Jorge F. Hernández
Sin título que lo avale, se declaró Maestra desde hace lustros, habiendo iniciado su militancia sindical en labores de intendencia
Quizá no sea inteligente, pero es muy lista. Con todo el maquillaje con el que ha querido disfrazar su cara irremediable, ha logrado ver en los demás la cara de pendejos. Ha logrado salir inmaculada del pantano judicial, aprovechando vados y vacíos, y levanta los brazos en triunfo. La grilla es lista y en estos tiempos donde la verdad se disfraza de toda mentira o simulacro posible, todo dinero mal habido se convierte en herencia materna, todo desfalco se tipifica como donación y el hurto, no más que intereses creados. Sin título que lo avale, se declaró Maestra desde hace lustros, habiendo iniciado su militancia sindical en labores de intendencia, sin pizarrón ni gis, y en ese enredado laberinto de las plazas que se heredan o se colocan por confianza, para escalar la pirámide a dedazo, hasta alcanzar el peldaño de arriba y lentamente consolidar un imperio que controla a cien, luego cien mil, luego más de un millón de agremiados a güevo: es decir, votantes o volantes o voladores a destajo. De su ignorancia, ortografía y problemas de dicción, mejor ni hablar y de su apología o biografía cum laude ya se encargará la pluma de alguno de sus escribanos a sueldo, pero de lo que acaba de enseñarnos la Maestra desde la tarima impoluta de su tarima sindical podríamos entresacar la gran lección de nuestra cultura cívica, nivel primaria: la impunidad no depende de leyes, sino del caprichoso vaivén de los tiempos; la fealdad no se alivia con dineros; el poder es un lápiz labial; la hospitalización puede romper los barrotes de algunas celdas y el arresto domiciliario no necesariamente te permite hacer la tarea, intentar cultivarte o leer un libro. Sobre todo, el retorno al aula nacional de la Maestra (sincronizado con el mismo día en que millones de niños regresan a clases) nos recibe con una tentadora lección: así como La Lista pasó por el lodo de los juzgados y ha salido triunfante, así también quienes hoy se sienten intocables y despeinados podrían aparecer muy pronto tras las rejas y sin corbata; así como insistan en repetir en la autonomía, asepsia e imparcialidad del elefante judicial, quizá la Cuarta Transformación elimine el dedo en el atole e instale por dedazo los juicios sumarios, la reversa instantánea, la nueva nacionalización de la banca o la nueva expropiación petrolera, la consulta pública sobre las consultas en general, etcétera. Casi por ósmosis, la lección magistral que frunce en el ceño de la Lista es precisamente la lista de pendientes que una inmensa mayoría de mexicanos —sindicalizados o no— intuyen que podrán resolverse con la misma magia, por ejemplo: 1. ¿Se revelarán las verdaderas culpas de Tlatelolco ‘68 y Halconazo ‘71? 2. ¿Vinieron o no los Beatles a fumársela con María Sabina en Oaxaca? 3. ¿Quién mató a Colosio? ¿Cuántos clones tuvo Mario Aburto? 4. ¿De veras enterraron vivo a Joaquín Pardavé? 5. ¿Dónde vive el árbitro que anuló el gol del Abuelo Cruz a Alemania en el ‘86? 6. Que se aclare —con luz y fuerza— cómo se cayó el sistema en las elecciones presidenciales de 1988. 7. ¿En dónde está Marcela Basteri, madre de LuisMi? 8. ¿Y los 43?, ¿y los miles de muertos y desaparecidos? .... etcétera, etcétera. Hace tiempo soñé que llegaba a una nube donde me recibía un bondadoso anciano de barba blanca, bajo un anuncio de neón que decía ETERNIDAD. Me asignó un pupitre y explicó que la onda, ya por los siglos de los siglos, consistía en trabajar todos los días en equipo, en cabalísticos grupos de tres, con plastilina y palillos de dientes, tijeras sin filo y cartulinas de colores, crayolas multicolores y mucha burbuja de jabón. Luego, me presentó a los otros dos miembros de mi equipo: Javier López,
Chabelo, con pantalón corto pero con el saco decorado del Tío Gamboín y Elba Esther Gordillo, con el peinado que usaba en sus tiempos de gloria. Al despertar, entre convulsiones y afiebrado, busqué ayuda profesional y, tanto en la farmacia como en la tlapalería, me aseguraron que tarde o temprano la realidad se encargaría de cancelar el hipnótico programa dominical de Chabelo y que México vería la cara desfigurada de Elba Esther tras las rejas. La terapia cuajó a medias y aquí me tienen, haciendo mi lista con crayolas que se borran con engrudo, cada jueves, cada semana, así pasen décadas. m