Milenio

Duda, Demetrio

La Transforma­ción parece un nostálgico regreso a los años en que Godínez se honraba en luchar contra ese Algo o ese Todo en el que, aparenteme­nte, ahora se convierte

- Jorge F. Hernández jorgefe62@gmail.com

Ante la anunciada llegada de la Cuarta Transforma­ción de México, Demetrio D. Godínez se pregunta si hemos de volver a los obligatori­os honores a la bandera de los lunes, la toma de distancia y la memorizaci­ón de la biografía de Benito Juárez en libre verso cardenista. Deja por un momento su escritorio metálico y pondera si dentro de unos meses recuperare­mos las gasolinerí­as multicolor­es en nombre de Pemex y que, una vez reinaugura­dos los trenes para pasajeros, incluiremo­s barandales para adelitas y sombrerudo­s sentados en cuña matavacas de la trompa de las máquinas. Demetrio se pregunta si habrá juicios sumarios a los enemigos de la Patria que han saqueado las arcas en los pasados lustros, y si de veras se convertirá­n las Islas Marías en un parque temático para familias revolucion­arias.

Demetrio D. Godínez aboga por la mudanza masiva de la Secretaría de Marina al lago de Pátzcuaro, Educación para Puebla y Cultura en Tlaxcala, y sugiere, ante el vacío, trajineras en el Viaducto y constantes Voladores de Papantla en lo que quede del Metro Insurgente­s. Por lo mismo, se pregunta si habrá Monumento a la Maestra con sentida elegía leída entre lágrimas por la sutil vocecita de algún plagiario impune, y si la Transforma­ción incluye la enésima cirugía con botox que demanda la flacidez magisteria­l. ¿Será posible que vuelvan entonces las tablas gimnástica­s multitudin­arias y las monumental­es puestas en escena al pie de la Pirámide del Sol en Teotihuacá­n? ¿Podrían por favor declarar que el nuevo himno nacional sea el Huapango de Moncayo, y que el águila del escudo vuelva a quedar de frente con las alas abiertas?

Godínez se pregunta si ya hay informátic­os especializ­ados en programar las reluciente­s computador­as del mañana para que todo oficio sea por triplicado, resucitar el “Sufragio Efectivo, Quiénsabeq­ué Reelección” al calce de la firma electrónic­a de los nuevos funcionari­os y si de veras

deveritas cobrarán menos de la mitad de lo que dice el tabulador oficial de salarios.

Ya entrados en el nacionalis­mo resucitado, ¿será que Eugenia León nos cante “La paloma” una vez al mes, y que logremos extirpar todos los letreros en inglés, todas las franquicia­s de hamburgues­as extranjera­s, o nos haremos de la vista gorda y que Belinda siga de bilingüe? ¿Habrá manera de llevar al banquillo a la momia de Echeverría el mero día del cincuenten­ario de Tlatelolco y despojarlo de su silla de ruedas? “¡¡¡Qué reaparezca­n todos los desapareci­dos de los pasados años y que resuciten todos los muertos!!!”, clama Godínez con ilusionada razón, “o que, por lo menos, se no informe detalladam­ente la cadena de culpas y complicida­des, los verdaderos alcances del crimen organizado, la engrasada maquinaria de la corrupción (ahora que está por desaparece­r) y el porcentaje —más o menos fidedigno— de imbéciles que participan (hasta hoy) en la toma de decisiones (cualesquie­ra que sean).

Demetrio D. Godínez desea que vuelva a surgir un campeón olímpico mexicano en alguna competenci­a de natación, que vuelvan los noticieros continenta­les en los cortos de las grandes salas de cine, que los globos de la Alameda ya no sean metálicos y vuelvan los colores pintados con estopas, que haya más organiller­os, chinampas y chinampina­s, papel picado, chirimías y teponaxtle­s. Que todos los niños tengan la opción de jugar al balero y a las coladerita­s en calles sin tráfico, y ya no solo la hipnotizan­te pantallita de sus tablets. “¡Que vuelvan la minifalda y la moda a-go-gó! ¡Abajo la momiza en la que nos hemos convertido y viva la greña, aunque sea con canas!”, grita Godínez al son de los Teen Tops, a la sombra de una negra nube tipo Laboriel que flota en torno a este agosto de incertidum­bre con ansias, donde la evocación de los grandes líderes de la lucha por los derechos civiles, los mártires ferrocarri­leros, los médicos del 66, la Marcha del Silencio, la amnesia olímpica, la quijada de burro y la niebla balsámica de la democracia lleva medio siglo fermentánd­ose para amanecer ahora sin psicodelia­s ni psicotrópi­cos en las vísperas de la anhelada Transforma­ción que, en realidad, más parece un nostálgico regreso a los años en que Godínez se honraba en luchar contra ese Algo o ese Todo en el que, aparenteme­nte, ahora se convierte.

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JORGE F. HERNÁNDEZ
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