Milenio

Houston, tenemos un problema

- JAIRO CALIXTO ALBARRÁN jairo.calixto@milenio.com @jairocalix­to

Si yo tuviera un penthouse en Houston, como doña Olga Sánchez Cordero (que no lo tengo porque no he trabajado 100 años para conseguirl­o, pero sobre todo porque me podría haber encontrado a gente indeseable como Javidú y a su domadora o al otro Duarte, Chesarito, que por alguna extraña razón les gusta esa ciudad tan deschistad­a para fincar su patrimonio), no lo ocultaría y antes al contrario lo presumiría como la Gaviota, que gozaba haciéndono­s sentir como los parientes pobres del amor porque ella era la Dueña de unos departamen­tazos en Miami, donde te puedes encontrar gente muy furris y medio macuarra como Pitbull y una caterva poco recomendab­le de vivales y reguetoner­os.

Digo, de lo que se trata es de ser como Robero Deschamps, que no negaba la cruz de su parroquia al pasearse en aviones privados, yates como del crucero del amorts y viviendo una vida de pachá brindando con Mamado Nervo en la cubierta al ritmo de vida, estamos en fax, como diría Germán Dehesa. Una bonita tradición, la de exhibir los símbolos de estatus, que los líderes sindicales de Pemex han seguido a pie juntillas al acumular propiedade­s y casas cuya arquitectu­ra, dicho sea con todo respeto, no niegan su inspiració­n en el Art Nacó. Grandes luchadores por las causas del proletaria­do

Si yo tuviera un penthouse en Houston, también se la hubiera hecho de jamón a la SFP

sin cabeza, cuyo estilo de vida tan humilde debe palidecer ante la de David Penchyna que se metía, así como jugando, 800 mil pesos al mes, en su calidad de director del Infonavit, donde logró grades maravillas como la de conseguir que la clientela nunca jamás alcanzara a ver finiquitad­a su deuda.

Como quiera que sea, si yo tuviera un penthouse en Houston, también se la hubiera hecho de jamón a la Función Pública por negarme mi derecho a presumir mi bienestar ocultado mi 3 de 3 o haciéndola perdediza, ya no se sabe. Pero que no me entreviste nadie para escuchar mi versión, de todos modos pondrían cualquier cosa para desprestig­iarme.

Ni siquiera el señor Urzúa que quiere que los abuelitos cobren por cuidar a los nietos. ¿Qué acaso no sabe que es lo único que los salva de que no los mandemos a un sórdido asilo en Ecatepunk?

Ya me voy a Houston, aunque tengamos un problema.

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