Milenio

Peatones somos

- Héctor Zamarrón hector.zamarron@milenio.com @hzamarron

Darwin, Engels y muchos autores han destacado que caminar nos hizo seres humanos. Las ciudades de las antiguas civilizaci­ones y los burgos medievales están hechos para caminarlas. Solía decirse que todos los caminos llevaban a Roma y en el mundo maya los sacbé, los caminos blancos o de luz, servían para andar.

¿Cuándo fue que dejamos de caminar? —pregunta que solo abarca a las clases medias urbanas que utilizan automóvil o pagan transporte privado.

Podríamos decir que fue casi al mismo tiempo que empezamos a convertirn­os en el país con los mayores índices de obesidad y en que el modelo de ciudades impulsado por el automóvil privado desnatural­izó nuestras urbes coloniales.

Hoy tenemos que desandar ese camino y volver a poner a las personas al centro de toda política urbana. De qué sirve hablar de desarrollo urbano sustentabl­e si quienes lo hacen son los que construyen ciudades suburbanas o ciudadelas que se convierten en la prisión de quienes no pueden pagar transporte privado.

Por eso, entre otros motivos, es que nació el Día del Peatón, que se conmemora el 17 de agosto.

El peatón siempre había estado ausente de los estudios urbanos y fue hasta el año pasado cuando por primera vez se incluyó en la encuesta origendest­ino, la más grande y costosa en temas de movilidad que se realiza cada diez años.

Ahora sabemos que al día se realizan 34.5 millones de viajes en la zona metropolit­ana de CdMx; de ellos la tercera parte son peatonales. Contra lo que el sentido común de los automovili­stas indica, la mayoría de los estudiante­s de primaria y secundaria acuden a sus escuelas a pie y al menos 12.7 por ciento camina para ir al trabajo.

Además, todos caminamos en algún momento, pero los presupuest­os y las políticas públicas no lo consideran así. No hay indicadore­s de inversión en banquetas, las cuales se rehacen, si bien nos va, cada diez años, y el asfaltado del arroyo se hace cada año.

Volvamos a usar los pies, las distancias son más cortas de las imaginadas desde el asiento del automóvil y no hace falta abundar en los beneficios del caminar, lo sabían los peripatéti­cos Kant, Rousseau y muchos más.

Andando, que hay mucho que caminar. M

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