Los medios y el Estado
El escándalo del fin de semana lo puso la revista Proceso, gracias a esa portada en que se lee: “AMLO se aísla. El fantasma del fracaso”. ¿Por qué el escándalo?
Una de las grandes mentiras del discurso progre, siempre y desde luego hoy, es que el Estado, lo público, vive amenazado por el poder privado, eso que algunos llaman “poderes fácticos”. Lejos de ello. Desde Chávez, que arrasó con la clase empresarial y al hacerlo, como pasa siempre en esos casos, arrasó con el país, hasta Trump, que tiene la oposición explícita de un puñado grande de los magnates más poderosos de la historia y resiste haciendo más o menos lo que le da la gana sin abolladuras mayores, la historia reciente confirma que el Estado, en plan hegemónico, es una fuerza muy difícil de contrarrestar, y que las amenazas autoritarias vienen esencialmente de ahí.
Por eso es tan grave que un presidente y su entorno —secretarios, subsecretarios y asesores convertidos en articulistas o talking heads— torpedeen a los medios: pese al victimismo subyacente en su discurso, es una pelea desigual, sobre todo cuando están en juego concesiones que pueden ser revocadas, y es —otra vez, de Chávez a Trump— un síntoma de mala salud democrática porque es un ejercicio de intimidación, aunque un ejercicio que, de momento, no parece haber tenido los resultados que esperaban. Proceso lo recordó con ruido porque es una publicación difícil de acomodar en el discurso maniqueo tipo pueblo bueno vs prensa fifí: ha sido una revista incluso proclive al obradorismo, de ahí que su manotazo en la mesa haya causado tanto pasmo entre los influencers 4T, incluido el comisariado político de los moneros, que reaccionaron tarde y mal. Pero el de Proceso es solo un caso. Pese a los llamados a la censura por parte de algún articulista o los regaños de nuestro futuro presidente, la pluralidad crítica de los medios sigue viva. Buena noticia.
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Es sano que surjan “voces nuevas”, filomorenistas, en los medios. Vamos a ver si honran el oficio con algo más que lugares comunes sobre la “comentocracia corrupta”. Un poco de ese periodismo de investigación que dicen que no existe, por ejemplo...