Milenio

IMPUESTO DE GUERRA LOS OBLIGA A EMIGRAR

Los mareros los despojan de sus casas para ampliar su territorio, y a los jóvenes los reclutan a la fuerza con la amenaza de matarlos a ellos o a alguno de su familia

- POR PEDRO DOMÍNGUEZ

En la caravana que partió de Honduras viajan miles de personas que buscan un mejor empleo, pero otros su único objetivo es mantenerse con vida.

Joel Licona es un obrero de San Pedro Sula. Un día, así sin más, llegó el crimen organizado a decirle que necesitaba su casa para extender su territorio. Con el tiempo en contra tuvo que salir a rentar junto con su esposa. Los bajos salarios y el poco empleo terminaron por orillarlo a dejar su vida atrás y caminar rumbo al norte.

“Nos las quitan los mareros para poder adueñarse del territorio más grande y las usan para muchas cosas. Distribuci­ón de drogas, asesinatos, montón de cosas”, explicó mientras buscaba un aventón en la carretera.

La historia de la violencia en Honduras se agrava porque ni siquiera ya es viable emprender un negocio o ser comerciant­e. Todos están obligados a pagar “impuesto de guerra”, como llaman a las extorsione­s de las pandillas, cobro de piso dirían en México.

Y ser joven es aún peor. Jonathan, con apenas 20 años salió huyendo porque la pandilla de su barrio, también en San Pedro Sula, lo amenazó: le dijeron que ya era hora de sumarse al grupo delictivo.

Como se negó, lo amenazaron con matarlo a él o a alguien de su familia. Así fue que tomó la decisión

En Pijijiapan ya los esperan; autoridade­s han comenzado con la recolecció­n de víveres

de sumarse a la gran caravana de migrantes.

“Te mandan decir que entres con ellos y si no que te tienes que ir del lugar donde vives. Por eso vengo en esta caminata para ver si tengo oportunida­d de llegar a Estados Unidos y poder rehacer mi vida tranquilo”, contó a la orilla de la carretera enfundado en una playera del Chicharito Hernández.

Él huyó porque las historias por resistirse a los maras son de terror. Jonathan contó que uno de sus vecinos tampoco quiso entrar a ninguna pandilla del barrio y como todos sospechaba­n que ya estaba trabajando para algún grupo delictivo, una pandilla lo sorprendió en un centro comercial y lo desnudó para buscarle algún tatuaje representa­tivo. Como no encontraro­n lo dejaron libre, pero sin ropa en medio del lugar. Y a partir de acciones de este tipo, la violencia va subiendo hasta que se consuman los asesinatos. También los encierran en casas y amarrados los obligan a confesar si pertenecen a alguna pandilla a golpes. Siempre los ataques van en aumento. Todo inicia, cuenta, con un mensaje de advertenci­a que llega de algún conocido o hasta un papel debajo de la puerta.

Entre la falta de empleo, la crisis económica y la violencia, las opciones de los hondureños se reducen a caminar miles de kilómetros arriesgand­o su vida y salud.

La mañana de ayer, tras seis horas de camino, los primeros contingent­es de la caravana migrante llegaron al municipio de Mapastepec, su tercera parada dentro de territorio mexicano.

En esta ocasión, los miles de migrantes se subieron a camionetas de carga para llegar a su destino. Los que salieron más temprano y tuvieron suerte, se adelantaro­n un municipio más hasta Pijijiapan.

El recorrido pasó por las instalacio­nes más modernas del Instituto Nacional de Migración a la salida del municipio de Huixtla sin que se viera interrumpi­do su camino.

En el municipio de Escuintla, decenas de personas salieron al pie de carretera para entregar víveres como comida, agua y fruta a las personas que iban caminando.

Mientras que en Mapastepec se montó un operativo policiaco para conducir a los migrantes al jardín principal del pueblo costero.

En Pijijiapan, la próxima parada, también ya esperan a los migrantes. Desde mediodía, las autoridade­s solicitaro­n a la población juntar víveres para apoyar a la caravana en esta que será su cuarta parada dentro de México. m

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La insegurida­d hizo que miles de centroamer­icanos arriesgara­n su vida y las de sus hijos en un peligroso viaje.

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