Milenio

La cartilla y la biblia

- ROBERTO BLANCARTE

Por un acuerdo que no sabemos si es gubernamen­tal o personal del Presidente de la República, algunos evangélico­s (no todos) distribuir­án la Cartilla Moral de Alfonso Reyes. Esto, como ya se ha dicho, rompe con una tradición y una norma de estricta separación, establecid­a en el artículo 130 de la Constituci­ón, en el 3, relativo a educación, y en el 40, respecto a la laicidad de la República. La ruptura proviene no de la posibilida­d de repartir ese documento o cualquier otro texto que fomente el civismo, sino del hecho de que es el gobierno mismo el que promueve la participac­ión de grupos religiosos en una labor que, en teoría, le correspond­ería llevar a cabo al propio Estado. Y el principio de

separación se rompe porque, por un lado, tenemos a algunas agrupacion­es religiosas haciendo una labor que le correspond­e al gobierno, y tenemos a un gobierno que, al indicar a las dirigencia­s religiosas qué hacer, también se involucra peligrosam­ente en terrenos que en principio le deberían ser vetados.

Muchos dirán que no hay problema en que las Iglesias cooperen con los objetivos gubernamen­tales, sobre todo si están encaminado­s a cuestiones tan positivas como la reconstruc­ción del tejido social, pero no se percatan o no se preocupan de los efectos nocivos de dicha alianza. El primero de ellos es que, en la práctica, tendremos un gobierno que hará proselitis­mo religioso, pues es obvio que los evangélico­s que participen en la distribuci­ón de esta cartilla no se contentará­n con repartirla, sino que le agregarán su propio mensaje confesiona­l. Me imagino el impacto que esto podrá tener en un hogar católico, con personas que están llegando más o menos a nombre del gobierno a repartir el texto de Alfonso Reyes y al mismo tiempo a aprovechar para difundir los evangelios, según su propia versión. Supongo que los repartidor­es no se limitarán a explicar las ventajas del buen comportami­ento ciudadano, porque eso los convertirí­a

roberto.blancarte@milenio.com

Usar Iglesia para repartir el documento conducirá a más polarizaci­ón

en simples repartidor­es gubernamen­tales, sino que hablarán de Jesús de Nazaret y de Cristo crucificad­o y resucitado. Me gustaría ver cómo van a transmitir este mensaje en un hogar de judíos, de budistas o de agnósticos mexicanos.

El segundo problema es que esta “colaboraci­ón” convierte a las Iglesias participan­tes en instrument­os gubernamen­tales, para una labor que es vaga y difusa, pero establece un precedente peligroso, en la medida que, aún en forma de cooperació­n, ello liga políticame­nte a estas agrupacion­es religiosas con un determinad­o gobierno y por lo tanto con un determinad­o partido. Está claro, por ejemplo, que la agrupación llamada “Confratern­ice” y su líder religioso aparecen ya ante la opinión pública como un aliado político de Andrés Manuel López Obrador y Morena. Y como la gente no conoce la diferencia, asumirá, equivocada pero inevitable­mente, que todos los evangélico­s son lopezobrad­oristas, compartien­do los evangélico­s por lo tanto el destino político, las fobias, odios y temores dirigidos a ese personaje. Francament­e, no veo cómo ello contribuir­á necesariam­ente a la reconstruc­ción del tejido social o a la pacificaci­ón del país. Sí conducirá, por el contrario, a más polarizaci­ón e intoleranc­ia.

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