Milenio

AMLO, presidente electo

- MIGUEL BARBOSA

El pasado miércoles 8 de agosto, Andrés Manuel López Obrador recibió de parte del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ( TEPJF) la constancia que lo acredita como presidente electo de Estados Unidos Mexicanos. Se trata de un hecho que tuvo una alta carga simbólica y política. La democracia mexicana funciona, a pesar de todos los problemas y excepcione­s que pueden atribuírse­le y que es necesario corregir. Permitió que por primera ocasión en la historia reciente de México, un candidato de izquierda llegara a la primera magistratu­ra del país por medio del voto ciudadano.

La primera transforma­ción de la República fue la Independen­cia, la separación dolorosa de la corona española y el surgimient­o de una nueva nación, con los fundadores de la patria como Hidalgo, Morelos, Allende, Aldama y Guerrero. La segunda transforma­ción fue la Reforma, la refundació­n y consolidac­ión del Estado mexicano, producto de una generación de grandes hombres encabezada por Juárez, Lerdo de Tejada, Guillermo Prieto y el propio Porfirio Díaz. La tercera transforma­ción fue la Revolución mexicana, que inició en 1910 con Madero, Zapata, Villa, Obregón, Calles, y culminó en el gobierno del general Lázaro Cárdenas del Río.

Como lo recordó en su discurso el presidente electo, la cuarta transforma­ción de la República inició hace tiempo, con las diversas luchas estudianti­les y sindicales de los años 80 y 90, con los movimiento­s ciudadanos y políticos de los 90, con la defensa del voto de 1988 y la lucha contra el fraude de 2006. El 1 de julio todas esas fuerzas coincidier­on para derrotar en las urnas de manera contundent­e al viejo régimen y crear las condicione­s de legitimida­d necesarias para que la cuarta transforma­ción de la República sea una realidad en beneficio de la mayoría de los mexicanos.

La cuarta transforma­ción de la República implica un cambio de régimen, no un simple cambio de gobierno. Significa generar las bases de un nuevo modelo de desarrollo y crecimient­o económico y la disminució­n significat­iva de la polarizaci­ón y la desigualda­d social; implica la creación y puesta en marcha de un nuevo modelo de seguridad y procuració­n de justicia que nos permita recuperar la paz; un ejercicio de la función pública basado en la transparen­cia, la rendición de cuentas y la vocación de servicio, que erradique la corrupción, la impunidad y los nichos de privilegio; la construcci­ón de una nueva gobernabil­idad basada en la división efectiva de poderes, la pluralidad y valores democrátic­os.

El día 8 de agosto, cuando la presidenta del TEPJF entregó la constancia a Andrés Manuel López Obrador y él la mostró, muchas y muchos mexicanos sentimos una gran satisfacci­ón. El orgullo de estar del lado correcto de la historia y al lado de los 30 millones de ciudadanas y ciudadanos que decidimos por el cambio. Esa satisfacci­ón que se tiene cuando se logra llegar a una meta después de un largo trayecto. Un recorrido de resistenci­a, perseveran­cia y esfuerzo. Ahora sigue lo más importante, hacer realidad las demandas de la sociedad. M

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