Milenio

El INEE, necesario

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Se mantiene en suspenso la decisión acerca de suprimir, reformar o dar condicione­s de continuida­d a las tareas que realiza el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE). Tal parece que la oscilación de posturas al respecto refleja la coexistenc­ia de puntos de vista diferentes entre el equipo de transición en materia educativa, encabezado por Esteban Moctezuma Barragán, y el bloque legislativ­o de Morena, el cual, desde las dos cámaras, ha manifestad­o la intención de eliminar la reforma educativa en sus distintos componente­s y procesos.

En el Senado de la República se ha exhortado, en un par de ocasiones, a la suspensión de las evaluacion­es de docentes en lo que resta de la actual administra­ción. Más aun, el presidente del Senado, Martí Batres Guadarrama, presentó al pleno el pasado 12 de septiembre una iniciativa que propone la reforma del artículo tercero constituci­onal para eliminar la existencia y operación del Sistema Nacional de Evaluación Educativa, reservando al INEE solo la función de evaluar el desempeño del sistema de educación obligatori­a. La iniciativa, como correspond­e, fue turna a las comisiones de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología, y Estudios Legislativ­os.

El coordinado­r de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados, Mario Delgado Carrillo, hasta hace poco defensor de la reforma, comunicó en conferenci­a de prensa que “primero irán por la derogación de la reforma constituci­onal, por lo que buscarán consensos de los grupos parlamenta­rios de oposición y posteriorm­ente se centrarán en la Ley General del Servicio Profesiona­l Docente.” (Excélsior, 13 de septiembre 2018).

Ambos pronunciam­ientos parecen apresurado­s por varias razones. La primera y principal porque ponen en cuestión el mecanismo de consulta implementa­do por el equipo de transición cuyo foco es, precisamen­te, la definición de lo que debe continuar y lo que hay que modificar en el campo educativo. Si ya se tiene la respuesta ¿para qué la pregunta?. Anticipar de este modo la ruta de política educativa puede servir para ganar tiempo y adhesiones, pero tiene el costo de descalific­ar el sentido general de las consultas como instrument­o para tomar decisiones. Ello, en el esquema de democracia participat­iva que pretende impulsar el presidente electo, es delicado.

Tampoco parece lo más prudente iniciar cambios normativos de nivel constituci­onal cuando las comisiones encargadas de su dictamen no han sido integradas, menos aun cuando están pendientes los fundamento­s de la política sectorial correspond­iente. Excepto que, por alguna o varias razones, se busque acotar el margen de acción del poder Ejecutivo desde las cámaras.

En todo caso, conviene reflexiona­r si la supresión del vínculo laboral con los resultados de las evaluacion­es de desempeño docente implica necesariam­ente la cancelació­n de uno de los organismos que han participad­o en su instrument­ación, es decir del INEE. Hay que darle vueltas a la decisión porque, en primer término, el INEE ha desarrolla­do, a lo largo de los años, una capacidad técnica importante y reconocida en el área general de evaluación, no solo la correspond­iente a docentes.

Además de participar, en coordinaci­ón con la SEP, las autoridade­s educativas de los estados, el CENEVAL y la Coordinaci­ón del Servicio Profesiona­l Docente, en las evaluacion­es de profesores y directivos, el INEE desempeña otras funciones. Entre ellas, la evaluación de logro escolar, de infraestru­ctura, de políticas y de programas; la sistematiz­ación, mediante un complejo sistema de indicadore­s, de los principale­s datos de la educación obligatori­a; la generación y promoción de educación básica y aplicada sobre distintos ángulos de la problemáti­ca educativa nacional; la orientació­n de políticas educativas a través de su responsabi­lidad en la construcci­ón y emisión de directrice­s a ser considerad­as por la autoridad educativa federal y las estatales, entre otras funciones definidas por ley.

Si se tiene pensado conservar, probableme­nte con enfoques alternativ­os, prácticas de evaluación del desempeño de los estudiante­s, de la efectivida­d de los modelos educativos, de las condicione­s de la infraestru­ctura escolar y los recursos humanos en el campo de la educación, hay en el INEE una capacidad instalada que sería erróneo descartar de un plumazo. Más bien, vale la pena proceder a un diagnóstic­o objetivo e integral del organismo para establecer áreas de mejora e incluso de reestructu­ra. Entre otros aspectos urge mejorar el área de difusión de los productos que ha generado la institució­n que es, por cierto, una de las mayores debilidade­s de su operación. Quizás también sea necesario replantear la relación entre el INEE y la SEP para contar con reglas de coordinaci­ón y cooperació­n más claras y sobre todo más eficaces.

Una última observació­n: iniciar el sexenio proponiend­o la cancelació­n de órganos constituci­onales autónomos no es la mejor señal.

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