Milenio

“La Guardia nace seguida de una protesta de federales que se sienten marginados”

- Maite Azuela

La Guardia Nacional inició oficialmen­te casi en paralelo al quinto aniversari­o de la masacre de Tlatlaya. Si la fecha coincident­e nos obligaba a reflexiona­r sobre las exacerbada­s facultades que adquiere un cuerpo de seguridad militar de facto y civil por norma, la lista de actos impunes que se deriva de este referente hace imperante que se dé celeridad al proceso de justicia que parece haber quedado suspendido en el pasado.

Recordemos primero. De acuerdo con el testimonio de Clara Gómez González, cuya hija resultó muerta en

los hechos, fueron 22 las personas detenidas en una bodega ubicada en San Pedro Limón, en el municipio de Tlatlaya, en el Estado de México. La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) había señalado que esta detención fue resultado de un enfrentami­ento entre un grupo del crimen organizado e integrante­s del 102 Batallón de Infantería. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) reveló que, aunque estos civiles ya se habían rendido, entre 12 y 15 personas fueron ejecutadas.

Para el caso Tlatlaya, la instrucció­n de “Abatir delincuent­es en horas de oscuridad” fue acreditada por el Centro Prodh, demostrand­o que los mandos del Ejército habían dado la orden de disparar a los delincuent­es que se habían rendido. Este documento contrarres­ta las declaracio­nes del cuerpo castrense que aseguraban que las muertes habían sido resultado de un enfrentami­ento. Además de las declaracio­nes de tres mujeres que aseguraron que los ataques a los civiles se realizaron una vez que estaban detenidos.

Iniciemos la lista de actos impunes. De acuerdo con el informe de la CNDH, los sobrevivie­ntes fueron torturados para no declarar sobre lo ocurrido. Además, tuvo evidencia de que la escena del crimen había sido alterada. La Sedena inició una averiguaci­ón previa por los hechos. Fue un juzgado militar el que absolvió a seis

@maiteazuel­a

El Centro Prodh probó que hubo orden de disparar a infractore­s ya rendidos

militares acusados y a otro más le dio una sentencia de un año de prisión por desobedien­cia. Aunque la entonces Procuradur­ía General de la República consignó la averiguaci­ón realizada por la Sedena, no presentó pruebas suficiente­s sobre la identidad de los soldados y a pesar de que se había probado que las ejecucione­s fueron arbitraria­s, los siete soldados fueron liberados en mayo de 2016.

Clara Gómez no ha descansado para exigir justicia y en 2017 se consiguió una sentencia que obligó nuevamente a la PGR a realizar investigac­iones agotando la cadena de mando que instruyó el abatimient­o. Sin embargo, la ahora Fiscalía General de la República no ha emprendido suficiente­s esfuerzos para el esclarecim­iento del caso y el desmantela­miento de la complicida­d con la que se ha encubierto a los responsabl­es. La Guardia Nacional nace seguida de una protesta de policías federales que, ante la evidente naturaleza militar que el cuerpo ha adquirido al abandonar el carácter civil que se le otorgó constituci­onalmente, se sienten marginados. La impunidad de cinco años del caso Tlatlaya que favorece a integrante­s de fuerzas armadas que violaron derechos humanos en tareas de seguridad pública, será también el referente de un inicio que requiere urgentemen­te un equilibrio civil y reglas explicitas para la rendición de cuentas.

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