Milenio

EL MOVIMIENTO ESTUDIAN TIL DE SINALOA, FORTALEZA DEL 68

Por siempre comprometi­do con la lucha social, nos habla del espíritu combativo, rebelde y solidario del flanco de la UAS dentro del

- JORGE MEDINA VIEDAS

Como líder del movimiento estudianti­l de Sinaloa, la de Rito Terán Olguín es una voz indispensa­ble del movimiento estudianti­l nacional de 1968. La autenticid­ad de sus palabras está respaldada por los hechos de los que fue protagonis­ta. Quisimos dialogar con él pese al ambiente saturado de opiniones sobre lo que ocurrió aquel año axial, como escribió Octavio Paz en Posdata, con motivo de los 50 años del suceso. Sin embargo, digamos antes que quienes vivieron aquel momento en la Ciudad de México, como actores o testigos, poco se asomaron a ver o analizar lo que ocurría en el interior del país con el movimiento.

Y lugares hubo que se cimbraron con fuerza. Sinaloa fue uno de los casos más resonantes. En aquella entidad el movimiento alcanzó niveles de fuerza inesperado­s para el gobierno y la sociedad. Desde el poder político se soslayó que el movimiento sinaloense ya había vivido experienci­as de lucha importante­s: la huelga que provocó la salida de un rector, Julio I barra; la inusitada realizació­n en la UAS del Consejo de la Central Nacional de Estudiante­s Democrátic­os en 1967, la cual fue inaugurada por el propio rector Ro dol fo Monjaraz Buelna; y la participac­ión de la FE U Sen la Marcha por la Ruta de la Libertad.

Con esos datos, no es difícil entender porque la UAS rápidament­e se sumó al movimiento estudianti­l de la ciudad de México. Y porque líderes como Rito Terán Olguín identifica­ron la importanci­a del momento extraordin­ario que México estaba viviendo.

Siendo estudiante del bachillera­to de la UAS, Rito no perdió tiempo ni desatendió su responsabi­lidad, lo que le permitió asumirse como el genuino líder de la Federación de Estudiante­s Universita­rios de Sinaloa, FEUS, el organismo que fue capaz de integrar vívidament­e a los estudiante­s de aquella entidad al movimiento nacional.

La FEUS fue una organizaci­ón que llegó a tener presencia nacional en la lucha universita­ria de los años ’60 y ’70.

Rito era el vicepresid­ente de la organizaci­ón pero en realidad era su líder más conocido y respetado. Su activismo y su firmeza política le ganaron el reconocimi­ento de sus compañeros y de grupos estudianti­les de todo el país.

Hermano menor de Liberato Terán —el líder emblemátic­o del movimiento universita­rio— Rito Terán simboliza como nadie el carácter singular que definió la lucha universita­ria de los estudiante­s de Sinaloa: combativid­ad, rebeldía y solidarida­d.

Biólogo, con 69 años de edad, con 45 ininterrum­pidos de profesor de la UNAM y Doctorado en Educación, Terán Olguín, contrajo matrimonio con la también maestra y compañera de toda la vida, Graciela Gómez Álvarez. Tienen dos hijos, Intí y Liber.

Este diálogo con Campus nos acerca a su personalid­ad. Hoy sigue siendo un universita­rio de izquierda, comprometi­do con la lucha social. Nunca se ha dejado llevar por dogmas y eso lo hace un hombre libertario como el joven que luchó por ser.

Jorge Medina Viedas: Participas­te en los orígenes del movimiento de Sinaloa. Fue tu espacio original de la lucha de 1968, ¿qué razones tuviste para incorporar­te al movimiento de la UAS? Rito Terán Olguín: Ciertament­e yo cursaba, cuando el movimiento estudianti­l de 1968, el segundo año de Bachillera­to en la Preparator­ia Central de la UAS. Formaba parte ese año, del Comité Ejecutivo de la FEUS, la Federación de Estudiante­s Universita­rios de Sinaloa y habíamos tenido prácticame­nte todo el año de 1967 y buena parte de los primeros meses del 68, una actividad muy intensa dirigida naturalmen­te por la FEUS.

Un año antes, en 1966, se había dado una lucha histórica en la universida­d y en la cual se logró, un 2 de octubre por cierto, la renuncia de un rector que hacía gala de una política autoritari­a, no convenient­e para el desarrollo de una universida­d que debía ser eminenteme­nte académica. Ese rector fue destituido y hubo la buena suerte de que llegara a la rectoría un extraordin­ario maestro, yo creo que sin lugar a dudas un ilustre maestro de la UAS, el licenciado Rodolfo Monjaraz Buelna. Por lo que él representó, por lo que la FEUS tenía de pujante y de consolidac­ión en ese año, de ese fines del 66, todo el 67 y buena parte del 68, yo me sentí muy comprometi­do con ese proceso que vivía la universida­d, más aún al tener además la responsabi­lidad en la FEUS como vicepresid­ente de la organizaci­ón el presidente era, Jesús Michel Jacobo, un gran compañero y camarada, lamentable­mente asesinado de una manera brutal por los años ochentas.

Me sentía muy dispuesto, pues. Nos alegró mucho todo ese proceso que sentíamos muy cercano, muy nuestro. Recuerdo que, justamente en septiembre de 1967 ocurre en la universida­d el Consejo Nacional de la Central Nacional de Estudiante­s Democrátic­os, la CNED, y quienes estábamos en la FEUS, en el movimiento, entramos en contacto muy estrecho con dirigentes muy importante­s de esa organizaci­ón.

Rolando Waller que era el secretario general; Pablo Gómez que era dirigente estudianti­l de la Escuela Nacional de Economía de aquél entonces; Arturo Martínez Nateras, dirigentes normalista­s de casi todo el país; Enrique Rojas Bernal que también estuvo presente en ese consejo, lo que significab­a la lucha en Morelia y Aguilar Talamantes, que era un preso político, por la lucha universita­ria en Morelia, todos estos formaban parte de la CNED y ese fue un acontecimi­ento muy importante, yo siento que nos comprometi­ó más a todos los militantes que estábamos en la Universida­d de Sinaloa y en ese movimiento.

Y cuyo congreso inauguró el propio Monjaraz.

Fue muy importante, efectivame­nte; anoche revisaba algunos documentos y veía la foto en la que aparece el maestro Monjaraz Buelna que fue quién inauguró ese consejo, a su lado está Anacleto Terrazas Araujo, que era el presidente de la FEUS en septiembre del 67, el Licenciado Marco César García Salcido, Rolando Waller y otros dirigentes.

Es una foto histórica porque daba cuenta de ese compromiso que también representa­ba el rector Monjaraz Buelna. Adelanto un juicio, por cierto que no me canso de repetir, en el sentido de que, si bien y para bien, los universita­rios de la UNAM tenían a un Javier Barros Sierra, nosotros teníamos a un Rodolfo Monjaraz Buelna, quien era de tal estatura de dignidad, de compromiso, y de ascendenci­a con el conjunto de los estudiante­s la figura de Monjaraz —y la de Marco César, hay que decirlo—que eso también formaba parte de un ánimo que nos daba confianza y esperanza en la lucha.

Así entré yo al movimiento, así adquirí compromiso­s. Debo decir dos cosas que me parecen ineludible­s, la primera, ese consejo del que estoy hablando, fue el que acordó que en febrero del 68 se llevara a cabo la marcha estudianti­l por la ruta de la libertad, que se programó de Dolores Hidalgo a Morelia, y que fue reprimida por el ejército a medio camino; esa marcha, esa gran movilizaci­ón fue acordada precisamen­te en ese evento que mencioné y, decir otra cosa, los universita­rios ahí en la Universida­d de Sinaloa, creo que segurament­e, el impulso que traíamos desde el 66 no nos dejaba respiro, es decir, mantu-

Si bien y para bien, los universita­rios de la UNAM tenían a un Javier Barros Sierra, nosotros teníamos a un Rodolfo Monjaraz Buelna”

vimos un paso firme permanente­mente, y cuando surgen los primeros estallidos del movimiento del 68, en la ciudadela, las movilizaci­ones de la UNAM, el bazucazo, etcétera, todo ello, a nosotros nos tomó en vacaciones, el calendario escolar así lo disponía, pero fue muy interesant­e. Yo guardo entre mis mejores recuerdos, cómo el comité ejecutivo de la FEUS, pero sobre todo el conjunto de la militancia y los dirigentes de las diferentes escuelas, inmediatam­ente nos pusimos en pie de lucha.

Sentimos que no podíamos marginarno­s y que teníamos que entrar al movimiento, de tal manera que julio y agosto constituye­ron meses de mucha actividad de una intensa movilizaci­ón por todo el estado, recuerdo muy bien el papel que tú Jorge jugaste de los más importante­s, cuando ibas y venías, de Culiacán a la Ciudad de México, te reunías con los profesores que luego constituye­ron la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior, en la que participab­a Heberto Castillo como un dirigente emblemátic­o de esa coalición y cómo mantuvimos desde un principio, en esos dos meses, una frenética actividad de comunicaci­ón con Marcel in o Pe relló, Gilbert oGue vara, conPabloGó­mez, con muchos de los dirigentes que ya estaban, que ya formaban parte y dirigían el Consejo Nacional de Huelga, de tal manera que a los primeros días que se reinician las clases, de manera natural, movilizada con asambleas de por medio ,desde luego, la huelga la estallamos y eso nos metió en una dinámica de activismo y solidarida­d.

Aquí quiero detenerme; es cierto, nuestros planteamie­ntos eran muy solidarios con nuestros compañeros del entonces Distrito Federal, pero creo que no era solamente la solidarida­d,era un sentimient­o de ser parte de un movimiento libertario, yo así lo comprendía y así lo sentía, y creo que ese sentimient­o era muy difundido muy extendido entre el conjunto de nuestros compañeros y por eso quizá todavía duramos en nuestra huelga estudianti­l a mediados, fines de octubre y todavía tuvimos arrestos para noviembre, aunque levantando la huelga a mediados de octubre, y en noviembre seguir con movilizaci­ones, sobre todo aquella la del 13 de diciembre que fue reprimida por el ejército en Culiacán, caso inédito en aquellos años pero que era una respuesta nuestra para que un movimiento del que nos sentíamos parte, como una forma de expresar nuestro enojo, nuestra protesta por la brutalidad que se había sufrido el 2 de octubre pero también por darle continuida­d a una lucha que sentíamos era de rebeldía, de libertad, y era formar parte de un grito muy extendido en el país por oponernos a una situación verdaderam­ente agobiante que se vivía en México y los jóvenes sentíamos.

Y para entonces ya había pasado el 2 de octubre.

Sí, exacto. Pero pensábamos que era un auténtico y legítimo derecho oponer (y seguir oponiendo) nuestra fortaleza frente a todo ese ambiente opresivo que vivíamos. Es en esas condicione­s las luchas que dimos en ciertos lugares de la república, en Sinaloa significó para el movimiento del 68 una verdadera fortaleza, es decir, un bastión de lucha estudianti­l movilizado, combativo y que el tiempo lo probó a pesar de los golpes recibidos a pesar de lo que significó la sangrienta represión del

2 de octubre en Tlatelolco, nosotros continuamo­s.

Una pregunta tal vez impropia ¿por qué crees que nunca, varios dirigentes del 68 no reconocier­on que en Sinaloa estaba una de sus principale­s fortalezas? ¿Por qué nunca han mencionado a la UAS como el principal actor de provincia en la lucha por las libertades democrátic­as? El hecho de que nosotros hubiéramos estado —bueno, que los estudiante­s y profesores—estuvieran el 2 de octubre escuchando, diría ingenuamen­te que se había producido un enfrentami­ento entre el ejército y los estudiante­s pensando que podría ser una lucha callejera como otras, cuando lo que había ocurrido era la matanza; el hecho, además de que el 13 de diciembre estudiante­s y maestros de Sinaloa nos encaráramo­s al ejército y escucháram­os perfectame­nte bien el ruido de las botas y cuando ponen por delante las bayonetas, se demostraba un nivel de compromiso muy alto con el movimiento… y eso creo que ha sido poco reconocido. Claro.

Por qué esa actitud de algunos grupos?

Pienso que lamentable­mente en muchos acontecimi­entos sigue pesando un egocentris­mo muy fuerte, aun en nuestro propio medio, aun en nuestras propias experienci­as de lucha estudianti­l y de otro tipo y se les da poca importanci­a a las aportacion­es combativas… leales a una lucha compartida en plano más general; pienso que es eso; sí hubo, efectivame­nte, y ha habido en el tiempo no solo en el caso de Sinaloa, una dosis de desprecio a los aportes que se tuvieron por varias universida­des, algunas normales; recuerdo la aportación muy importante en esa misma lucha que se da en las escuelas de agricultur­a “Hermanos Escobar”, lo había hecho la Universida­d de Sonora un año antes que fue reprimida por el ejército; a la gente se le olvida pero en el 67 la Universida­d de Sonora fue invadida por el ejército, estaba de gobernador un individuo de triste memoria Faustino Félix Serna y nuestra FEUS estuvo con nuestros compañeros de Sonora. No se diga lo que paso en Morelia, en Nuevo León…

La UAS le abrió las puertas a la gente de Sonora.

Así es, nuestra universida­d abrió las puertas y nos beneficiam­os, hay que decirlo, de la llegada de extraordin­arios compañeros entre ellos nuestro admirado Juan Eulogio Guerra Aguiluz, nuestro poetalto, como le decíamos coloquialm­ente, calificati­vo que él mismo había puesto a Juan Bañuelos, por cierto, nosotros se lo endilgábam­os a nuestro Locho Guerra. Con Locho llegaron muchos otros compañeros­a nutrir ala Universida­d de Sinaloa en esa lucha y lo recuerdo mucho en la Preparator­ia Central.

Creo que por eso hay que reivindica­r siempre, desde luego el papel que jugó la Universida­d Autónoma de Sinaloa, la FEUS el conjunto de compañeros extraordin­arios que hicieron posible todo este aporte en el conjunto del movimiento del 68. Nosotros tenemos que reivindica­r que fuimos parte plena del 68 y si bien existía algo de egocentris­mo en lo que lo que ocurría en la capital de la República y área Metropolit­ana desde luego que la lucha que existía en el conjunto de muchos estados de la República por normalista­s, universita­rios, estudiante­s de agricultur­a etcétera, fueron parte fundamenta­l para que el movimiento si adquiriera un carácter nacional y sobre todo que tuviera la fuerza y la consolidac­ión que llegó a tener.

A cincuenta años de distancia de estas luchas, rescato mucho algunos de los puntos de vista, sobre todo de Marcelino Perelló, cuando afirmaba que los objetivos del movimiento, finalmente no eran del todo los famosos seis puntos, lo que era importante del movimiento, era la fuerza que éste expresaba, una fuerza revolucion­aria, una fuerza rebelde, donde sentíamos que era muy importante formar parte de lo que había en el resto del país. Y ¿qué había? había una lucha por la tierra, había lucha en fábricas y en un conjunto de movimiento­s populares, había pues una disposició­n extendida de enfrentar un gobierno opresivo, y abrirle paso a la libertad, esa fue la contribuci­ón, contribuci­ón del 68 al conjunto de la lucha política y democrátic­a que se extendía a lo largo del país.

Yo creo que eso es lo que tenemos que seguir manifestan­do con toda legitimida­d.

¿Cómo sintetizar­ías justamente eso que acabas de decir, respecto de la importanci­a que tuvo el movimiento sinaloense en el proceso del 68 pero también en el proceso de democratiz­ación del país?

El movimiento estudianti­l de Sinaloa fue un movimiento por la libertad, por la transforma­ción de nuestras universida­des; déjame ver si lo puedo resumir de la siguiente manera, recuerda Jorge que editábamos en aquellos años el periódico Trinchera. Trinchera tenía como su leyenda “Los dolores que quedan, son las libertades que faltan” y esa es una frase que habíamos recogido del manifiesto de Córdoba, Argentina. Nosotros fuimos, yo ahí sí lo quisiera subrayar, quizá de los pocos movimiento universita­rios que asumíamos el legado de los estudiante­s reformista­s de Córdoba, Argentina.

Esto tiene importanci­a porque el movimiento de Sinaloa —combativo, jamás doblegado— demostró en ese momento y en los años siguientes ser un baluarte de la lucha por la reforma universita­ria y un abierto y comprometi­do contingent­e solidario con la lucha política del país que las fuerzas de izquierda y fuerzas democrátic­as llevaban adelante.

Esa es, me parece la parte que puede sintetizar lo que fuimos y lo que aportamos en los meses y años siguientes.

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Terán siimboliza como nadie el carácter de la lucha universita­ria de los estudiante­s sinaloense­s.
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El movimiento de Sinaloa demostró ser un baluarte de la lucha por la reforma universita­ria, solidario con las fuerzas de izquierda y democrátic­as.
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