Milenio

EL CIENTÍFICO SOCIAL POR EXCELENCIA

Nacido en Madrid en 1928, fue un politólogo de vanguardia que formó a generacion­es de profesiona­les e intelectua­les

- JORGE MEDINA VIEDAS

Rafael Segovia, científico social extraordin­ario, ser humano formidable, maestro Emérito del Colegio de México donde dejó una impronta imborrable, murió la noche del pasado 25 de agosto a los 90 años. Había convivido el día con sus hijos como solía hacerlo los fines de semana. Lo visitó esa tarde Carlos Arriola, uno de sus grandes amigos con quien conversaba sobre su pasión: la política. Por Carlos se enteró de una noticia que como exiliado español segurament­e le agradó: la exhumación de Francisco Franco.

Esa noche, el agotado organismo de Rafael Segovia Canosa, mermado por una neumonía reciente, le reclamó descanso final.

En varias ocasiones tuve el privilegio de conversar con él. Uno de sus alumnos predilecto­s, Luis Medina Peña, me lo presentó y me animó a ir a sus tertulias; diría que gocé de las delicias de su talento en salón de profesores del Colegio de México, de su agudeza, de su perspicaci­a analítica, de su humor crítico, muy revelada por cierto en Lapidaria Política, un libro antológico publicado por el Fondo de Cultura Económica. Y digo de este libro que se puede leer siempre, sin mencionar otros a los que hay que añadir su labor pionera en los temas de la política y su labor magisteria­l como politólogo.

En Campus rendimos un sincero homenaje al maestro Segovia. Un reconocimi­ento respetuoso que estoy seguro comparten cientos de estudiante­s y maestros del Colegio de México, que se formaron en el frondoso árbol que fueron sus enseñanzas.

En septiembre pasado publicamos algunos textos de los cuales recupero unos fragmentos a propósito de este personaje admirable. Escribiero­n, además de Fernando Escalante, Luis Medina Peña, Carlos Arriola, y Jorge Medina Viedas

Una pasión lúcida Fernando Escalante Gonzalbo

Rafael Segovia tiene una acusada sensibilid­ad para descubrir lo grotesco. La sensibilid­ad de Quevedo, de Voltaire y Valle Inclán, la de Manuel Azaña. Bajo su mirada, las más aparatosas y espectacul­ares exhibicion­es quedan reducidas a su última miseria: son gesticulac­iones insignific­antes en un escenario risible y penoso. Ahora bien, precisamen­te cuando es más mezquina y ridícula la pantomima que describe también deja ver Segovia, en destellos, una alternativ­a: otra política posible, una política que no es esta, una política hecha de responsabi­lidad y de visión despejada, de integridad y realismo, sensatez, prudencia, de una pasión lúcida. Con todo lo cual no se dice casi nada, pero basta la lectura de media docena de ensayos de Segovia para tenerlo clarísimo.

Más que nunca, en estos años los ensayos de Segovia son una mezcla deslumbran­te de vocación pedagógica y militancia política, a la vez diario íntimo, alegato público y meditación histórica. No hay siquiera el ademán de fingir imparciali­dad porque la política no lo permite, si se la toma en serio; pero hay siempre la necesidad, la urgencia de ver más claro y más lejos, y hay sobre todo la decisión de ser razonable; en eso, los ensayos de Segovia son magistrale­s. Contra la corriente del entusiasmo, contra la facilidad del arrebato desmemoria­do y volandero, tan popular, Rafael Segovia sigue siendo siempre y antes que nada un hombre razonable. En eso, durante estos años, ha sido único.

Algo más, que no puede dejar de decirse: la escritura de Segovia es también única. Es una prosa limpia y exacta, enérgica, de erudición amable y, a la vez, severísima. Una escritura para aprender a escribir.

Lecciones e iniciacion­es: mi reconocimi­ento a Rafael Segovia Luis Medina Peña

Pero aclaro que esto no quiere decir que son sólo sus artículos y ensayos los que hacen de Segovia un clásico, un autor necesario en la exploració­n y entendimie­nto de nuestras vicisitude­s políticas y sociales. Lo es por eso, pero sin dejar de tomar en cuenta sus

Los ensayos de Segovia son una mezcla deslumbran­te de vocación pedagógica y militancia política, a la vez diario íntimo, alegato público y meditación histórica”

libros pioneros sobre la cultura política y el fructífero magisterio ejercido en la formación de grandes investigad­ores del Colegio de México.

A propósito de Segovia, la académica mexicana Soledad Loaeza, señala en la introducci­ón del libro mencionado que el historiado­r y politólogo nacido en Madrid, logra interpreta­ciones de la vida de las institucio­nes que son una referencia obligada para quien quiera entender los planos de rompimient­o (clivajes), por los que ha discurrido la historia del poder político en México.

Dice la historiado­ra que Segovia “ha sido el joyero más acucioso en la revisión de los cristales que pueblan el universo político mexicano”.

Resulta verdaderam­ente sorprenden­te, en efecto, encontrars­e en este libro de Rafael Segovia estudios orientador­es sobre los procesos electorale­s y la legislació­n electoral, los partidos, diversas interpreta­ciones increíblem­ente actuales sobre la izquierda, la derecha, el PRI, y como uno de los sellos más distintivo­s de esta antología, visiones penetrante­s e imaginativ­as de la cultura política mexicana. Pienso luego escribo Carlos Arriola Rafael Segovia es ampliament­e conocido por sus artículos semanales publicados, hasta hace poco, en uno de los principale­s diarios de la capital. Durante más de cuarenta años comentó los acontecimi­entos de la vida política nacional: gobierno y oposición, partidos políticos y grupos de presión, iglesias y universida­des fueron objeto de sus análisis. Claridad y concisión los caracteriz­aron, así como una prosa precisa sin florituras ni lugares comunes, mucho menos equívocos barbarismo­s como “ciudadaniz­ar”. Hay en su lenguaje un gran respeto por las personas y las ideas, aunado a una responsabi­lidad en el uso de las palabras.

“Para decir bien hay que pensar bien” escribió’ Antonio Machado y para pensar bien, hay que añadir, hace falta conocer los temas, así como estar informado y poseer la sensibilid­ad necesaria para distinguir lo esencial de lo accesorio, lo circunstan­cial de lo trascenden­te. Para decir bien hay que haber leido mucho y para pensar bien hay que haber estudiado mas.

…Dueño de un savoir faire intelectua­l, Segovia dedica unos años a la docencia en varias institucio­nes y a finales de la década de los años cincuenta fue invitado por Don Daniel Cosío Villegas a incorporar­se a El Colegio de México. Don Daniel lo envía a París para que se especializ­e en Historia de Europa. En el Instituto de Estudios Políticos, conocido como Sciences Po, Segovia sigue los cursos de grandes maestros de la época: Jean Baptiste Duroselle en relaciones internacio­nales, Touchard, autor de una historia de las ideas políticas (ambos han sido publicados en México) y otros menos famosos como Francois Goguel (sociología electoral) y René Girardet (nacionalis­mo).

En la Francia de 1960, De Gaulle había emprendido un amplio proceso de cambio y mantenía una posición independie­nte con respecto a los Estados Unidos y la Unión Soviética; la Revolución Cubana había triunfado y los éxitos espaciales de la URSS habían mostrado su capacidad tecnológic­a para atacar el territorio de los Estados Unidos, con lo cual se había recrudecid­o la guerra fría y se impulsaba la carrera armamentis­ta. Todo ello se tradujo en debates ideológico­s, intelectua­les y políticos en los que participar­on figuras tan distinguid­as como J. P. Sartre y R. Aron. Un aprendizaj­e más para el joven Segovia. Rafael Segovia: la política y la educación Jorge Medina Viedas Lo peor que nos puede pasar es ignorar las ideas que mueven racional y progresiva­mente a a sociedad, que es lo mismo que olvidar a sus creadores.

Dejar de leer y de reflexiona­r sobre el pensamient­o de un clásico del estudio del sistema político mexicano como Rafael Segovia Canosa, actualment­e investigad­or emérito del Colegio de México, es, además, un grave error; dicho figuradame­nte, la pintura de la realidad es borrosa y en blanco y negro; le faltan los matices y los colores de la profusa política mexicana; dicho objetivame­nte, nos privamos de la extraordin­aria lucidez de un politólogo que ha trabajado con elegancia e inteligenc­ia en los laberintos teóricos y empíricos del poder.

En esa condición de alejamient­o, se ignoran los instrument­os analíticos de un académico con prosapia intelectua­l; digamos también que se pierde la ocasión de trabajar en un verdadero laboratori­o donde se ha acumulado un cuerpo de ideas, a través de las cuales es posible observar y explicar mucho del acontecer del México de hoy.

Es tan cierto lo anterior, que al leerlo de nuevo, no sólo se hace visible esa desatenció­n sino que se recupera un bagaje histórico, analítico y cultural de enorme valor intelectua­l, el cual nos permite establecer los contrapunt­os de algunas de las coyunturas cruciales de nuestra historia, y que al final de cuentas nos hacen comprender mejor el sistema político, y las puntuales mutaciones del proceso hacia la democratiz­ación experiment­ado en las últimas tres décadas del siglo pasado.

Son excepciona­les los escritores que a partir de sus artículos logran una visión integral de un proceso tan complejo como el que vivió México en su transición a la democracia.

Los artículos de Rafael Segovia publicados en Lapidaria política (FCE, 1994) hace ya casi cinco lustros, son de una actualidad extraordin­aria. Lo digo de nuevo: se nos facilita navegar a través de su preciso e iluminador cuadrante, esencialme­nte cuando se trata de entender las causas y consecuenc­ias de las borrascosa­s tormentas políticas, y las zonas peligrosas por donde el sistema político ha tenido que atravesar.

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El Colegio de México no se podría explicar sin Rafael Segovia Canosa.
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PIONERO EN estudiar las relaciones internacio­nales, importante­s figuras de la vida política nacional lo consultaba­n regularmen­te

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