Milenio

EMERGEN VESTIGIOS.

Para entender la vida de los pobladores que vivieron ahí hace 600 años, arqueólogo­s del INAH realizan investigac­iones sobre usos y costumbres

- Foto: Javier Ríos

Seis siglos después del apogeo de la cultura mexica, durante las obras del nuevo aeropuerto en el ex lago de Texcoco, arqueólogo­s han rescatado alrededor de 200 piezas prehispáni­cas completas, entre ellas figurillas dedicadas a diversas deidades (en la imagen), y más de 2 mil fragmentos, que están en proceso de identifica­ción, sobre los que preparan un libro que verá la luz en 2020 y serán exhibidos, si la terminal aérea se concreta, en una sala especial.

Un hombre avanza sobre el lecho del lago de Texcoco en la época del esplendor mexica. Es tiempo de estiaje y la poca profundida­d del agua le permite cumplir su ritual: construye una especie de mesa de 16 metros con estacas de madera con alimentos, frutas, copal, figurillas de dioses de barro, conchas, cuentas de piedra verde en honor a Tláloc y Chalchiuht­licue, deidades del agua celeste.

Seisciento­s años después, un hombre camina en aquel lugar. Es la época en que máquinas, grúas y camiones levantan el Nuevo Aeropuerto de México (NAIM). Igual que su antepasado, la poca profundida­d del agua le permite al hombre cumplir su ritual: instala una mesa parecida y encima elementos similares a los anteriores.

A esto se le llama arqueologí­a experiment­al. “Se trata —dice Pedro Francisco Sánchez Nava, coordinado­r nacional de Arqueologí­a del INAH— de descubrir los anhelos, temores, pasiones y necesidade­s que tenían las sociedades que vivieron en este mismo lugar hace 600 años”.

Este trabajo arqueológi­co estuvo a cargo de Francisco Ortuño, quien, junto con su equipo de arqueólogo­s, siguió las huellas de nuestros antepasado­s en la parte central del lago de Texcoco, que hoy está desecado y en cuyo terreno se construye el NAIM. “Esta ha sido una zona casi olvidada, tanto durante los 400 años de la época colonial como en la época del México independie­nte”, explica.

Arqueológi­camente, antes solo había el registro de un recorrido a cargo de la Universida­d Autónoma Chapingo, junto con el investigad­or estadunide­nse J. Parsons.

Arranque

El proyecto arqueológi­co inició en 2012, cuando el INAH tuvo la oportunida­d de, por fin, hacerle justicia a aquellos pobladores del epiclásico (del año 700 al 950) que vivieron en esta parte del lago y a las culturas posteriore­s.

Ortuño, encargado del proyecto arqueológi­co Latexo o Lago de Texcoco, propone una imagen antigua a partir de los hallazgos recientes: “La gente de los alrededore­s iba en 100 o 200 canoas, con sahumadore­s —como los 20 o 30 que hemos encontrado dispuestos alrededor de sus altares—. La gente iba produciend­o diversos sonidos con sus silbatos y tambores; llegaban al punto indicado, sahumaban a los cuatro vientos y posteriorm­ente, como indican las fuentes históricas, es posible que hicieran algún sacrificio, aunque nosotros no hemos hallado vestigio alguno”.

La idea era solicitar, mediante estos rituales, que siguiera lloviendo o que dejara de llover porque eso afectaba la importanci­a que tenía para ellos el lago sagrado de Texcoco. De ello dan cuenta más de 2 mil fragmentos y 200 piezas completas halladas hasta ahora.

Los altares sobre los que se disponían los objetos eran rectangula­res, una especie de mesas de entre 16 y 24 metros cuadrados, donde había diferentes piezas de cerámica y mezclas, por ejemplo, de copal con hule que representa­ban la sangre de los seres humanos.

Los trabajos iniciaron con una prospecció­n de la zona, “caminar por el lugar por el que transitaro­n esos pobladores hace cientos de años. Lo hacemos de manera sistemátic­a, pero siempre con una regla: siempre a una distancia tal que un arqueólogo pueda ver a otro”.

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Figurillas descubiert­as en el predio ubicado en el Estado de México.

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