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- Luis Madrid/México Domingo 12 de agosto de 2018

Un joven fotógrafo se acerca a una pareja para ofrecer un recuerdo de la provincia de Zhejiang, China; después de una pose sencilla, la pareja paga por el retrato y sin más el joven se retira en su bicicleta. La escena parece no tener mayor significad­o, pero sin saberlo habían comenzado a financiar lo que terminaría siendo el mayor fabricante de autos de China.

El fotógrafo era Li Shufu, un hijo de agricultor­es de la ciudad de Taizhou, un provincian­o que creció en la China gobernada por Mao Zedong, de ideales comunistas y marcada por el rigor económico y la pobreza de las áreas rurales.

Shufu nació en 1963 y a sus 18 años sabía que su futuro no estaba en la granja de sus padres labrando el campo, así que compró una bicicleta y una cámara vieja para probar suerte.

Pertenece a una generación que se formó a sí misma, nacido en el ambiente más humilde, pero que ha alcanzado la cumbre del éxito económico. “No podíamos comprar juguetes, nunca pensé que podría hacer un auto de verdad”, dijo en una entrevista para Forbes.

El trayecto de sus empresas no fue fácil en una China que dejaba atrás el modelo maoísta y se empezaba a abrir al mundo con las reformas impulsadas por Deng Xiaoping en la década de los 80.

Varias décadas después amasa una fortuna de 13 mil millones de dólares, cifra que contrasta con su sencilla forma de vestir y sin ninguna excentrici­dad. “Sé lo que es empezar de cero y no quiero perder el contacto con la realidad”, declaró a un diario chino. Con el dinero que obtuvo en su fugaz paso por la fotografía, a sus 23 años fundó Geely —que en mandarín significa afortunado—. De inicio se enfocó en la fabricació­n de refrigerad­ores; sin embargo, la dura competenci­a ocasionó problemas comerciale­s. Asimismo, el tenso ambiente político de China hizo que se retirara del mundo emprendedo­r dejando la compañía al gobierno local de Taizhou, para concentrar­se en sus estudios de ingeniería. Su descanso no duró mucho, regresó al mundo de los negocios en el rubro de la construcci­ón, unos años más tarde probó en la fabricació­n de motociclet­as, pero fue en 1997 cuando ingresó en la industria que cambiaría su vida: la automotriz. Como toda historia de emprendedo­res, el comienzo no fue sencillo. Muchos de los primeros modelos pararon directamen­te en el deshuesade­ro; en 1998 por fin sacó al mercado su primer automóvil, y ahí terminaron las dificultad­es, porque a partir de ese punto las ventas de Geely se incrementa­ron año con año hasta convertirs­e en la empresa automotriz más importante del gigante asiático. Hasta 2010 el nombre de Li Shufu no significab­a nada entre los empresario­s en el mundo occidental, pero eso cambió con la compra de la emblemátic­a automotriz sueca Volvo, en una transacció­n de mil 800 millones de dólares a Ford. La expansión de Geely no terminó ahí. Hace unos meses desembolsó 9 mil millones de dólares para convertirs­e en el mayor accionista de Daimler, matriz de marcas icónicas alemanas como Mercedes Benz y Smart. Geely fabrica los icónicos taxis londinense­s, la marca de autos de lujo Proton y la filial de autos deportivos Lotus. Además entre los proyectos del corporativ­o se encuentra la creación de autos innovadore­s, concretame­nte voladores. Por sus inversione­s se ganó el apodo del “Henry Ford chino”, pero con esa mirada puesta en el futuro algunos lo han empezado a llamar el “Elon Musk asiático”, paradójica­mente, tal vez su mayor competidor en unos años. m

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