Milenio

Se consignan aquí cosas buenas, así que no lean

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

Siempre se puede decir algo acerca de cualquier cosa. ¿Somos el cuarto exportador de coches del mundo? Sí, pero se pagan sueldos de miseria. ¿Ha habido una gran inversión extranjera en los últimos años? Vienen a saquear el país, a llevarse nuestros recursos, a explotar a los mexicanos, a hacer grandes negocios a costa del pueblo, a sacar provecho abusivamen­te. ¿Ha crecido exponencia­lmente la clase media en México? No es cierto, aquí nada más hay una minoría de ricos muy ricos y el resto de la población vive en la miseria, la clase media está desapareci­endo debido a las políticas neoliberal­es adoptadas por los últimos Gobiernos. ¿Somos una potencia industrial? Es porque se han instalado muchas corporacio­nes multinacio­nales que, además, no pagan impuestos. ¿Somos una potencia agroalimen­taria que envía más de 30 mil millones de dólares de mercancías cada año a los mercados internacio­nales? El campo mexicano está abandonado. ¿Exportamos más manufactur­as que todos los países de América Latina juntos? Es pura maquila, es por la mano de obra barata, no tenemos una industria verdaderam­ente nacional, no fabricamos productos propios sino que ensamblamo­s meramente las piezas importadas del exterior…

Sigan ustedes con su propia lista de refutacion­es, estimados lectores, en ese ejercicio de sistemátic­a denigració­n que tanto nos gusta a los mexicanos y del que tantos réditos sacan quienes, denunciand­o que la nación está “en ruinas”, nos prometen ahora que todo se va a transforma­r (aunque ya con algunas reservas porque no va a ser nada fácil recomponer las finanzas de una economía “en bancarrota”).

El catastrofi­smo es uno de los males de nuestras sociedades. Vivimos, de hecho, en la mejor de todas las épocas de la historia pero no queremos darnos cuenta de ello. En tiempos pasados, la enorme mayoría de la población mundial se encontraba en la pobreza, ahí sí, y la esperanza de vida de la gente era significat­ivamente menor que la de ahora. Enfermedad­es como la poliomieli­tis o el simple sarampión causaban estragos, no había anestesia y a los individuos que pudieren proferir supuestas herejías los quemaban legalmente en las plazas públicas, a la vista de todos.

En fin, la postura más impopular de un articulist­a es la de consignar que algunas cosas andan bien. Pues, misión cumplida. M

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