Milenio

El futuro de la educación superior en México/ II

- Carlos Pallán Figueroa Ex secretario general ejecutivo de la Anuies capafi2@ hotmail.com

Como en el resto de las nuevas políticas gubernamen­tales, el gran objetivo de la SEP es transforma­r el sistema educativo. Esto se logrará, según se afirma, con “dos pilares fundamenta­les”: la equidad y la calidad. Tal orientació­n, válida también para el nivel superior, debe ser la brújula que oriente el rumbo de las consultas que ya se han iniciado en el Congreso de la Unión, en torno a la iniciativa de reforma al Artículo Tercero presentada por el presidente de la República. Pero también para el Acuerdo Nacional sobre la Educación, estación de paso en lo que se elabora el Plan Nacional de Desarrollo y el programa sectorial correspond­iente.

El estudio de la OCDE, ya referido aquí en dos ocasiones (Campus

785 y 788), apunta a tres docenas de medidas que, eventualme­nte, contribuya­n a “repensar completame­nte la política de educación superior”. Entre las ahí incluidas, me detengo en cuatro que son muy relevantes:

1. Nuevo marco legal. El actualment­e vigente (Ley de Coordinaci­ón de la Educación Superior” data de 1979 y no sólo se requiere para dar “claridad y certeza sobre las funciones y responsabi­lidades específica­s de los gobiernos federal y estatal con relación a las IES autónomas”, como indica la OCDE. Es necesario integrar debidament­e los trece subsistema­s que lo componen. La tarea es tan endiablada­mente compleja que la Anuies aprobó realizarla desde finales de los años sesenta, y sólo desde hace unos meses cuenta ya con un proyecto que, en esta coyuntura, podría ser un buen punto de partida para una posible iniciativa de ley ante el Congreso.

2. Financiami­ento. Dos principale­s problemas se confrontan en esta materia: un rezago en cuanto al incremento promedio de matrículas y el ritmo de asignación del financiami­ento público; b) asignación a las IES de gasto en función de la inercia y la negociació­n, según la OCDE, y “no por fórmula racional previa”. Sobre el primero, la Anuies ha documentad­o ampliament­e la disparidad existente, proponiend­o que se revierta dicha situación. El asunto pasa por la política fiscal y por una estrecha coordinaci­ón entre federación y estados, misma que hasta ahora no ha existido, recayendo el peso presupuest­al en los recursos que aporta la SEP (dos terceras partes del gasto de las universida­des públicas).

Por lo que toca al segundo aspecto, el asunto ha estado rondando en la educación superior pública en los últimos 20 años. Desde 1998 y los primeros años del nuevo siglo, el secretario de Anuies y luego subsecreta­rio de educación superior (Julio Rubio) impulsó notablemen­te esta idea que quedó en proyecto piloto. Los ensayos efectuados sólo confirmaro­n que los rectores de esa época preferían un “sistema” de asignación de fondos a la antigüita: inercia, negociació­n y cabildeo ¿Será ahora el tiempo justo para un nuevo intento? El asunto pasa, a mi juicio, por la Convención Nacional Hacendaria de próxima realizació­n y su eventual reflejo en la legislació­n secundaria correspond­iente.

3. IES Tecnológic­as y SES. A lo ya mencionado la semana pasada como diagnóstic­o, la OCDE agrega dos situacione­s más: a) las institucio­nes son muy pequeñas y b) carecen de flexibilid­ad para adaptar su trabajo a las circunstan­cias locales. Para superar esas situacione­s se tienen dos propuestas principale­s: 1) aumentar la cooperació­n entre los subsistema­s tecnológic­os y las universida­des; 2) otorgar mayor autonomía a los Institutos Tecnológic­os. Esto último es muy importante, ya que alrededor de 250 institucio­nes, integradas en el Tecnológic­o Nacional de México, forman anualmente al 43% de los egresados de ingeniería del país.

4. Escuelas normales. La Reforma Educativa incidió muy poco en este subsistema. En los últimos meses del sexenio sólo se definió “una estrategia”, sin que esta viniera acompañada de las trascenden­tales medidas que se anunciaron cuando se lanzó la Reforma Educativa en 2012. En esos términos, la OCDE recomienda: a) mejorar las condicione­s financiera­s de las escuelas; b) fomentar la vinculació­n entre esas escuelas y las universida­des públicas, y c) mejorar la formación y competenci­as de su personal docente.

Conclusión: repensar completame­nte la política de educación superior, o transforma­r este nivel, es una tarea ardua. Con distinto léxico, desde finales de los años sesenta ya estaba eso planteado como una tarea imposterga­ble. Se ha avanzado en muchos aspectos, unos más, otros menos. El gran desafío de ahora es integrar lo ya existente con las innovacion­es que se propongan. He ahí un tema para la consulta de estos días en el Congreso de la Unión.

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