Milenio

Jorge F. Hernández

Sin título que lo avale, se declaró Maestra desde hace lustros, habiendo iniciado su militancia sindical en labores de intendenci­a

- Jorge F. Hernández jorgefe62@gmail.com

Quizá no sea inteligent­e, pero es muy lista. Con todo el maquillaje con el que ha querido disfrazar su cara irremediab­le, ha logrado ver en los demás la cara de pendejos. Ha logrado salir inmaculada del pantano judicial, aprovechan­do vados y vacíos, y levanta los brazos en triunfo. La grilla es lista y en estos tiempos donde la verdad se disfraza de toda mentira o simulacro posible, todo dinero mal habido se convierte en herencia materna, todo desfalco se tipifica como donación y el hurto, no más que intereses creados. Sin título que lo avale, se declaró Maestra desde hace lustros, habiendo iniciado su militancia sindical en labores de intendenci­a, sin pizarrón ni gis, y en ese enredado laberinto de las plazas que se heredan o se colocan por confianza, para escalar la pirámide a dedazo, hasta alcanzar el peldaño de arriba y lentamente consolidar un imperio que controla a cien, luego cien mil, luego más de un millón de agremiados a güevo: es decir, votantes o volantes o voladores a destajo. De su ignorancia, ortografía y problemas de dicción, mejor ni hablar y de su apología o biografía cum laude ya se encargará la pluma de alguno de sus escribanos a sueldo, pero de lo que acaba de enseñarnos la Maestra desde la tarima impoluta de su tarima sindical podríamos entresacar la gran lección de nuestra cultura cívica, nivel primaria: la impunidad no depende de leyes, sino del caprichoso vaivén de los tiempos; la fealdad no se alivia con dineros; el poder es un lápiz labial; la hospitaliz­ación puede romper los barrotes de algunas celdas y el arresto domiciliar­io no necesariam­ente te permite hacer la tarea, intentar cultivarte o leer un libro. Sobre todo, el retorno al aula nacional de la Maestra (sincroniza­do con el mismo día en que millones de niños regresan a clases) nos recibe con una tentadora lección: así como La Lista pasó por el lodo de los juzgados y ha salido triunfante, así también quienes hoy se sienten intocables y despeinado­s podrían aparecer muy pronto tras las rejas y sin corbata; así como insistan en repetir en la autonomía, asepsia e imparciali­dad del elefante judicial, quizá la Cuarta Transforma­ción elimine el dedo en el atole e instale por dedazo los juicios sumarios, la reversa instantáne­a, la nueva nacionaliz­ación de la banca o la nueva expropiaci­ón petrolera, la consulta pública sobre las consultas en general, etcétera. Casi por ósmosis, la lección magistral que frunce en el ceño de la Lista es precisamen­te la lista de pendientes que una inmensa mayoría de mexicanos —sindicaliz­ados o no— intuyen que podrán resolverse con la misma magia, por ejemplo: 1. ¿Se revelarán las verdaderas culpas de Tlatelolco ‘68 y Halconazo ‘71? 2. ¿Vinieron o no los Beatles a fumársela con María Sabina en Oaxaca? 3. ¿Quién mató a Colosio? ¿Cuántos clones tuvo Mario Aburto? 4. ¿De veras enterraron vivo a Joaquín Pardavé? 5. ¿Dónde vive el árbitro que anuló el gol del Abuelo Cruz a Alemania en el ‘86? 6. Que se aclare —con luz y fuerza— cómo se cayó el sistema en las elecciones presidenci­ales de 1988. 7. ¿En dónde está Marcela Basteri, madre de LuisMi? 8. ¿Y los 43?, ¿y los miles de muertos y desapareci­dos? .... etcétera, etcétera. Hace tiempo soñé que llegaba a una nube donde me recibía un bondadoso anciano de barba blanca, bajo un anuncio de neón que decía ETERNIDAD. Me asignó un pupitre y explicó que la onda, ya por los siglos de los siglos, consistía en trabajar todos los días en equipo, en cabalístic­os grupos de tres, con plastilina y palillos de dientes, tijeras sin filo y cartulinas de colores, crayolas multicolor­es y mucha burbuja de jabón. Luego, me presentó a los otros dos miembros de mi equipo: Javier López,

Chabelo, con pantalón corto pero con el saco decorado del Tío Gamboín y Elba Esther Gordillo, con el peinado que usaba en sus tiempos de gloria. Al despertar, entre convulsion­es y afiebrado, busqué ayuda profesiona­l y, tanto en la farmacia como en la tlapalería, me aseguraron que tarde o temprano la realidad se encargaría de cancelar el hipnótico programa dominical de Chabelo y que México vería la cara desfigurad­a de Elba Esther tras las rejas. La terapia cuajó a medias y aquí me tienen, haciendo mi lista con crayolas que se borran con engrudo, cada jueves, cada semana, así pasen décadas. m

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico