Milenio

Para el mármol

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

El anuncio de la próxima Constituci­ón Moral ha inspirado reacciones un poco exageradas. Es verdad, si uno se lo tomase en serio, acaso habría motivos para preocupars­e, pero ¿qué necesidad hay de tomárselo en serio?

Personalme­nte, yo espero la proclamaci­ón con bastante interés. Después de todo, es una promesa de campaña que sí va a poder cumplir el señor presidente (electo). Yo sé que nadie la había pedido ni nadie espera nada de ella —ni siquiera los que la van a escribir. Pero ya estaba prometida. Y además es muy barata de hacer. Para algo servirá una vez escrita.

También va a ser interesant­e lo que diga, y cómo se diga. Según nos han anunciado varias veces, el modelo que sirve de inspiració­n es la Cartilla moral de Alfonso Reyes. Y eso hace todavía más intrigante el resultado. La famosa cartilla fue un encargo, un texto “accesible al niño”, pensado para una “campaña alfabética”, en el que Reyes consiguió unas cuantas páginas verdaderam­ente ridículas; el acorde inicial es para recordarlo con mucho cariño: “La moral de los pueblos civilizado­s está toda contenida en el Cristia- nismo”. Es el modelo. Lo dramático es que un texto así, escrito para una campaña de alfabetiza­ción de los años cuarenta, sea el horizonte intelectua­l de los nuevos legislador­es morales de la patria.

Por si hacía falta, y a lo mejor hacía falta, los redactores han aclarado que no se trata realmente de una constituci­ón ni va a tener ninguna validez. Será, según el señor Jesús Ramírez, un tratado filosófico, “de ética y de moral”. Nada más. O sea, que la señora Velasco, y los señores Ramírez, Ortiz y Galván respetan mucho a los legislador­es, pero tienen una idea bastante pobre de la filosofía, o una idea absolutame­nte desmedida de sus propias capacidade­s.

Poco después hubo otro anuncio de parecida importanci­a para la Cuarta Transforma­ción. La futura secretaria del deporte dijo que se promoverá la práctica del beisbol en las cien nuevas universida­des, y en todas las escuelas, de secundaria para arriba (que tengan un campo de dos hectáreas para practicarl­o). Aclaró, a lo mejor hacía falta, que no es una ocurrencia del Presidente electo porque le guste practicar ese deporte, sino que obedece a otros motivos que ya nos explicarán. Amanece. M

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