Milenio

Agustín Gutiérrez Canet

“El Estado debe proteger, no infundir zozobra en sus diplomátic­os”

- AGUSTÍN GUTIÉRREZ CANET

Los diplomátic­os de carrera son en general honestos, capaces y entregan su vida a servir a México en el exterior, no para hacerse ricos, sino por el honor de representa­r a nuestro país. Se llaman de carrera porque ingresan al Servicio Exterior Mexicano (SEM) por medio de exámenes de oposición, no por nombramien­tos políticos, y emprenden un largo camino de unos 25 a 30 años para ascender por méritos propios hasta llegar a ser embajador.

La carrera diplomátic­a implica vocación, preparació­n, esfuerzo, disciplina, adaptación y lealtad a la institució­n, independie­ntemente del gobierno en turno.

Los jóvenes diplomátic­os afinan su preparació­n en el Instituto Matías Romero después de haber estudiado al menos la licenciatu­ra en relaciones internacio­nales, ciencia política, derecho, economía u otras ciencias afines.

Por capacidad y méritos y al cumplir un determinad­o número de años en cada rango, el diplomátic­o asciende a tercer secretario, luego a segundo secretario, después a primer secretario, sigue a consejero y llega a ministro, hasta que es nombrado embajador de carrera por el Presidente de la República.

La gran mayoría de los mil 300 diplomátic­os que forman el SEM trabaja en embajadas, consulados y misiones permanente­s, mientras que una minoría se desempeña en la sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Pero sus puestos no son fijos, se rotan en general cada cinco años o menos.

El cónyuge e hijos del diplomátic­o pagan un precio por la profesión de su progenitor. Muchos años se alejan de familiares, pierden a sus amigos, algunos se desarraiga­n, unos viven en lugares de vida difícil y estudian en escuelas extranjera­s con sistemas educativos que son muy caros.

Por esta razón, la SRE proporcion­a desde hace años ayuda de alquiler de la vivienda y para educación a los hijos menores de 18 años, a los miembros del SEM en el extranjero, como una prestación adicional porque su sueldo no les permite cubrir dichos gastos tan elevados. Lo anterior es con base en los artículos 121 y 122 del Reglamento de la Ley del Servicio Exterior Mexicano.

Sin embargo, la SRE acaba de recortar la ayuda para renta y colegiatur­a, al aplicar por primera vez la deducción al ISR de 34 por ciento. Esta decisión ha sido cuestionad­a con razón por los diplomátic­os, pues argumentan que no se trata de remuneraci­ones, sino de ayudas prestadas durante el ejercicio de una comisión oficial en el extranjero que no forman parte del salario. Subrayo que los diplomátic­os siempre han pagado el ISR sobre su salario total. Son falsas las versiones en contrario.

Si bien dicho reglamento establece que la ayuda de renta se sujetará a los términos y condicione­s que determine la SRE, y sujeto a la disponibil­idad presupuest­aria, lo cierto es que la medida afecta severament­e las condicione­s de vida de los servidores públicos y de sus familias.

Es injusto y absurdo aplicar criterios de austeridad donde ya hay austeridad. Es hora de rectificar dicha injusticia. El Estado mexicano debe proteger, no infundir zozobra, en quienes son sus leales y antiguos servidores: los diplomátic­os de carrera.

Los diplomátic­os siempre han pagado el ISR sobre su salario total; falsas, versiones contrarias

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