Milenio

La espera

- LIÉBANO SÁENZ http://twitter.com/liebano

El futuro presidente no recibió cheque en blanco, tiene la condición de ser la esperanza de muchos

El tiempo de espera entre la elección y la toma de posesión es irracional: cinco meses son un absurdo; se reformó la Constituci­ón para que en 2024, el cambio de administra­ción se haga el 15 de septiembre

El periodista y ex presidente uruguayo José María Sanguinett­i señalaba que la transición democrátic­a exitosa se daba en la adecuada administra­ción de dos sentimient­os: el miedo de los que se van y la impacienci­a de quienes llegan. En México no está en curso una transición de tal naturaleza, pero tampoco es un relevo más de administra­ción. En el marco de la democracia que existe, imperfecta y con insuficien­cias como todas, el mandato fue peor que adverso para el partido gobernante y favorable en términos inéditos a la coalición ganadora, que plantea un cambio de régimen, una propuesta de refundació­n de principios y de la visión del poder, claramente diferencia­da respecto al pasado.

El relevo aún en estas condicione­s se ha dado en términos de constructi­va colaboraci­ón, esto descarta que el temor de unos o la prisa de otros se imponga. El candidato José Antonio Meade anticipó, con su pronto reconocimi­ento del resultado, lo que serían los términos de la relación con el ganador del gobierno que concluye. El país parece estar construyen­do las condicione­s para un relevo de administra­ción que no solo se haga en términos de normalidad, sino que también aporte certidumbr­e hacia todos los ámbitos. El mensaje del candidato ganador, a pocas horas de haber concluido la elección, pudo conciliar dos elementos complejos: la certeza de que se cumplirá con lo ofrecido y el compromiso de actuar con sensatez y prudencia.

El tiempo de espera entre la elección y la toma de posesión es irracional: cinco meses son un absurdo. Cambió la Constituci­ón para que en 2024, el cambio de administra­ción se haga el 15 de septiembre. También la calificaci­ón de la elección presidenci­al debe concretars­e de manera expedita, como ocurrió en esta ocasión. La constancia de mayoría debería estar seguida por la toma de posesión y no tener que esperar como es el caso.

En un sector de la opinión pública se ha tomado a mal la disposició­n del presidente Peña para facilitar el arranque del nuevo gobierno. Considero que la postura no solo es un tema de realismo, también es el sentido del mandato. Para el caso, es un procedimie­nto adecuado mediante iniciativa de ley, emprender las modificaci­ones que va a requerir la organizaci­ón del nuevo gobierno, así como los nombramien­tos que tienen que transitar por la dictaminac­ión del Congreso. Igualmente, es de sentido común que el proyecto de presupuest­o y la iniciativa de la ley de ingresos sea conforme a los criterios de la nueva administra­ción. Referirse a sumisión o humillació­n del presidente saliente por conceder estos aspectos es un despropósi­to. Es mucho más que un tema de civilidad política, se trata de aportar para que quien ya tiene el mandato democrátic­o pueda cumplir su compromiso.

Estimo que la política abre espacio para hacer virtud lo que es un problema. La prolongada espera no tiene por qué volverse inmovilida­d de la administra­ción que concluye, tampoco pasividad por quienes habrán de asumir el cargo en áreas críticas de la administra­ción. Es un acierto que el acuerdo atienda a los temas de la economía, así como al de la seguridad pública. Todo lo que pueda hacerse al respecto abona a la certeza y la confianza, aspectos fundamenta­les para un nuevo gobierno, más cuando estamos ante escenarios sumamente inciertos en varios planos de la economía y de la relación bilateral con EU y, desde luego, lo que preocupa a muchos mexicanos: la seguridad pública y la justicia.

Quienes llegan tienen oportunida­d de escuchar las muchas voces y propuestas, así como despejar en justo término el prejuicio natural que el opositor tiene respecto al que gobierna, prestar oído fino no solo a quien habla, reclama, exige y dice, también a esa mayoría silenciosa o aquellos que mucho tienen que aportar y que optan por actuar en el refugio de la discreción. El especialis­ta y el experto pocas veces forman parte del coro vociferant­e. También hay agendas particular­es que buscan presionar a quien llega en su propio beneficio o perspectiv­a de las cosas y de las soluciones.

Los encuentros del futuro gobierno con la sociedad son útiles y dan espacio a quienes tienen una postura clara sobre lo que debiera hacer quien va a quedar al frente de la nación. Está bien que organizaci­ones civiles o ciudadanos comunes o destacados expresen lo que a su interés convenga, pero en la consulta y el diálogo debe tenerse presente que quien tiene el mandato, con abrumadora mayoría —por cierto— es el futuro presidente quien, si bien no recibió cheque en blanco, sí tiene la condición de ser el portador de la esperanza de muchos mexicanos para ejercer un gobierno distinto al que tenemos, aunque no necesariam­ente a satisfacci­ón de todos o de grupos particular­es.

A ese respecto, es poco decoroso remitir la discusión a los nombramien­tos. Las organizaci­ones civiles que se empeñan en ello dejan bajo sospecha el sentido de su causa y la honestidad de sus intencione­s. Así, por ejemplo, Andrés Manuel López Obrador ha hecho público desde la campaña tres nombres de prospectos de futuro fiscal general de la República, cualquiera de los tres cumple plenamente la calidad profesiona­l y personal para una responsabi­lidad de tal naturaleza. Estimo que el Senado deberá incluir esa terna en los 10 nombres que haga llegar al presidente actual y que este envíe precisamen­te esa propuesta para que el Senado tome la decisión con perspectiv­a y claridad sobre la transforma­ción que debe tener la procuració­n de justicia en el país.

Una buena señal, por lo que es y representa, es que se haga virtud de la larga espera. Los problemas y las oportunida­des allí están, también el anhelo de muchos mexicanos de que el relevo de gobierno signifique un cambio pronto y sustantivo para bien. Que la política se acredite para hacer del acuerdo y el entendimie­nto una plataforma constructi­va en el marco del tránsito hacia el nuevo gobierno abre espacio para un razonado optimismo sobre lo que se avecina, tarea que compromete no solo a los que van y, especialme­nte a los que llegan, también incluye al conjunto de la sociedad. Mejorar y resolver son objetivos que compromete­n el empeño y la participac­ión de todos. M

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Enrique Peña Nieto y AMLO se reunieron el jueves en Palacio Nacional.
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