De la reflexión al llanto, la nueva exposición de Tania Bruguera
Un número será estampado sobre la mano del visitante cuando entre a una sala, donde se desprenderá una sustancia lacrimógena
La artista y activista cubana Tania Bruguera, quien está vetada en su país por su trabajo, presenta en la galería Tate Modern de Londres una serie de instalaciones que evocan la inmigración y la colaboración humana.
La creadora, quien expuso recientemente en el Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC) de México, intervino la enorme sala de turbinas (Turbine Hall), un espacio de 155 metros de longitud y 23 metros de ancho.
Bruguera aseguró que el arte y la política están estrechamente ligados y que no pueden dividirse. “Mi experiencia personal es política y mi experiencia política es mi arte, no hay una división. Por ejemplo, en este momento no puedo hacer arte en Cuba. Tengo prohibido exhibir en todas las instituciones de arte, no me recibe nadie”, señaló.
En el espacio hay un gran rectángulo gris pintado en el suelo, en el que se oculta el retrato de un joven refugiado sirio que, tras un largo periplo, acabó vagabundeando por las calles cercanas al museo.
Sin embargo, la imagen solo aparece si cientos de personas cooperan estirándose en el suelo unas junto a otras para activar con su calor corporal la tinta termocromática que lo cubre.
“Es una reflexión sobre los tiempos que vivimos, en los que parece necesario que todo el mundo trabaje junto, aunque no crean en las mismas cosas, aunque tengan agendas políticas diferentes, o incluso aunque no se conozcan”, explicó Bruguera.
La instalación, para la que Bruguera trabajó en colaboración con un colectivo de vecinos de la zona, podrá visitarse hasta el 24 de febrero.
“Es una especie de antídoto (...) a la forma en que a menudo consumimos las noticias y las tragedias, solos”, dice su comisaria, Catherine Wood. Una desasogante secuencia de sonidos ultragraves compuesta por el artista sonoro escocés Steve Goodman, conocido como Kode9, envuelve al visitante y lo hace vibrar desde adentro.
El sonido “es casi otra presencia porque toda la obra trata sobre la invisibilidad, como las vidas de los inmigrantes, que tienen que hacerse invisibles” para subsistir, dijo la artista cubana.
El título de la exhibición, 10.142.926, de momento, ya que irá cambiando, es el número de personas que el año pasado emigraron de un país a otro, sumado al número migrantes muertos este año.
Este número cambiante es estampado sobre la mano del visitante cuando entra en una pequeña sala adyacente donde se desprende una sustancia que hace llorar. “Es una forma de pasar de las estadísticas a las emociones”, asegura Frances Morris, directora de la Tate Modern.
Su arte provocativo, simbólico y altamente político ha dado la vuelta al mundo y hoy le toca de nueva cuenta a la Tate Modern, que cada año recibe a más de 5 millones 600 mil visitantes. m