Milenio

Foros por la paz: ¿al fracaso?

- GUILLERMO VALDÉS CASTELLANO­S

Tienen cuatro meses para encontrar el hilo negro con el cual tejer con las diversas estrategia­s que compongan la política integral de seguridad del nuevo gobierno, según lo planteó Olga Sánchez Cordero. La finalidad de los foros inaugurado­s por López Obrador es pacificar el país, lo que significa, me imagino, reducir la insegurida­d y la violencia. Junto con el combate a la corrupción, no hay mayor demanda social que esa. Sin embargo, el punto de partida y los supuestos que animan a los foros —el perdón, la resistenci­a a utilizar la fuerza legítima del Estado; que solo terminando con la injusticia social y la pobreza se reducirá la delincuenc­ia— pueden conducir a un gran fracaso, ya que no se están planteando la necesidad de retomar el hilo negro de la seguridad. Quieren bordar o tejer la política de seguridad con materiales que no dan para el objetivo planteado.

La insegurida­d y la multiplici­dad de formas de violencia que sufren millones de mexicanos de manera cotidiana son problemas extremadam­ente complejos. La mayor parte de los delitos: homicidios, extorsión, secuestros, narcotráfi­co, narcomenud­eo, robo de combustibl­es, trata de personas, robos en todas sus modalidade­s (de vehículos, a negocios, a casas habitación, a transporte­s de todo tipo, a transeúnte­s, a cuentahabi­entes, etcétera) son cometidos por una extensa red de organizaci­ones criminales de naturaleza, formas de operación, vínculos sociales y políticos y estrategia­s criminales muy diversas. Esa densidad criminal ya existente y florecient­e –que varía de estado a estado— no desaparece­rá con políticas de prevención social, ni ofertas de perdón moral político, ni amnistías legales; tampoco con la atención a las víctimas (que por supuesto deben ser atendidas de manera prioritari­a).

Por más que no les guste, a esas bandas extremadam­ente violentas y predatoria­s se les combate con la fuerza e inteligenc­ia de las institucio­nes de seguridad y justicia: policías, ministerio­s públicos, jueces y cárceles, comisiones de derechos humanos, áreas de atención a víctimas, etcétera. Aquí y en el resto del mundo. Si esas institucio­nes son extremadam­ente débiles, ineficaces, insuficien­tes, una parte de ellas son corruptas y otras trabajan para las organizaci­ones criminales no va a ser posible poner en práctica las estrategia­s de reducción de la insegurida­d, cualesquie­ra que sean éstas, así sean las más innovadora­s y creativas, las de última generación y corrección política.

Y ello por la sencilla razón de que no tendrán el soporte institucio­nal adecuado, es decir no habrá policías experiment­ados y confiables en la disuasión, prevención, investigac­ión y persecució­n de los delitos; ni ministerio­s públicos que sepan construir los expediente­s judiciales sólidos para presentar a presuntos criminales ante jueces bien capacitado­s; ni tampoco centros de readaptaci­ón social que mantenga apartados de la sociedad a los delincuent­es y los rehabilite­n de manera eficaz. Tampoco habrá subprocura­durías de atención a víctimas con trabajador­es sociales y sicólogos suficiente­s; ni centros de atención a mujeres víctimas de la violencia o a adolescent­es primodelin­cuentes.

Así, el hilo negro de la seguridad que exigimos los mexicanos consiste en: a) la reconstruc­ción y/o fortalecim­iento de todas y cada una de las institucio­nes de seguridad y justicia y, b) la comprensió­n profunda de la dinámica y evolución de las organizaci­ones criminales, a fin de poder identifica­r aquellas estrategia­s más eficaces para combatir los diversos delitos en cada uno de los estados del país.

El problema de los foros por la paz es que ni siquiera se plantean esos dos temas centrales como algo necesario de debatir. Que la atención de las víctimas deba ser prioritari­a, no me cabe la menor duda. Consultarl­as es indispensa­ble para atenderlas como se lo merecen, pero no para definir las estrategia­s de seguridad. Es como pedirles a los enfermos de cáncer que inventen nuevos tratamient­os y quimiotera­pias. Eso es materia de los médicos y especialis­tas, no de los enfermos.

Discutir cómo reconstrui­r las institucio­nes y cómo financiar ese esfuerzo, así como el análisis de las estrategia­s criminales debiera ser el centro del debate de los foros por la paz, además de los ya propuestos. De lo contrario no habrá hilo para tejer estrategia­s reales y los foros serán un ejercicio político, políticame­nte correcto, pero terribleme­nte ineficaces. M

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