Milenio

TRES LIBROS

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HMaritza M. Buendía Jugaré contigo Alfaguara ay en las páginas de Jugaré contigo una serie de palabras que se transforma­n en suave dulce en la boca de quien las lee. Ese es su logro inicial: hacer que saboreemos letra por letra lo que la escritora mexicana se dispone a contarnos. Es poesía pero es algo más, como el eco de los árboles que se escuchan cuando uno guarda silencio para comenzar a recordar.

El siguiente objetivo cumplido es que lo escrito logra excitar a quien lo descubre. La forma en que Maritza cuenta las escenas eróticas, tan llenas de posibilida­des, de gozo, de curiosidad, de hambre por sentir, es deliciosa. Bajo su batuta, todo parece tener un sentido o un fin. Hay escenas fuertes que se acercan a las posibilida­des de los cuerpos en su conjunto, que son mucho más que coños, penes y culos; cada centímetro de piel, toda extremidad es digna de ser tocada, así como las emociones: esos dolores, rabias, alegrías, tristezas que llevamos dentro y pueden someterse al consuelo del placer.

Susana, la protagonis­ta, hace un viaje entre el pasado y el presente que la lleva a decidir exhibirse en los escaparate­s sexuales de Amberes como si fuera una de las muñecas que su abuela le heredó junto con un libro muy especial. En su departamen­to se encuentra con el turco Levent, quien ha asumido los deseos de la joven de 21 años con curiosidad pero, a la vez, con un anhelo intenso que los lleva a complement­arse en sus necesidade­s afectivas y eróticas.

El o la lectora se vuelve testigo/a entonces de una historia de vida. De la formación de una niña a mujer a través del dolor que genera la pérdida, de la inmensa excitación que representa la transgresi­ón y del apego que la une tanto a sus promesas hechas como a sus muñecas, metáforas cada una de lo que a Susana también le falta.

Hacía tiempo que no leía una buena y hermosa novela que pudiera etiquetars­e como “erótica”. Disfruté sus páginas. Me recordaron un poco a la obra de otra importante novelista mexicana, Ana Clavel, pero no como una copia, sino quizá como un coqueteo en conjunto creado por la manera de escarbar el pecho y la mente de quien acepte el reto de sumergirse en su estructura, lo cual siempre se agradece.

SBridget Christie Un libro para ellas Anagrama er humorista no es fácil. Menos lo ha sido anteriorme­nte, cuando el escenario y los programas de televisión daban prioridad a los varones. Sin embargo, la británica Bridget Christie lo ha logrado: hace reír a las personas con sus ocurrencia­s, interpreta­ndo sus propios monólogos teatrales, escribiend­o y ganando un montonal de premios.

Actualment­e está catalogada como una de las mejores comediante­s de habla inglesa, llegando a nuestro país a través de Un libro para ellas, título que engloba sus pensamient­os cargados de sarcasmo que no buscan conseguir la carcajada facilona, sino generar una reflexión en quien lea sus páginas sostenidas por mil y un asuntos femeninos, sobre este mundo en donde pareciera que apenas estamos reclamando el derecho a tener voz, a decir lo que queremos y lo que no.

Me gusta que, sin quitarle su enorme importanci­a al asunto, deja a un lado la seriedad del activismo femenino radical y comienza hablando de pedos. Así, tal cual, pero no de cualquiera, sino del apestosísi­mo flato de un dependient­e de librería que supuso que el área de literatura feminista era la más abandonada del lugar y, por ende, ahí podía ir a liberar sus problemas estomacale­s.

Más allá del arranque explosivo, la locuaz Brigdet le entra a innumerabl­es asuntos que nos conciernen a las mujeres... pero también a los hombres. Nos habla de los inicios del feminismo, de la brecha salarial, las reglas que ellas tienen que seguir en un mundo machista, sobre el acoso y la ausencia de consenso erótico, de la ablación, las exigencias sobre el físico, el abuso de poder, el erotismo, las etiquetas sociales, los logros de diversas mujeres y muchos asuntos más.

Sus letras están llenas de datos duros que se agradecen, sobre todo cuando son explicados con su lenguaje provocador. Las risas aparecen espontánea­s al recorrer las páginas de este volumen que va del diario al guión, al ensayo, la poesía cotorra y la crónica de vida, ilustrando muy bien los caminos pedregosos que hay que andar al haber nacido con el sexo femenino pero también esa inteligenc­ia, claridad y ganas de pasársela bien de algunas chicas actuales.

Ojalá venga un día a México para que la podamos ver en vivo y a todo color, enseñando lo que significa hacer stand up comedy con sentido.

Me volví seguidora de Mary Beard durante una investigac­ión que realicé sobre el erotismo en el antiguo Imperio romano. Me enamoró el estilo de la catedrátic­a de Cambrige para contar lo que sucedía en aquellos días en los que se creó lo que hoy conocemos como “doble moral”. Galardonad­a con el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales en 2016, se ha vuelto una figura importante del feminismo y sus referencia­s tanto sociales como históricas han dado luz a un gran público.

Mujeres y poder es un libro pequeño, de pocas páginas —une dos conferenci­as que dictó durante esta década— pero con una enorme fuerza en su interior. ¿Cómo han sido tratadas ellas a lo largo de la historia? ¿Qué tienen en común Medusa, Atenea, Theresa May y Hillary Clinton? Todas han sufrido de misoginia. Todas han luchado por conservar sus ideales pero también su poder. No se doblegaron frente al patrón machista.

Por supuesto, Beard es una erudita. Comparte sus conocimien­tos históricos con gran sencillez, empleando anécdotas de antaño para ejemplific­ar cómo se ha hecho a un lado al sexo femenino desde el principio de las civilizaci­ones, no de una manera chillona, sino demostrand­o que, a pesar de ello, muchas féminas han logrado colocarse arriba de sus miedos, prejuicios, cadenas e ilusiones para sobresalir, disfrutar su sexualidad, tener el aspecto que desean, ser quienes realmente son. La lucha no ha llegado a su fin. “Si no percibimos que las mujeres están totalmente dentro de las estructura­s de poder, entonces lo que tenemos que redefinir es el poder, no a las mujeres”, sentencia. Y no me queda más que aplaudir y decirle: “¡Estamos contigo, hermana!”. m

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Copito-Cerezo retó a un duelo a Cupido, y en rosado yogurt quedó derretido. Solo quedó de este osado caudillo, su crujiente yelmo de barquillo.

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