REGLA DE TRES
SIN ASPAVIENTOS.
La reunión de la semana pasada entre los integrantes de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (Anuies) con el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, fue solo eso. Una reunión que, podemos decirlo así, se pospuso desde los tiempos de las campañas electorales. Por cuestiones de agenda, argumentaron. Muchos rectores, aunque no lo dijeron, lo atribuyeron a una falta de tacto y desprecio por este tipo de acercamientos. Ahora, ya no como candidato sino como el futuro mandatario, acudió a escuchar a los rectores y directores de las principales instituciones públicas y privadas del país. Y en eso quedó a final de cuentas, un acto protocolario nada más. El primer escarceo con los tiempos muy ajustados. Pero nada, por ahora, para intercambiar posturas.
NADA EXTRAORDINARIO.
El encuentro apenas sirvió para conocer de primera mano, acaso un esbozo todavía, del rumbo que tomará la educación superior a partir del 1 de diciembre. Propuestas y proyectos, a estas alturas, no las hay. Problemas, desafíos y rezagos, muchos. Al parecer, de entrada, las universidades tienen una velocidad y argumentos muy distintos a los que carga consigo el próximo gobierno. Por eso lo de la semana pasada fue, apenas, un trámite, un protocolo, que había quedado pendiente. Cuidar las formas solamente. Y así lo entendió gran parte de los asistentes. Lo primero, y quizás lo prioritario, era entregarle la propuesta que la Anuies ha construido a mediano y largo plazo para elevar los indicadores en materia de educación superior. “Visión y acción 2030. Propuestas de la Anuies para renovar la educación superior” es el documento base que debiera considerarse como plataforma de partida. O mejor dicho de continuidad.
CON VISIÓN ACERTADA.
Se trata de un análisis elaborado por especialistas en cada uno de los temas, y respaldado por los rectores y directores generales afiliados a la asociación. No es una ocurrencia, ni un plan que se haya elaborado con improvisación ni a modo. Es un asunto serio el elevar la cobertura con calidad; el sostener el sistema de evaluación que ha rendido frutos; el mejorar los esquemas de financiamiento y atender a aquellas instituciones que operan con números rojos; el mantener la diversificación de la oferta educativa e impulsar el desarrollo de la educación tecnológica y a distancia, por citar a grandes rasgos lo que demandan las universidades del país, y lo que se requiere, a ciencia cierta, para mantener ese derrotero que tanto les ha costado sostener desde hace varios años. Y eso, en efecto, fue lo que presentó Jaime Valls Esponda, Secretario General Ejecutivo de la Anuies en el encuentro. Por ahora no hubo exigencias ni se pidió que el Presidente electo contrapunteara sus proyectos con esta visión construida con todo el tacto y la experiencia de años. Por ahora no hubo cuestionamientos a la visión, apenas perceptible, de lo que viene. Solo entregar el documento en espera que algunos de estos planteamientos sean tomados en cuenta, ya no digamos sean decisivos en la construcción de un Programa Nacional de Educación, si es que lo habrá o si es que se va operar desde el gobierno bajo esta lógica y esta óptica.
NINGÚN COMPROMISO.
De parte del próximo gobierno, una presentación muy sucinta, muy limitada, dijeron algunos de los asistentes al término del evento. A diferencia de otras administraciones, incluidas las de origen panista, no hubo un compromiso claro ni abierto de hacer suyas las propuestas universitarias o construir la política educativa a partir de éstas. Eso sí, habló de equidad y planeó una exigencia para no ser selectivos en este nivel educativo. Abrir la educación superior para todos. No para los más capacitados, para los más calificados, sino para todos, sin distinción. En alrededor de un par de horas ésa fue la dinámica y ése fue el tono en el que se desarrolló este encuentro. Se habló, sí, de un acuerdo que se firmará más adelante, pero nadie dijo, ni se atrevió a hacerlo, o a adelantar, en qué términos se va a dar ni bajo qué condiciones.
NO HUBO TIEMPO.
El ánimo de los rectores tras el encuentro fue de lo reservado a lo incrédulo. Aunque algunos representantes, cuatro para ser exactos, hablaron de manera pública ante los medios, la mayoría optó por esperar, aún más, a que se abra la baraja sobre la mesa y el gobierno que viene deje ver claramente sus cartas. En corto, sí, reconocieron que no hay por ahora muchas coincidencias en las formas y en los métodos para alcanzar ciertas metas como el incremento de la cobertura o la diversificación de la oferta educativa. Tampoco tienen muy en claro aún cómo se van a operar los recursos para el año 2019. Aunque se dijo que no habría recorte al gasto, la situación financiera de ciertas instituciones obliga a saber desde ahora con qué recursos y con qué herramientas se van a enfrentar estas posibles contingencias. No hubo tiempo ni modo para preguntar o indagar de parte de los rectores hacia dónde va a navegar el barco.
CIERTAS POSTURAS.
Lo que fue evidente, y como lo hemos mencionado aquí en ocasiones anteriores, fueron las posturas y las alternativas que se perfilan al interior de la Anuies para entablar una relación con las nuevas autoridades. Desde aquellos que se han mantenido al margen, pero en el ánimo de reconocer cuando se hagan mal las cosas, cuestionar y confrontar. Hacerlo desde ahora, comentan, es entrar en una etapa de desgaste que no es oportuna aún. Otros apuestan a la relación incondicional y sin autocrítica. En esa línea caen en excesos innecesarios. Como aquel que en su discurso, a nombre de la comunidad politécnica habló de poner a las universidades “al servicio de la cuarta transformación de la República”. O aquel que en redes sociales afirmó que el Presidente electo se comprometió a atender la problemática de las instituciones con problemas financieros cuando no hubo tal pronunciamiento, cuando la petición se hizo de manera personal y en corto al acercarse al candidato ganador de las elecciones presidenciales. Excesos que no hablan muy bien de lo que puede venir si esta postura es la que prevalece.
¿QUÉ SIGUE?
Tras el primer escarceo, viene una etapa que debe y tiene que ser decisiva. Poner la lupa en ese acuerdo anunciado entre la Anuies y el presidente electo, es lo primero. Revisar los términos y las alternativas que se van a implementar. No ceder alas tentaciones, que ya se ven en los anuncios de la nueva administración, de hacer a un lado la calidad para masificar la educación superior. Porque el proyecto de universidades impulsadas por MORENA, que se pretende ampliar a nivel nacional no tiene la calidad mínima y que tanto se le ha exigido a la educación superior pública. No tienen los indicadores mínimos de calidad ni instalaciones adecuadas. Carreras que se imparten que no responden a un estudio pertinente de la demanda académica. Eso no debe terminar por ser el eje de los próximos seis años. Los rectores deben sostenerse en la evaluación continua, en la certificación de programas y profesores, en los resultados que se han tenido en los últimos años. No hay excusa para abandonar esta ruta. Y ellos, aunque no atrevan a decirlo abiertamente, lo saben más que nadie.
NUEVO RECTOR EN LA UACJ.
En la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), la comunidad universitaria, optó por elegir a Juan Ignacio Camargo Nassar como rector para el periodo 2018-2024, en sustitución de Ricardo Duarte Jáquez. La toma de posesión se realizará el próximo 10 de octubre. Para nadie es un secreto que Camargo Nassar era el candidato del gobernador Javier Corral para hacerse de la rectoría. El actual director del Instituto de Ciencias Sociales y Administración, es hermano de Javier Ignacio Camargo Nassar, notario público muy cercano al mandatario estatal. Como se esperaba desde que Camargo Nassar anunció sus aspiraciones para ser rector de esta institución. Veremos si ya con un incondicional en el cargo, la relación entre el gobierno del estado y las autoridades universitarias deja la tensión que se vivió desde el arribo de Corral a la gubernatura del estado.