POESÍA DE LAS PEQUEÑAS COSAS
Antonio Deltoro (Ciudad de México, 1947) se dice partidario de la poesía de baja velocidad. Esa lentitud la ha puesto en práctica en su obra por varias razones: como una necesidad de tomarse el tiempo necesario para dialogar sobre el pasado, hacer una pausa en el mundo vertiginoso que nos ha tocado vivir y también para encontrar un refugio en donde pueda hablar consigo mismo.
En la época en que varios poetas apenas escriben unos versos y lo suben a sus redes sociales, y juegan al “éxito” instantáneo, necesitados de la aprobación de los demás para dar pasos y no tropezar, la poesía de Deltoro viene a ser un remanso que invita a la introspección de lo que nos rodea. Ese espacio no es otro que la simplicidad, la naturaleza, nuestra cotidianeidad, lo que hemos tenido cerca siempre y acaso no le hemos dedicado el tiempo necesario para reflexionar: un vaso, una mesa de madera, un lápiz.
Este poemario, Rumiantes y fieras, muestra lo que podría entenderse como estados de ánimo y características que todos experimentamos y que tampoco nos detenemos a pensar lo que representan en nuestra vida. Por ejemplo, la incredulidad, el alivio, el reposo, la modestia, el sufrimiento, la hospitalidad; es decir, lo que para mí representa un alivio para otro no lo será, y en esa diferencia está la aportación de cada persona. Lo anterior es una descripción llana, lo valioso de la poesía consiste en buscar esa descripción, en hallar las palabras exactas y las comparaciones que dan significado a esos instantes.
La infancia es una etapa importante para Deltoro, y en esto tiene cierta semejanza con Fabio Morábito. El Parque México es un sitio que sirve para que el poeta escarbe en su memoria y páginas más adelante, en contraposición, hace referencia en dos poemas a los últimos días de vida de sus padres. En su lírica, hay escenas de nostalgia y de incertidumbre, como cuando su padre lo invita al cine, sin saber que será la última vez que su progenitor acuda a una sala, antes de que la muerte lo sorprenda.
Los animales constantemente han tenido un lugar especial en la poesía de Deltoro. En especial, los felinos. ¿Acaso todos somos rumiantes y fieras en distintas etapas de nuestra vida?
Si se intentara trazar una cartografía literaria que explicara la ruta que ha seguido Antonio Deltoro podría mencionarse a Rilke, Pessoa, Paz, Sabines y Eliseo Diego, entre otros. Es precisamente a Octavio Paz, a quien le dedica el poema “Testigo”. Rumiantes y fieras. Como dice Paz en uno de sus versos: “La contemplación abre otras puertas:/ es una transfiguración y es una reconciliación”. Deltoro asimila esa contemplación y la devuelve al lector en uno de los mejores libros de poesía que se han publicado en las últimas dos décadas. m