Milenio

Ojos de papel volando

- BRAULIO PERALTA

Fernando Osorno cumple 25 años de artista plástico y contemporá­neo. La Galería Óscar Román lo festeja con una exposición individual. Pinta obscurecie­ndo aquello que cierta gente se ruboriza al ver: el desnudo masculino. Entre flores aparece lo fálico y sublima la aceptación del pasivo en las relaciones sexuales. Uno tiene que mirar con detalle para descubrir ese objeto del deseo. Un dato final: la caracterís­tica en Osorno es su cuerpo tatuado, mucho antes que fuera moda. Él usó el tatuaje como símbolo ambiguo entre la masculinid­ad y la femineidad. Obvio, es un activista gay.

Maii Ortiz escribió: el artista “reacciona en contra de la dominación del propio cuerpo por parte de agentes disciplina­dores como la religión o la educación machista”. O Alfredo Matus: frente las piezas, uno “contempla, más que narracione­s de vida, pequeños himnos sinfónicos a la diversidad y la unicidad en toda su complejida­d”.

Visité el taller del artista. Lo que escribo a continuaci­ón es sobre la exposición en la Galería Óscar Román —trabajo sustentado en el papel—, esculturas de mediano tamaño que exigen igualmente una visión minuciosa del espectador. Si no hay ojo inteligent­e y sensible —se puede prescindir de lo racional pero no de los sentidos—, entonces sería mejor que no vayan a ver la muestra…

Mire usted el detalle, no la obra completa. Mire con atención y descubrirá en la pieza los universos que el papel ofrece a quienes saben poner los ojos al servicio del arte. Mire nuevamente e imagine unaescenog­rafíadonde­loqueusted­vegiralent­amenteensu retina,yentoncesr­egresaráal­niñoquefue­ydisfrutar­ádeun espectácul­ovisualque­soloFernan­doOsornopu­edeofrecer.

Porqueelar­teconsiste­eneldetall­e.Porquesemi­radeconjun­to una obra, sí, pero después de encaminar los ojos a esa parte donde se descubren los secretos del artista, ahí donde unodespier­ta.FernandoOs­ornoesespe­cialistaen­ofrecersus

“El espectador debe inventar el juego de las emociones que concita el arte”

más íntimos deseos en ese resquicio donde se encuentra la infancia que fuimos. Porque una pieza revela el gusto por la naturaleza—animal y humana —. Basta ría detenerse con tiempo y cuidado para descubrir buena parte de nosotros mismos.

No son los tres cochinitos. No son las tres calaveras —remembranz­as y homenaje a José Guadalupe Posada—. Tampoco es el busto con sus tres cabezas adornadas de ilusiones, ni los tres canes que transitan en nuestra vida cotidiana. No. El espectador debe inventar el juego de las emociones que concita el arte. Cada pieza es una historia. Cada obra nos conduce por el camino de percepcion­es íntimas, donde lo que importa es el individuo frente a Fernando O sorno :13 piezasbiyt­ridimensio­nales, trabaja das en papel y acero. Sí: el acero con que el artista rasga y configura sus estéticas. No deje de auscultar en una de esas calaveras: las navajas, principio y fin de las elucubraci­ones del artista.

Hagamos el recorrido juntos, pero no revueltos. Solo existe usted y Fernando Osorno y sus diminutas rasgaduras del papel y el acero. Con cuidado pues, con aliento, con los sentidos, sí, pero con ansia de entender que Fernando Osorno —con 25 años de trayectori­a—, realizó lo que ve, con sus ojos de papel volando.

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