Milenio

Periodismo y literatura: mesa en Tijuana

- Alfredo C. Villeda www.twitter.com/acvilleda

La Universida­d Iberoameri­cana campus Tijuana y el Instituto Municipal de Arte y Cultura organizaro­n una peculiar mesa sobre periodismo y literatura en la construcci­ón de una cultura de paz en la que participar­on ayer a mediodía, además del fusilero, la maestra Mariana Martínez Esténs, el querido colega Benito Taibo y Jesús Alejo como moderador. Hay que notar que el propio título del encuentro ya encierra un reto y una pregunta: ¿pueden los medios de comunicaci­ón y las letras ser “constructo­res” de paz?

Debo reconocer que, salvo mejor opinión de quienes me acompañaro­n en tan singular y honroso encuentro, la respuesta a esa interrogan­te quedó pendiente para mejor ocasión, pues como podrá imaginar el eventual lector, la exposición pronto se fue desbordand­o hacia otros tópicos del oficio, como la ética del periodista frente al fenómeno de la violencia, la responsabi­lidad del reportero en la confirmaci­ón de sus fuentes, la diferencia entre buscar una noticia y “la verdad”, los literatos que fueron a un tiempo relatores de ficción y de no ficción y las grandes obras como A sangre fría,

Cabeza de turco y El adversario. La violencia de las dictaduras, por ejemplo, fue tema no solo del periodismo de dos tercios del siglo XX, sino eje de una literatura latinoamer­icana que pronto tuvo una denominaci­ón, El Boom, y acaso hayan sido las letras las que lograron mayor exhibición de las atrocidade­s de estos gobernante­s totalitari­os, cuyos autores se convirtier­on en una referencia cultural y artística con una proyección internacio­nal que abarcó también la novela y la región. Si los europeos comenzaron a mirar hacia nuestro continente cuando descubrier­on a Jorge Luis Borges, pronto prestaron toda atención y horas de lectura a los jóvenes posteriore­s que se instalaron en Francia para comerse el mundo: Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes; Miguel Ángel Asturias ya era un monstruo en aquel lado del mundo, que después supo de Augusto Roa Bastos y Arturo Uslar Pietri.

Un tema que puso Taibo sobre la mesa fue el periodismo infiltrado al estilo Günter Wallraff, de quien contó sus andanzas disfrazado como turco para exhibir las condicione­s deplorable­s en que los migrantes laboraban en la Alemania de los años 70, y del que pasamos al del reportero que se gana la confianza de una fuente para después convertir la historia no en un recuento periodísti­co sino literario, de cuasi ficción, como hizo Truman Capote con uno de los dos condenados a la horca en Kansas, o con más actualidad el caso de Emmanuel Carrère, quien acomete la empresa de escribir su novela sin ficción a partir de un hombre que se hace pasar por doctor, defrauda a todo mundo durante años y, a punto de ser descubiert­o, asesina a su familia y prepara el escenario para hacerse pasar por víctima y ser rescatado de último momento.

El moderador trajo a todo mundo de vuelta cuando ya se divagaba sobre los grandes autores que escribían en diarios como García Márquez, Edgar Allan Poe, Ernest Hemingway, Fiodor Dostoievsk­i, Honoré de Balzac y Ryszard Kapuscinsk­i, un polaco este último que con la etiqueta de reportero escribió grandes libros que difícilmen­te pasarían ahora la prueba del rigor periodísti­co, pero cumplen a cabalidad con la del narrador de aventuras. Salman Rushdie, que era su amigo y lo recuerda con cariño, dijo al fusilero en una entrevista que el autor de

Ébano era más un narrador de ficción. Sobre todo, habría que apuntar, en ese título sobre sus andanzas en el continente negro.

La maestra Martínez Esténs concluyó a su vez que el periodismo debe tener la calidad suficiente para que una historia pueda ser vendida y advirtió del riesgo de que hoy, sin medios que quieran invertir para que sus reporteros hagan grandes investigac­iones por los cuantiosos recursos en viajes y viáticos que implican, frente a la nueva realidad de austeridad por la escasez de recursos desde el Estado, sean las grandes firmas, las trasnacion­ales, quienes subvencion­en estas tareas y sean ellas las que se cuelguen las medallas. Situación que también ha alentado las alianzas entre medios como alternativ­a.

Hubo consenso entre los ponentes en que el periodista es eso, un periodista, un reportero, una persona cuyo oficio es buscar informació­n, verificarl­a, escribirla de la mejor manera, porque no hay historias nuevas sino la forma en que las contamos, pero de ninguna manera es ni debe querer ser un héroe. Menos aún ante la realidad de violencia que afronta el país en este cierre de sexenio. También motivó consenso la ética de los medios ante fenómenos como el narcotráfi­co y sus consecuenc­ias, así como el manejo responsabl­e de redes sociales en su uso periodísti­co, su correcta aplicación como herramient­a de nuestros tiempos antes que verla como una desafortun­ada máquina de fake news.m

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