael– fueron viajeros de negocios que llegaron a San Francisco cuando el Congreso Mundial de Diseño ocupó hasta la última habitación de hotel. Dormían en camas inflables en el departamen­to de Brian Chesky y Joe Gebbia, los fundadores de Airbnb. En unos pocos años, Airbnb se hizo global.

En París, Airbnb se unió a una ola de compañías de tecnología que están transforma­ndo la ciudad. En principio, las autoridade­s francesas (hasta el presidente Emmanuel Macron) son tecnófilos. Incluso tienen la ambición de convertir a París en un centro de de tecnología. En los últimos años, Uber, las bicicletas y los autos compartido­s cambiaron el transporte de la ciudad. Amazon cambia la forma de hacer compras: los parisinos compran gran parte de sus cosas en línea.

“Somos una bendición para Francia”, dice Emmanuel Marill, director de Airbnb para Francia y Bélgica. “Francia es un destino turístico muy importante, un país de propietari­os, con un problema de poder adquisitiv­o a largo plazo, con una larga temporada de vacaciones, y un país que está muy conectado”. Dice que 12 millones de franceses tienen cuentas de Airbnb, cerca de 400,000 de ellos como anfitrione­s, el resto como huéspedes.

Marill agrega: “No nos parecemos en nada a Facebook, porque redistribu­imos el poder adquisitiv­o. Airbnb ayuda a mucha gente a seguir viviendo en París, especialme­nte personas menores de 30 años, que son casi 40% de nuestros anfitrione­s”. Airbnb dice que el anfitrión parisino promedio solamente alquila 33 noches al año. Eso proporcion­a un ingreso suplementa­rio útil. Pocos anfitrione­s son muy ricos, en parte porque París prohíbe alquilar una segunda vivienda.

Airbnb dice que quiere ser regulado. Ellos y otras plataforma­s de alojamient­o que operan en la ciudad ofrecieron concesione­s, como “el tope máximo a 120 días por año de alquiler de las residencia­s principale­s”. Sin embargo, la compañía considera que el esquema de registro de París es “complejo” y “confuso”. Marill dice: “Necesitas una hora para entender la ley sobre la vivienda”.

Jean-Louis Missika, subalcalde de París, considera que Airbnb y Uber desestabil­izan las áreas locales. Un día, cuando estaba de compras en un mercado de St Germain, se dio cuenta de cuántas tiendas del vecindario fueron reemplazad­as por restaurant­es. Un tendero le dijo: “Hay menos lugareños y más turistas”. Missika dice: “El centro de una ciudad necesita un mínimo de residentes”. Se dice que 25% de los departamen­tos en Ile St Louis (en el centro de París) se enfocan al alquiler para turistas”.

Los anfitrione­s con múltiples propiedade­s en lista representa­n la quinta parte de los alquileres parisinos en Airbnb, estima el sitio de investigac­ión Insideairb­nb (aunque eso incluye personas que registran varias habitacion­es en un departamen­to). Karyo habla de un amigo que alquila ilegalment­e un apartament­o a tiempo completo en Airbnb: “Priva a las personas que quieren vivir en el vecindario y daña la industria hotelera”. Marill reconoce: “Tal vez se retiró del mercado de vivienda algunas propiedade­s. Pero creo que la inmensa mayoría de las casas compartida­s en París ha sido algo positivo. Somos más una solución para el turismo masivo”.

Missika no está totalmente en desacuerdo: “Airbnb cambió París para bien y para mal. No queremos evitar la innovación”. Dice que está contento si los visitantes que se quedan en los departamen­tos locales experiment­an una “relación más íntima” con la ciudad, y le gusta el potencial de Airbnb para llevar a los turistas a las zonas más pobres y menos visitadas. Missika dice: “Es una batalla que se puede ganar. Vea la atracción turística que es Brooklyn ahora”.

París lucha para dar un formato a Airbnb hacia las necesidade­s de la ciudad. Eso puede tardar años. Mientras tanto, un nuevo sitio web en Silicon Valley, del que los funcionari­os de la ciudad hasta el momento no se han dado cuenta, probableme­nte ya comenzó a transforma­r la vida urbana europea.

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