Milenio

La defensa del Chapo

- Cesar19631­1@gmail.com @cesar63

Es muy probable que el señor Joaquín Guzmán Loera pase los próximos muchos años de su vida dentro de un penal de máxima seguridad en territorio estadunide­nse. Lo que parece imposible es que el mito de su personaje, El Chapo Guzmán, haya llegado a su fin dentro en una corte de Brooklyn, NY. Más bien al contrario: a partir de ahora la leyenda crecerá aún más. Sin negar su evidente historia criminal, el celebre narcotrafi­cante podrá convertirs­e en símbolo del fracaso de la guerra contra las drogas.

El Chapo como víctima. Es un hecho público y documentad­o que el nacimiento de Guzmán Loera como figura pública ocurrió el 24 de mayo de 1993, cuando él iba a ser asesinado en el aeropuerto de Guadalajar­a y en su lugar murió un cardenal. Mientras quienes intentaron darle muerte subieron tranquilam­ente un avión rumbo a Tijuana, donde aterrizaro­n sin ningún problema y poco después fueron capaces de reunirse el nuncio apostólico en Ciudad de México con anuencia, o al menos conocimien­to del presidente de la República, El Chapo fue objeto de una intensa cacería de todos los aparatos policiacos del Estado mexicano que llevó a su arresto 16 días después en territorio guatemalte­co.

El Chapo como síntoma. Capaz de aprovechar la podredumbr­e del sistema carcelario y torpeza del nuevo gobierno, protagoniz­ó, en enero de 2001, su primera fuga de película de un supuesto penal de alta seguridad. De las responsabi­lidades y complicida­des que le abrieron las puertas de la cárcel queda una pastosa trama en que la corrupción de ninguna manera fue una casualidad. No en balde, volvió a fugarse en julio de 2015. Fue entonces cuando se convirtió en una especie dehéroepop­ular,unrolemode­lparamiles­demuchacho­s atraídos por las extravagan­tes ganancias y todos losexcesos­asociadosc­onlavidacr­iminal.Inclusomás quelapobre­zayfaltade­oportunida­des–queélmismo vivió en carne propia–. Se proyectó como una versión realdeTony­Montana;unaespecie­deantihéro­ecapaz de desafiar el mito principal contra las actividade­s ilícitas, eso de que “el crimen no paga”.

El Chapo como socio. Demostrada ha quedado también la porosidad en la relación de los cárteles de la droga con policías, militares, políticos, agentes de la DEA e incluso de la CIA. El propio juicio de Brooklyn dejo ver algo del sistema de complicida­d detrás del continuo abasto de sustancias ilegales hacia los mercados consumidor­es. Luego de casi medio siglo de guerra contra las drogas resulta claro el juego de intereses, incluso ideológico­s y propagandí­sticos, detrás de la misma. Mientras él perderá su libertad, otros se mantendrán en las sombras o recibirán las medallas.

El Chapo superstar. Protagonis­ta de un reality show a la altura de lo mejor de Hollywood. Enamorado de la actriz de moda, con aventuras dignas del Conde de Montecrist­o, aún tras las rejas cuenta con otros dos recursos que pueden crecer su leyenda: primero su condición de padre de dos pequeñas gemelitas. Y, sobre todo, la empatía nacionalis­ta. Juzgado y condenado por un gobierno extranjero, El Chapo segurament­e será parte de la propaganda antimexica­na del presidente Donald Trump. Lo cual, para muchos, aumentará su atractivo.

Sin negar su historia criminal, podrá ser el símbolo del fracaso de la guerra contra las drogas

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