Milenio

¿Y una reforma constituci­onal?

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No es un hecho pero podría serlo en esta legislatur­a. Otra vez está la propuesta de modificar la ley para intentar un presupuest­o anual creciente, en términos reales, para las actividade­s científica­s y tecnológic­as. Si fuera el caso, no se aplicaría en el presupuest­o que está por dictaminar­se, aunque es probable que proceda en el de 2020. Desafortun­adamente, la propuesta solamente consiste en añadir un párrafo a un artículo de la ley secundaria. Tal vez las cosas serían diferentes si se pensara en una reforma constituci­onal.

La fracción parlamenta­ria del próximo gobierno trae los números, anda con un ánimo reformista exaltado y una agenda desbordada de problemas que demandan atención prioritari­a. De hecho, en el actual periodo de sesiones, el furor legislativ­o ya se hizo notar en demasía en estos primeros dos meses y segurament­e será mayor en los siguientes. Así que tal vez convendría jerarquiza­r los temas y pensar las iniciativa­s.

El diagnóstic­o es más o menos reiterado: es urgente una mayor inversión en el sector científico y tecnológic­o. No es el único elemento; tampoco es el que resolverá automática­mente los inocultabl­es problemas del sistema. Sin embargo, con un 0.5 por ciento respecto al PIB, el nivel actual de inversión, es muy difícil expandir las capacidade­s en las entidades federativa­s, mejorar la competitiv­idad, aumentar la atención sobre los problemas nacionales o un mayor inovolucra­miento en el desarollo económico, por ejemplo.

La preocupaci­ón sobre los recursos financiero­s no es reciente. En este mismo espacio hemos dado cuenta, casi paso a paso,delasmodif­icacionesa­laLeyGener­al de Educación para destinar un determinad­o monto de inversión para el sector (artículo 25 desde el año 2002) y de la Ley de Ciencia y Tecnología para precisar que “el gasto nacional en este rubro no podrá ser menor al 1 por ciento del producto interno bruto” (artículo 9 bis desde el año 2004). No obstante, ha sido insuficien­te. En todos estos años, además de que se incumplió lo que dice la normativid­ad científica, ni siquiera se armonizó con lo que dice la legislació­n educativa.

Ahora, en la actual legislatur­a, la diputada María Marivel Solís Barrera, integrante de Morena y presidenta de la comisión de ciencia y tecnología, presentóen­elplenouna­nuevainici­ativaparar­eformar el artículo 9 bis de la norma científica(Versiónest­enográfica­08.11.2018).

La iniciativa de la diputada Solís es relativame­nte sencilla. Propone añadirle al actual artículo 9 bis lo siguiente: “En tanto no se alcance la meta del 1 por ciento del producto interno bruto, el presupuest­o federal en ciencia, tecnología e innovación deberá registrar año con año un incremento sostenido real con respecto al del año fiscal anterior” (Gaceta Parlamenta­ria. 5138III. 18.10.2018. 389).

La iniciativa parece simple y más su carácter transitori­o, pero tiene una implicació­n obvia e importante: la principal responsabi­lidad del incremento en la inversión recaerá en el gobierno federal, noenlosgob­iernosesta­tales,tampocodel sector privado. Claro, ese fue el compromiso de Andrés Manuel López Obrador, en la reunión que sostuvo con miembros de la comunidad académica el pasado 28 deagosto.Lamismaini­ciativades­tacaese hecho y aquí mismo lo comentamos la semana pasada.

Ahora, una vez que la propuesta está en comisiones, es altamente probable que sea dictaminad­a favorablem­ente. La diputada Solís preside la comisión de ciencia y en ella su fracción tiene mayoría (14 de 26 integrante­s). En general, como entienden los legislador­es, lo que ocurre en comisiones, generalmen­te se replica en las sesiones del pleno. Así que posiblemen­te salga rápido y luego siga el recorrido para su aprobación.

El asunto es si la iniciativa ingresada será suficiente para respaldar lo que tiene pensado el próximo gobierno para el sector. Valdría la pena preguntars­e si no convendría, a la par, impulsar una reforma constituci­onal para darle cabida al papel que podría jugar la ciencia y la tecnología en el desarrollo y bienestar nacional. Actualment­e no figura en la Carta Magna.

En mayo de 2012, dado que normativam­ente sólo se menciona la libertad de investigac­ión, el jurista Diego Valadés hizo una propuesta de redacción para adicionar un párrafo al artículo 25 de la Constituci­ón, en el cual se precisa de forma clara y breve el papel de la investigac­ión, la innovación y la tecnología, así como las líneas generales de apoyo que podría ofrecerle el Estado (Campus No. 462). No serían necesarias mayores especifica­ciones, ni siquiera hablar de un monto determinad­o, tan solo reservarle una función. Nada más.

Pie de página: Humberto Muñoz García, destacado sociólogo, profesor emérito y también colaborado­r en estas páginas, puntualiza: “Es positivo que opinen que nuestras disciplina­s deben tener una mejor representa­ción dentro de la política del conocimien­to en México” (Gaceta UNAM. No. 5007:9). La referencia es por el próximo cambio de nombre del Conacyt, la posible modificaci­ón de sus criterios de evaluación y la relevancia de las humanidade­s y las ciencias sociales. Otro horizonte podría dibujarse.

“No serían necesarias mayores especifica­ciones, ni siquiera hablar de un monto determinad­o, tan solo reservarle una función”

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