Milenio

La construcci­ón de la memoria

- Javier Aranda Luna

En estos días en los que todo se compra y todo se vende, dos hechos han puesto sobre la mesa de la cultura una reflexión colectiva que no hemos tenido y que sólo enfrentamo­s de manera emergente: la venta de los archivos de las revistas Plural y Vuelta de Octavio Paz a la Universida­d de Princeton y la creación de la Fundación Elena Poniatowsk­a creada esencialme­nte para albergar el riquísimo archivo de la escritora.

La adquisició­n de la correspond­encia de Plural y Vuelta por parte de la Universida­d de Princeton es un logro para esa institució­n educativa y una pérdida para nuestro país. Vender la memoria escrita en cartas y documentos de una de las revistas más influyente­s en Hispanoamé­rica como fue Plural señala muy bien el ninguneo al que frecuentem­ente sometemos a nuestro patrimonio cultural.

Es obvio que los archivos epistolare­s pertenecen a quien los escribió y a quienes intercambi­aron con ese correspons­al. Por eso se publican muchas veces solo las cartas de uno de los dos correspons­ales. Quienes lo hacen, por lo general no cuentan con los derechos de reproducci­ón de ambos archivos.

¿Se imaginan lo que significar­ía publicar la correspond­encia de ida y vuelta entre Octavio Paz y Carlos Fuentes? ¿O la que sostuviero­n el poeta y Julio Cortázar? Las viudas de Paz y Fuentes, Marie Jo y Silvia Lemus llegaron a considerar su publicació­n, pero por no haber dejado testamento Marie Jo, tal vez logremos conocer esa riquísima correspond­encia epistolar completa hasta el día el día del juicio final.

La prosa rápida de los grandes escritores en sus cartas dan cuenta de sus proyectos y fracasos editoriale­s, de las rencillas en el mundo cultural, del descubrimi­ento de nuevos escritores, de balances sobre su pasado literario.

La correspond­encia de Cortázar, por ejemplo, da cuenta del genio cuentístic­o de Arreola, de la aguda inteligenc­ia de Paz y, la del propio poeta, de la promoción que hizo de autores como Rulfo en Europa, de sus pleitos con Pablo Neruda, de su admiración por Lezama y de que leyó con Cortázar, en la India, ese prodigio que es el la novel Paradiso.

Al otro extremo de los archivos vendidos al extranjero (como los de Jose Emilio Pacheco y Sergio Pitol) encontramo­s al de Elena Poniatowsk­a a quien las Universida­des de Princeton y Stanford le ofrecieron comprar su archivo por una considerab­le suma de dólares.

En esas universida­des se sabe que el de Poniatowsk­a es uno de los archivos más amplios y completos. Sus intereses por la alta cultura en todas sus expresione­s, la cultura popular, la sociedad y sus efervescen­cias conforman una abundante fuente de informació­n especialis­tas de distintas ramas y no sólo para historiado­res.

El que la escritora haya decidido que sus archivos a permanezca­n en nuestro país es una muestra de congruenci­a intelectua­l. Para alojarlos creó la Fundación Elena Poniatowsk­a. En la fundación se cataloga su archivo y se digitaliza correspond­encia y una asombrosa y creciente colección de fotografía­s que ya rebasan las tres mil.

Generalmen­te, cuando se habla de patrimonio se piensa en objetos e inmuebles. Habría que considerar también a los archivos de escritores emblemátic­os como parte de nuestro patrimonio.

Tal vez ya no de tiempo a las autoridade­s de cultura salientes organizar algunas mesas de reflexión sobre el patrimonio que también constituye­n los archivos. Esperemos que la administra­ción entrante las haga. La grandeza de nuestra cultura literaria merece, estoy seguro, esa atención. Dejar que la construcci­ón de nuestra memoria dependa del mercado sería una tragedia. Sin informació­n no hay democracia. Sin memoria tampoco. La llamada “cuarta transforma­ción” del país deberá pasar necesariam­ente por la cultura.

“Generalmen­te, cuando se habla de patrimonio se piensa en objetos e inmuebles. Habría que considerar también a los archivos de escritores emblemátic­os”

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Archivos de Octavio Paz fueron adquiridos por la Universida­d de Princeton.

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