MITOLOGÍA MESOAMERICANA
Esas caminatas se marcaron en un mapa con ayuda de un geolocalizador; cuando un arqueólogo encontraba una concentración de elementos (vestigios), se colocaba una banderita. Cuando finalmente terminaron de caminar, se analizó la información y se eligieron las áreas donde era necesario excavar.
El equipo encontró una especie de altares hechos con madera y piedra de tezontle: “Eran unas mesitas en las que ponían elementos relacionados con el lago, seguramente para propiciar la buena pesca y la caza”, dice Sánchez Nava.
No fue uno ni dos sino siete altares los que fueron hallados y que despertaron la curiosidad científica de los arqueólogos. Evidentemente las bases ya no existían: la madera expuesta al agua salada del lago de Texcoco se desintegró y solo quedaron unas estructuras tubulares de sal petrificada. Entonces, tratando de buscar una explicación, fue replicado el ritual de hace 600 años. Asimismo, en una parte del lago en la que todavía hay un poco de agua, los investigadores dejaron un altar con una mesa de madera durante casi siete meses.
¿Y cómo dedujeron que esos altares estaban dedicados a Tláloc? En sus excavaciones hallaron lo que es la corona de este trabajo arqueológico; Sánchez Nava lo describe así: “Una figura de unos 80 centímetros, una deidad acuática, seguramente Tláloc”.
Ortuño añade sobre los altares: “Creemos que no solamente servían para el aspecto ritual; una de las propuestas que estamos planteando es preguntarnos cómo se dividían los pueblos en los alrededores del lago de Texcoco, y posiblemente muchos de estos altares también cumplían con la función de ser una especie de mojoneras para delimitar. Esto no quiere decir que no se pasaran”.
En la terminal aérea habrá una sala especial para la exhibición de algunos vestigios
Según los arqueólogos, gracias a esta información ahora sabemos que los pobladores no iban a esa zona en una sola época sino que habitaban allí por largas temporadas, que pescaban, cazaban y eran también productores de sal.
Para comprender su vida en el lago, hay que recordar que la cuenca del Valle de México se componía de varios cuerpos de agua: al sur Xochimilco y Chalco, al norte Zumpango y al oriente Texcoco. En épocas de lluvia se desbordaban, al punto de que se convertían en un solo lago. Pero durante el estiaje, etapa de mucho menor caudal, era posible caminar en el lecho de algunas partes centrales del lago de Texcoco. Era entonces cuando los antiguos pobladores aprovechaban para poner ofrendas, cazar aves (colocaban redes en forma horizontal para atraparlas), pescar y producir sal.
Sobre esta última actividad, los arqueólogos tuvieron otro hallazgo: trabajos anteriores en zonas de lo que fue la orilla del lago permitieron documentar la producción de sal mediante tiestos, una especie de macetas que retacaban de sal y quedaban como piloncillos. El tiesto se rompía y quedaban los bloques de sal.
Pero en la zona central del lago no era posible implementar está técnica, de modo que fue necesario desarrollar otra ingeniería: construyeron unas vasijas en las que hacían unos orificios y las colgaban de algunos postes en espera de que se desbordaran de agua. Cuando volvía a bajar el nivel, el agua salía por los orificios y quedaba la sal en la vasija. “Recogían la salmuera y volvían a depositar la vasija porque, a diferencia de los ribereños que rompían los tiestos, sus vasija eran reciclables”.
Hoy, los vestigios están en proceso de identificación y catalogación.
Para 2020 se espera la publicación de un libro sobre las piezas y, si el aeropuerto se concreta, habrá una sala permanente para la exhibición de algunas de ellas. m