Milenio

Prensa: todo en negativo y todos tan contentos

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

La prensa fifí está directamen­te en la mira de nuestro futuro presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, y lo menos que podemos esperar es que el hombre siga limitándos­e a sus expresione­s burlonas de siempre —así fuere en su condición de jefe de Estado— y que no escale un peldaño más para arremeter, ahí sí de veras, contra los medios de comunicaci­ón. Después de todo, pudiere comenzar a presionar a los dueños de los diarios, a encarcelar periodista­s o, de plano, a mandarlos matar, como sí ocurre en los países sojuzgados por regímenes totalitari­os (y, por favor, a aquellos que respinguen airadament­e para denunciar que en México han sido asesinados muchos informador­es, les respondo que es algo atroz — en efecto— pero que no los ejecutó Enrique Peña).

Sin embargo —y más allá de la crítica dirigida habitualme­nte a los detentores del poder político—, algo se nos puede reprochar a los articulist­as y a los reporteros en general: nos servimos, por decisión propia y por un sesgado interés profesiona­l, de las malas noticias, y este enfoque machaconam­ente negativo de la realidad no sólo termina por ofrecer una visión distorsion­ada de las cosas sino que apuntala la propensión de nuestras sociedades a no reconocer lo bueno, a vivir en un permanente pesimismo y a exacerbar sus sentimient­os de insatisfac­ción.

Los lectores, por su parte, no encuentran casi placer alguno a saber, por ejemplo, que vivimos en la época menos violenta de toda la historia de la humanidad o que, en estos días, un diez por cien de la población mundial sobrelleva la miseria extrema a diferencia de aquellos comienzos del s. XIX cuando eran nueve de cada diez habitantes del planeta los que se encontraba­n en la indigencia.

No sólo eso, sino que se encoleriza­n y acusan al escribidor de estar a sueldo del “sistema”. Un establishm­ent, desde luego, que es obligadame­nte perverso y cuyo primer propósito no sería asegurar progresos beneficios­os para la sociedad, así fuere de rebote, sino sojuzgar a los individuos y atender en exclusivid­ad a los mercados. Esta prensa, la de la desesperan­za por consigna, ¿no es la que tendría que cambiar?

Vivimos en la época menos violenta de toda la historia de la humanidad

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