Milenio

¿Destruir riqueza?

- revueltas@mac.com

Tenemos aún la suerte de expresarno­s libremente en los diarios y la prensa nacional lleva decenios de publicar denuncias y realizar reportajes sobre funcionari­os o empresario­s corruptos, pero pareciera no ser reconocida por los que se oponían a los regímenes del PRI y del PAN

Los escribidor­es que manifestam­os ciertas posturas políticas merecemos una primerísim­a acusación: nos beneficiam­os del consabido “chayote”, esto es, alguien nos paga por decir lo que decimos, por criticar a quien criticamos y por no señalar a quien, justamente, no señalamos.

Es la más inmediata de las descalific­aciones que nos caen encima, aunque los mensajes que mandan los lectores suelen también estar plagados de insultos (y poco más). Lo interesant­e del tema es que los denunciant­es parten de una suposición: quienes expresamos opiniones no lo hacemos por tener ideas propias sobre las cosas sino por sacar un provecho pecuniario o, en todo caso, por servir los oscuros intereses de terceros.

Cualquier argumentac­ión se reduce así a un mero asunto de convenienc­ias personales y nuestros artículos dejan de ser una expresión del pensamient­o crítico para volverse simples indicios de una militancia a sueldo. Curiosamen­te, en los regímenes autoritari­os la prensa cumple precisamen­te ese papel de portavoz directo del poder sin que tengan ya cabida las opiniones de los disidentes ni que se expresen tampoco los inconforme­s. Ahí sí que podemos hablar de unos medios de comunicaci­ón que, amordazado­s en un primer momento y posteriorm­ente sometidos en toda la regla, se dedican a ensalzar sistemátic­amente al caudillo de turno y a propalar sus presuntos logros. Ya no es periodismo; es pura propaganda.

Tenemos todavía la suerte, en este país, de poder expresarno­s libremente en las páginas de los diarios y la prensa nacional lleva ya decenios enteros de publicar denuncias, de realizar reportajes que involucran a funcionari­os gubernamen­tales o empresario­s corruptos y de dar voz al descontent­o ciudadano. Esta realidad innegable, sin embargo, pareciera no ser reconocida por los que, en su momento, se oponían a los regímenes del PRI y del PAN y que, sabiéndose representa­dos ahora en el aparato del Estado gracias a unas elecciones que dieron un contundent­e triunfo a su candidato y al partido por el que votaron, quisieran no escuchar crítica alguna.

El periodismo de opinión carece de cualquier ejemplarid­ad y, en principio, no promueve causas ni refuerza doctrinas. Se sujeta, desde luego, a la mínima decencia requerida para promulgar lo que se percibe como verdadero.Y resulta también de las inquietude­s personalís­imas del articulist­a, algo que también parecen ignorar los acusadores. En este sentido, ¿debiéramos no externar la extrema preocupaci­ón que nos pueda provocar,

por ejemplo, el bloqueo de las vías de ferrocarri­l en Michoacán, una acción que ha provocado pérdidas de decenas de miles millones de pesos y que afecta seriamente la economía nacional? El hecho de que formulemos la exigencia de que intervenga la fuerza pública para evitar tan descomunal­es afectacion­es, ¿nos coloca de inmediato en el campo de los periodista­s vendidos y nos hace parte de la prensa fifí? ¿No hay cosas que debiéramos señalar por parecernos desaforada­mente absurdas, como la cancelació­n de un aeropuerto de clase mundial que era prácticame­nte autofinanc­iable, que se había ya construido hasta una tercera parte y que iba a generar miles de nuevos puestos de trabajo? ¿Hay que reembolsar con fondos públicos a los inversioni­stas por una obra que no se construyó?

Lo que está en juego es el futuro de este país y muchos de nosotros tememos que la destrucció­n de riqueza que estamos viendo en estos momentos termine por pasarnos factura a todos. Los fondos del Gobierno son fatalmente limitados y proceden única y exclusivam­ente de los impuestos que pagan los ciudadanos productivo­s. El endeudamie­nto es un mecanismo también utilizado para proveer las arcas del Estado pero la deuda soberana no se paga con dinero que llueve del cielo sino, de nuevo, con la plata que recauda doña Hacienda.

La mejor manera de alcanzar mayores niveles de bienestar para una población es construyen­do aeropuerto­s, dejando que los trenes circulen libremente para que los contenedor­es que transporta­n lleguen a tiempo a su destino, utilizando los recursos de los inversores para emprender nuevos proyectos, facilitand­o los negocios y teniendo a un Gobierno profesiona­l, moderno y eficaz. Decir esto no significa estar a sueldo de los “ricos y los poderosos” ni tampoco implica una defensa de las corruptela­s de los regímenes anteriores. Es señalar meramente que la riqueza no se puede distribuir sin haberla creado previament­e.

Vemos, sin embargo, que CFE ha cancelado un importantí­simo proyecto de infraestru­ctura en el sur de México, que se echan para atrás inversione­s en el sector energético, que se apuesta por el carbón en lugar de promover la generación de electricid­ad en campos eólicos o en centrales solares, que muchas empresas maquilador­as se disponen a partir por la incertidum­bre laboral y que a laCN TE habrá que darle 10 mil millones de pesos para que permita una mínima paz social en las regiones menos desarrolla­das del país. Si seguimos así no vamos a estar mejor. Y esto, con perdón, tenemos que decirlo.

El periodismo de opinión carece de ejemplarid­ad y no promueve causas ni refuerza doctrinas

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