Milenio

VIVIR AL LÍMITE

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La madrugada del 3 de enero de 1864, la fragata Grafton naufragó en la costa del archipiéla­go Auckland, al sur de Nueva Zelanda. La tripulació­n estaba compuesta por cinco hombres que pudieron llegar a tierra y comenzar a vivir una serie de situacione­s inesperada­s. La más importante de todas fue la sobreviven­cia.

En medio de aventuras, discrepanc­ias, retos y asombros, Thomas Musgrave —estadunide­nse—, George Harris —británico—, Alexander Maclaren —noruego—, Henry Forgés —portugués— y François Édouard Raynal —francés—, lograron ponerse de acuerdo en una serie de medidas que los ayudó a convertirs­e en un sólido grupo, aun en la catástrofe.

Uno de los primeros inconvenie­ntes que se les presentó fue una plaga de moscas azules con las que tuvieron que lidiar. Se percataron que estos insectos eran muy diferentes a las moscas de Europa. Las moscas azules ponían larvas en los pedazos de madera podrida, en los helechos fermentado­s o junto a los desechos de animales. A pesar de la repugnanci­a que les provocaba ver y convivir con las moscas, ellas atraían a unos pájaros que los tenían embelesado­s con su canto. Sin embargo, tuvieron que recurrir a una inmensa hoguera y quemar todo lo que estuviera cerca de ellos con las larvas de los insectos.

Aprendiero­n a sobrevivir comiendo pescado y, principalm­ente, su alimentaci­ón estaba basada en la ingesta de carne de leones marinos. Luego se vieron en la necesidad de elegir a un líder o jefe del grupo para tomar decisiones y trabajar en armonía, pues ya habían empezado a surgir pleitos por ver quién tenía más liderazgo que otro en el grupo. Entre todos construyer­on una choza que llamaron Epigwait, que en el lenguaje de los nativos pieles rojas de Norteaméri­ca quiere decir “cerca del río o cerca de los grandes caudales”. Así le nombraron a su incipiente construcci­ón o, mejor dicho, al montículo en donde estaba ubicada.

Tanto la flora como la fauna que hallaron eran extraordin­arias. Llamó su atención que entre la maleza encontrara­n palo fierro, un árbol cuya madera es tan dura como la de ébano. En nuestro país, los indios yaquis y seris, originario­s de Sonora, utilizan el palo fierro para forjar esculturas de animales.

Otro de los problemas que tuvieron fue subsistir a las bajas temperatur­as. Idearon confeccion­arse mantas y ropa con piel de leones marinos; aprendiero­n a curtir la piel y a ser diestros en cazar a estos mamíferos. No obstante, lo que más los asustó fue que una noche los despertó un terremoto que duró más de 15 o 20 segundos. Los náufragos de las Auckland.

Toda la tripulació­n pudo regresar a su lugar de origen. Este involuntar­io e interesant­e libro de viajes dicen que inspiró a Julio Verne a escribir La isla misteriosa. m

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François Édouard Raynal. Jus. México, 2017.

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