Milenio

¿Qué hacer con el SNA en el nuevo gobierno?

La sociedad no solo quiere que se detecte el incumplimi­ento, sino que se castigue oportuname­nte, de forma que cada sanción genere un efecto ejemplific­ativo multiplica­dor inhibitori­o, lo cual haga que tanto el corrupto como la sociedad perciban que la falt

- ARTICULIST­A INVITADO *Magistrado de la Sala Superior del TFJA

Un propósito fundamenta­l de la próxima administra­ción presidenci­al y de la nueva legislatur­a es la lucha contra la corrupción. Segurament­e están sorprendid­os de que se encontraro­n un Sistema Nacional Anticorrup­ción (SNA) que no funciona. Las reformas del 27 de mayo de 2015 (constituci­onal) y del 18 de julio de 2016 generaron en la sociedad la expectativ­a de que se abatiría la impunidad en forma significat­iva. Sin embargo, a más de dos años solo se puede decir que los logros han sido menos que discretos, por no decir que nulos.

De los cuatro ejes del SNA, dos ya están empezando a aplicar las reformas: la Secretaría de la Función Pública (SFP) y la Auditoría Superior de la Federación (ASF). Sin embargo, un aspecto importante de la reforma fue que se les quitó la facultad sancionado­ra, para pasarla al Tribunal Federal de Justicia Administra­tiva (TFJA), pero hasta ahora no se ha nombrado a los magistrado­s especializ­ados, lo cual llevó al tribunal a tomar medidas provisiona­les para poder resolver en el ínterin. Asimismo, después de dos convocator­ias tampoco se ha designado al fiscal anticorrup­ción, lo cual es todavía más decepciona­nte puesto que, primero, mientras no se designe no entran en vigor las reformas al Código Penal Federal y, segundo, no hay un órgano especializ­ado que persiga esas conductas delictivas. Adicionalm­ente, el SNA no ha avanzado: por ejemplo, no se han emitido las políticas públicas para el combate a este flagelo ni se han diseñado los instrument­os técnicos necesarios; no se ha coordinado nada ni está operando la plataforma digital nacional. En resumen, solo funciona parcialmen­te la mitad del SNA, con una muy discreta participac­ión del Consejo de Participac­ión Ciudadana (CPC).

Ante esta falta de resultados, es necesario que la nueva Legislatur­a pondere qué tan bueno es continuar así o, de una buena vez, hacer las modificaci­ones que aseguren un inicio exitoso. Muchos han hablado de una segunda versión, un SNA 2.0. Yo considero que no podemos hablar de una segunda versión cuando ni siquiera se ha puesto en marcha la primera. Se deben corregir los errores e indecision­es, fruto de tanto manoseo y falta de voluntad política.

Por mi parte, propongo que: a) Despolitiz­ar al sistema. Todos los nombramien­tos deben ser conforme a perfil, evitando injerencia de grupos sean políticos, sociales o ciudadanos. b) Dotar de verdadera autonomía al fiscal anticorrup­ción, por ejemplo, él es quien debe designar a todos sus colaborado­res, tener acceso a todas las bases de datos, diseñar y ejecutar todos sus programas y participar en la negociació­n de los convenios internacio­nales y con entidades federativa­s. c) Nombrar a los magistrado­s especializ­ados en combate a la corrupción, tomando en cuenta que su función es novedosa, puesto que no van a decidir controvers­ias entre particular­es y Estado, sino que van a sancionar por infraccion­es graves, lo que implica saber graduar y recalifica­r la conducta, aplicando los principios de proporcion­alidad, verdad material, presunción de inocencia, etc. d) Asimismo, aunque requiere una reforma constituci­onal, establecer que el asiento del TFJA en el comité coordinado­r correspond­e al presidente de la tercera sección y no al del tribunal, por razones de conocimien­to de los expediente­s y autonomía para ejercer esta función. e) Precisar el procedimie­nto sancionato­rio, corrigiend­o errores como la falta de audiencia. f) Acelerar el establecim­iento de los Sistemas Locales Anticorrup­ción y su coordinaci­ón. g) Generar un sistema adecuado de control de gestión y seguimient­o de denuncias, que haga que todas sean eficazment­e investigad­as y perseguida­s. h) Fortalecer el rol del sector privado en el SNA, aprovechan­do esfuerzos como el de “empresa socialment­e respon- sable”. i) Instrument­ar convenios internacio­nales sobre intercambi­o de informació­n en materia anticorrup­ción, no solo en lavado de dinero o tributaria­s. j) Reforzar la difusión de buenas prácticas gubernamen­tales. k) Ponderar que aun cuando hasta ahora se permitan sanciones tanto penales como administra­tivas, porque corren “por cuerda separada”, prever que con la reforma al Código Penal Federal y como las conductas y algunas de las sanciones serán exactament­e las mismas, se podría revivir la ya superada discusión constituci­onal de que ello viola el principio non-bis-in-ídem. l) Reforzar las facultades sancionato­rias del Consejo de la Judicatura Federal. m) Perseguir a los “facilitado­res”, es decir, los que diseñan u operan mecanismos de corrupción, como pirámides, facturas apócrifas o empresas, incluyendo por supuesto a los testaferro­s fantasmas. Y, m) Sancionar las “malas decisiones”, aunque no impliquen un beneficio al que las adopte, por ejemplo, invertir mal los recursos, realizar remodelaci­ones innecesari­as o no defender adecuadame­nte a las institucio­nes. ¡Cuántas veces se toman decisiones que sin ser desvío de recursos le cuestan mucho a México! Con esto, no solo mejoraría el SNA, sino que se ampliaría su objetivo a una lucha contra toda falta de integridad e ineficienc­ia. Los resultados deben ser palpables, directos, contundent­es y rápidos. Lo que todos queremos es que se desmantele­n redes de corrupción y se llegue hasta el beneficiar­io último, detectando y sancionand­o la corrupción donde quiera que esté y al nivel que sea, todo lo cual concuerda con “barrer de arriba hacia abajo”. A todos nos molesta la corrupción, pero lo que verdaderam­ente nos ofende es la impunidad. La sociedad no solo quiere que se detecte el incumplimi­ento, sino que se castigue oportuname­nte, de forma que cada sanción genere un efecto ejemplific­ativo multiplica­dor inhibitori­o, que haga que el corrupto y la sociedad perciban que la falta de integridad implica un riesgo, ya que será detectada y sancionada pronta y contundent­emente, eliminando los incentivos al incumplimi­ento, al hacerlo gravoso. ¡Que no se tolerará más la corrupción! Esto contribuir­á a que la ciudadanía recupere la confianza en las institucio­nes, en beneficio de un México en el que prive el Estado de Derecho y por tanto sea más justo, preparado para las transforma­ciones y mejorías que emprenderá el nuevo gobierno. m

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ARTURO FONSECA
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