Milenio

“Con el brexit hizo erupción el populismo antiglobal”

- Carlos Tello

En junio de 2016, Reino Unido votó a favor de abandonar la Unión Europea. Era conocida la aversión de los ingleses hacia Europa. Pero aún así resultaba extraño que tantos de ellos estuvieran a favor de un paso, el brexit, que según la mayoría de los economista­s tendría consecuenc­ias terribleme­nte graves para su bienestar. Y que ya las tiene. Londres es la sede del centro financiero más grande del mundo. “Esta metrópoli del dinero, conocida como la City, genera ganancias por 152 mil billones de dólares al año, tanto como la industria del automóvil en Alemania”, señala The Economist. “Pero el brexit amenaza con fracturar los lazos financiero­s de la Gran Bretaña con la Unión Europea”. “Escocia, a su vez,

discute la necesidad de organizar un referendo para dejar el Reino Unido en caso de un brexit sin acuerdo”, añade The Guardian. Inglaterra perdería, así, su capital y su integridad. ¿Cómo fue posible llegar a este desastre? Es importante responder la pregunta, porque con el brexit hizo erupción el triunfo del populismo antiglobal y autodestru­ctivo que arrasa por Europa y por América. Estalló no en la periferia, sino en el corazón de Occidente, en la cuna de la democracia: Inglaterra.

La prensa ha buscado una respuesta en la educación que recibieron los autores del desastre. El Financial Times publicó hace poco, en ese sentido, un reportaje documentad­o y elocuente. “Seis de los siete candidatos para dirigir el Partido Conservado­r que compitiero­n a principios del mes estudiaron en Oxford”, afirma. “Los dos que ganaron,

Boris Johnson y Jeremy Hunt, fueron contemporá­neos, junto con Michael Gove”. Los tres estaban en Oxford a mediados de los 80. Yo conocí ahí a Boris, por cierto: estudiamos juntos en el mismo colegio, Balliol. Era sumamente carismátic­o, pero no parecía creer en nada, algo que llamaba la atención en un lugar donde todo el mundo tenía opiniones muy concretas sobre lo que ocurría en el mundo. Al dejar Oxford trabajó como correspons­al del Daily Telegraph en Bruselas, donde encontró la causa que vislumbró que podía llevarlo hasta lo más alto: ridiculiza­r a la Unión Europea. Llegar a lo más alto era

Era sumamente carismátic­o; sin embargo, no parecía creer en nada

su ambición. Quería ser, desde niño, “rey del mundo”, recuerda un perfil publicado este domingo en el New York Times. Pero los brexiters son viejos, pobres y mal educados, y viven en la provincia, y Boris era joven, rico y bien educado, y vivía en Londres. ¿Qué podía tener con ellos en común? Su amor por el pasado; la nostalgia por la grandeza de la Gran Bretaña; su reverencia por el Parlamento, gestado en la Edad Media. Así lo dice el Financial Times, en referencia a Johnson y a Gove: “Sentían que gobernar la Gran Bretaña era su privilegio de clase y que Bruselas no tenía ningún derecho de quitárselo”.

Ambos fueron, en los 80, presidente­s de la Oxford Union. Para ganar un debate, ahí, había que divertir al público con ocurrencia­s, no aburrirlo con detalles. “Una de las cosas que aprendías en Oxford (incluso si no estabas en la Union) era a hablar bien, aunque no tuvieras mucho que decir”, dice el reportaje del Financial Times. Coincide Timothy Garton-Ash, él mismo profesor en Oxford: “Las escuelas privadas inglesas y la cultura que las rodea preparan a los estudiante­s en la elocuencia superficia­l, para escribir ensayos, para hablar en público, sin mucho conocimien­to, y eso lo refuerza la Union”. El referendo de2016fue,ensuopinió­n,“undebatede­laUnionmez­clado con estrategia­s modernas de publicidad”. El problema es que no vivimos en una sociedad de debate, sino en un mundo de gente real con vidas reales.

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