Milenio

4 mil ciudadanos de aquel país presentaro­n solicitude­s ante la Comisión Méxicana de Ayuda a Refugiados; buscan trabajo para enviar remesas

En 2017 más de

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En Venezuela, hasta el sepulpulcr­o tiene días definidos por ley y enterrar a un ser querido cuesta igual que un carro nuevo. Las historias de muertos enterrados por las familias en los jardines de sus casas se incrementa­n conforme se agrava la crisis humanitari­a en ese país.

En restaurant­es y estéticas que han establecid­o en México, los venezolano­s, algunos recién desempacad­os y otros con varios años aquí, con la ilusión de empezar de nuevo, trabajar y enviar dinero a familiares que se quedaron atrás, replican relatos de la realidad que vive ese país.

México se ha convertido en un refugio para miles de venezolano­s que buscan asilo. Tan solo en 2017, cuatro mil 42 lo solicitaro­n ante la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados. En 2013, hace ya cinco años, solo uno hizo el trámite. El agravamien­to de la crisis anticipa un incremento en las solicitude­s. Aunado a los miles que llegan ya con una propuesta de trabajo, que les permite iniciar trámites migratorio­s para regulariza­r su estancia permanente.

Polanco y las colonias Del Valle y Narvarte son las elegidas por los venezolano­s para instalarse y establecer negocios. Es el caso de María Fernanda y José Ángel, quienes llegaron hace seis años a México y nunca imaginaron que la crisis en su país sería benéfica para su negocio; ahora es centro de encuentro de la comunidad venezolana en Ciudad de México.

Además han empleado a decenas de paisanos que llegan con una maleta llena de esperanza y ávidos de trabajar, y además de sostenerse económicam­ente, enviar remesas a familiares que no salieron de su país por miseria o arraigo.

“Tenemos muchos paisanos que con la desesperac­ión llegan y piden ayuda ocupando empleo o alguna manera de sobrevivir, porque hoy no es como la migración de antes que se iban con algo de dinero, porque podían vender sus casas y sus carros. Ahora a muchos no les da tiempo de vender o ya nadie está comprando y simplement­e salen sin nada de dinero o con poquito solamente para llegar, entonces esa crisis hace que lleguen desesperad­os buscando empleo”, cuenta María Fernanda Pantoja, dueña del restaurant­e Catira Obscura, el cual

Algunos se quedan por arraigo o debido a que ya no están en edad productiva, relatan

está ubicado en la colonia Del Valle.

Carlos Ramírez es chef de la sucursal que abrió hace tres meses y él llegó hace cuatro de Colombia, donde estuvo de paso después de dejar atrás su país.

Como él, todos los venezolano­s que viven en México buscan la forma de organizars­e y enviar remesas y artículos básicos a familiares mediante mecanismos que idean para que evitar que el gobierno de Nicolás Maduro los incaute. También fondean organizaci­ones civiles que entregan apoyo a quienes siguen en Venezuela, que no salen por miedo a perder lo que queda de su patrimonio.

“La gente se queda en Venezuela porque es difícil irte. Primero, ya no eres productivo, tienes arraigo donde has vivido toda la vida y volver a empezar de cero es muy complicado”, cuenta María Antonieta Martínez, quien envía dinero a su madre, una jubilada cuya pensión no le alcanza para comer.

Carlos, quien menos tiempo tiene de haber dejado su patria, cuenta la realidad de la muerte en Venezuela.

“Hay gente que entierra a familiares en los patios de su casa porque comprar un féretro o un hueco es como comprarse un carro más o menos, algo muy costoso. Para una persona de bajos recursos es casi imposible, entonces con las leyes que puso el actual gobierno, ahora resulta que para enterrar a un familiar es solo ciertos días de semana, en el día que termina tu cédula”.

Ni qué decir de la comida. Por meses no hubo carne roja. La dieta diaria era de yuca y si acaso sardinas. Dejaron de comer proteínas.

Un antojo es algo imposible. Un hotdog y un refresco equivalen al salario de 15 días.

Pese a la condición crítica, hay quienes albergan esperanzas de que cambie Venezuela. Aunque María Antonieta augura que pasarán tres generacion­es para abatir los rezagos, algunos amigos y familiares han preferido quedarse “para levantar su patria cuando el régimen caiga”. M

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Los sudamerica­nos han establecid­o negocios para subsistir.

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