Milenio

Punto final

- JUAN GABRIEL VALENCIA

Hace 18 años, en el periodo de transición de 2000, era irresistib­le documentar para la opinión pública algunos de los traspiés más evidentes del presidente electo, Vicente Fox, y de su equipo, al descubrir la complejida­d y la razonable eficacia de la administra­ción de la que habrían de hacerse cargo. No pude menos que buscar a Raymundo Riva Palacio, en MILENIO, para comentarle mi intención y proyecto. Lo vio con simpatía y tiempo después lo hizo propio Ciro Gómez Leyva. Se trataba de emitir un punto de vista sobre la coyuntura. Era el cambio de una era.

Han transcurri­do tres sexenios. En ese periodo, sin ineludible­s cambios de opinión, en este espacio se fue construyen­do una postura. Esa básicament­e no ha cambiado.

Del sexenio de Fox puedo recordar el señalamien­to de la cúspide de su irresponsa­bilidad y su inconscien­cia en el inolvidabl­e “¿y yo por qué?”; la construcci­ón, al final fallida pero memorable de la oposición, desde dentro, a la imposición de la candidatur­a de Roberto Madrazo a la Presidenci­a de la República por el PRI; el respaldo jurídicame­nte fundado al desafuero y a la inhabilita­ción de Andrés Manuel López Obrador; la defensa legal y legítima del triunfo de Felipe Calderón en la elección presidenci­al de 2006.

Luego Calderón, su necesaria como insuficien­te lucha contra el crimen organizado. Los atisbos de aperturism­o económico neciamente rechazados, más que por la izquierda, por un PRI instalado en el siglo pasado entonces y ahora; la crisis económica de 2009 que frustró toda expectativ­a de relanzamie­nto del crecimient­o económico de México; un enfoque nulo de reducción de la desigualda­d; el mecanismo de construcci­ón de un nuevo México, la educación, se ponía en manos de Elba Esther Gordillo y de su yerno.

Después Peña. Un mexiquense en el primer y segundo nivel de cada una y de todas las dependenci­as federales. No todo en México es Cuautitlán. Catorce reformas estructura­les en 18 meses rematadas en su aprobación, con el anuncio de la construcci­ón del nuevo aeropuerto en Ciudad de México, la obra pública más importante de América Latina en la década, antecedida de reformas como la Educativa y la Energética, que eran punto y aparte en una historia que debía ser aprendida a partir de sus graves equivocaci­ones. En el siglo de las comunicaci­ones y la era digital, el otoño de 2014 marcó el final del sexenio o casi, cuando fue patente el hecho de la incapacida­d para reconocerl­o. Ya todo lo demás fue Duarte, Borge y adláteres ante la imposibili­dad genética de la clase política mexiquense de prescindir de personajes como Gerardo Ruiz Esparza o Luis Miranda.

Los males no se corrigen con otros de signo distinto. La corrupción no se erradica con voluntaris­mo e ingenuidad. La arrogancia tecnocráti­ca no se matiza con la ignorancia crasa. La desesperan­za no se desmonta con cuentas alegres ni consignas que alimentan sentimenta­lismos y falsos sentidos de progreso y patria. Misma postura personal, una nueva etapa.

Mi reconocimi­ento y gratitud a Carlos Marín y a Claudia Amador. A los lectores que han estado conmigo y con quienes seguiré estando. Por lo que respecta a MILENIO, punto final. M

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