Polarización y violencia en las redes sociales
En México se vive una temperatura extrema: proliferan las agresiones, las ofensas, los improperios, que se utilizan como falso sucedáneo de razones y argumentos
Existe un desafío más grande que los que tenemos en rubros como seguridad y procuración de justicia, crecimiento económico, desarrollo social, salud, educación, pobreza, y ese desafío es el de la polarización, expresada particularmente en las redes sociales.
Y es importante por dos razones, entre otras: por la carga negativa que implica la confrontación entre nosotros, y porque transformarla en unión aumentará nuestras posibilidades de enfrentar con éxito todos los demás.
A la violencia criminal que azota al país desde hace más de una década, se suma ahora la violencia verbal como expresión de división y encono.
En todas partes del mundo, las redes sociales, sin ignorar los beneficios que aportan, suelen ser escenario de discusiones, disputas y descalificaciones. Su propia naturaleza hace propicio que se caiga en ese abismo.PeroenMéxicoseviveuna temperatura extrema en las redes: proliferan las agresiones, las ofensas,losimproperios,queseutilizan comofalsosucedáneoderazonesy argumentos.
Hay un factor adicional: no se trata de una catarata dispersa de ideas o posturas políticas, sino de dos grandes bloques que se descalifican, se agravian, se retan y hasta se amenazan sin que ninguna de las dos partes intente siquiera un argumento. Esta es una afirmación general, lo que implica que es injusta, porque no todos los que participan en la redes tienen esta tendencia a la destrucción del otro, pero es tanta la circulación de intercambios insultantes que, reconociendo la existencia de otro tipo de debatientes, es urgente señalar la proliferación de ánimo divisorio y de alto riesgo.
Son claras las características de estos intercambios: abundancia de insultos, ausencia de razones, nula voluntad de siquiera escuchar al otro, agresiones entre desconocidos, radicalismo y dogmatismo, estridencia grosera e incomunicación rampante.
La violencia física, con excepción de la criminal, que tiene otros senderos, suele empezar por la verbal. Una riña tiene su origen en lo que se dice; un pleito que termina en homicidio comienza por la palabra; un conflicto crece con la ofensa. Hay que asumir que agredir verbalmente no es inocuo y suele tener consecuencias.
Por ello no podemos suponer con ligereza que las descalificaciones e intentos de humillación que se multiplican en las redes y hasta en discusiones personales no pasará de un mal momento. Incluso si no fuera más allá, es suficiente para sembrar divisionismo y animadversión.
Un país no puede aspirar a superar sus problemas, enfrentar sus desafíos y materializar sus objetivos a partir de la polarización. El antecedente más previsible de una derrota deportiva de un equipo es el enojo entre sus integrantes. Así no hay grupo deportivo que pueda aspirar a la victoria.
Así tampoco hay sociedad que pueda dirimir sus diferencias y menos armonizarlas. Así no hay país que pueda avanzar, en tanto que sus fuerzas, en lugar de sumarse, se restan y se contrarrestan.
Estamos olvidando que la pluralidad no es un defecto, sino una virtud; que no es una debilidad, sino una fortaleza.
La pluralidad es equilibrio, porque la diversidad de ideas y enfoques enriquece, matiza, inyecta prudencia a la audacia e introduce audacia a la prudencia.
Por encima de convicciones encontradas y de puntos de vista divergentes, hagamos un llamado y cuantos sean necesarios, a la concordia y a la armonía sin que nadie tenga que renunciar a sus ideas. En este propósito todos tenemos una responsabilidad.
Trabajemos juntos por causas que a todos interesan. La unión no implica uniformidad de pensamiento, sino fuerza común frente a problemas y desafíos comunes.
No se trata de victorias personales y efímeras, sino de ha cer frente, unidos, a circunstancias y oportunidades que debemos convertir en beneficio y horizonte para las mexicanas y mexicanos de ahora y de mañana.